Quantcast
Channel: tónica » Entrevistas
Viewing all 90 articles
Browse latest View live

“No sé si Fernanda Laguna es real”

$
0
0

G L hueso

Por Leticia Martin // @leticiamartin

Gonzalo León (1968) nació en Valparaíso, Chile, donde estudió ingeniería en la Universidad Federico Santa María, carrera que abandonó para estudiar periodismo. Además de trabajar en la prensa publicó la novela Un imbécil leyendo a Nietzsche y la trilogía Pornografíapura (2004) Punga (2006) y Pendejo (2007) antecedentes de su primer libro publicado en Buenos Aires: Cocainómanos chilenos (Mansalva, 2013). León se ríe de sí mismo, a la vez que ironiza el entramado de cierto círculo literario actual, a partir de hechos efímeros. En sus libros no suceden grandes cosas. Por el contrario, su literatura aborda la potencialidad. A su manera, León escribe el subtexto de la sociedad chilena, y también de la porteña.

¿Cómo se pasa del periodismo a la literatura?

Cuando empecé a escribir pensando en publicar un libro, hace veinte años, no trabajaba en periodismo. En realidad no hacía nada. Era un vago y estaba empecinado en ser escritor y, según yo, se era escritor escribiendo. Hoy me doy cuenta de que eso era un gran error, una pendejada: un escritor dedica un mínimo de su tiempo a escribir un cuento, una novela o lo que sea; la mayor parte del tiempo se ocupa de observar, vivir y leer. Por eso escritor no es solamente el que escribe: sino el que camina por la calle y escucha el diálogo de dos personas, el que ve una imagen, se detiene y piensa qué de esa imagen le serviría para un texto, el que lee un libro en un café. Entonces creo que uno no es escritor cuando escribe, ese momento es un vaciamiento de todo lo acumulado.

En una nota en la web decís que no querés ser escritor. ¿Qué es un hombre que escribe y publica como vos?

Suelo contradecirme con el tiempo. Un día pienso una cosa y al año siguiente todo lo contrario, creo que eso tiene que ver con la más grande de las experiencias para un escritor: la lectura. Cuando empecé a escribir no me gustaba leer, me aburría enormemente, pero después de mi primer libro publicado (1994) comenzó a gustarme la lectura, igual no confesaba que leía, lo consideraba burgués, y yo me creía (me creo) de izquierda. Y tener una biblioteca era no sé… impresentable. Obviamente no compraba libros, me los prestaban o regalaban; por muchos años leí mucha poesía chilena y narrativa estadounidense. Con el tiempo esto fue cambiando. Lo que sí me sigue fastidiando es leer lo que está de moda o, lo que es peor, lo que todo leen. Creo que un escritor debe ir construyendo una biblioteca que lo distinga, que lo diferencie, del resto; si no, lo que se hace es llevar la librería de moda a tu casa. Pero insisto, un escritor piensa y cuando escribes no piensas, así es que publicar no significa que eres escritor.

¿Cuál es la distancia que establecés con tus personajes? ¿Fernanda Laguna te recibió en su casa como contás en el diario?

La idea de Cocainómanos chilenos o la idea que vengo trabajando hace unos años, más deliberadamente si quieres, es la de los géneros menores, es decir la crónica, el diario, el género epistolar, los papers académicos, todo. Por mucho tiempo escribí cuentos y crónicas, y me costó mucho escribir mi primera novela. Cuando la hice le puse de título Pendejo, y la escribí linealmente, en formato crónica: fue una novela de iniciación con esa forma a decir verdad, pero yo no quería hacer eso, sino algo más desestructurado. Pensé que el género epistolar podría ser la salida, pero terminó siendo en Cocainómanos… el diario, pero no como diario íntimo ni como registro de lo que haces en el día, sino como un pretexto para contar una historia: un diario falso de una historia falsa con datos verdaderos. Los nombres que aparecen en la novela también son falsos y muchos de las mini historias están deformadas por el lenguaje, porque no quise contar algo que sucedió cambiándole sólo los nombres a los personajes, sino que lo que hice fue intervenir la situación, usando procedimientos de la poesía de Leónidas Lamborghini y de algunos poetas chilenos, y eso, creo, hace que la historia cambie de sentido. Cocainómanos chilenos más que un diario de aventuras es un diario de lectura; si te fijas bien hay una guía de lo que leí mientras escribía la novela (proceso que me tomó un año y medio), algunos de esos textos me influyeron, como Diario argentino, otros no. Lo de Fernanda Laguna no sé si fue real, es más no sé si Fernanda Laguna es real.

Nicanor Parra hablaba de la anti-poesía. ¿Te considerás un anti-narrador?

El primer libro que compré en mi vida fue uno de Nicanor Parra, fue a los dieciséis años y yo trabajaba en un puesto de la Feria del Libro de Viña del Mar, ciudad en la que viví dieciséis años. Y creo que Nicanor con ese libro me impulsó, desde luego sin quererlo, ni menos saberlo, a ser escritor, es decir a no pensar. Ahora de ahí a considerarme anti-narrador no sé, me da pudor compararme en algún aspecto con Nicanor Parra. Pero si me repites la pregunta, formulada de otro modo, podría contestarte mejor. O quizá no.

Viviste tu adolescencia durante el gobierno militar, tu personaje en Cocainómanos… recuerda el 11 de septiembre de 1973. ¿Se cruza ese contexto político con tu decisión de vivir y trabajar en Buenos Aires?

Vivir con Pinochet en el poder y que se te ocurra militar políticamente contra el dictador era un fastidio y una posible condena. No me gusta ahondar en ese aspecto, porque se ha convertido en un tópico de los narradores de mi país; sobre todo de mi generación y un poco menores. Todos se hacen los Che Guevara de Latinoamérica cuando no hicieron una sola barricada, no marcharon nunca contra Pinochet, ni lanzaron una sola bomba molotov. Para mí la política es algo serio, no una consigna o palabras bonitas para agradar al auditorio, tampoco es un panorama para salir a recordar viejos tiempos, como de hecho fueron las manifestaciones del 2011. Yo hablo habitualmente de política, es una parte esencial de mi persona, no sólo en Chile, sino también acá. Además ahora hay una tendencia de armar novelas mezclando historia reciente con historia familiar, y a mí eso me parece repugnante, porque es una fórmula de mercado para agradar a un público progresista entre comillas. Cuando la literatura va dirigida a un público específico creo que se pudre un poco. Quienes aplican esa fórmula deberían ser juzgados por Stalin por traidores a la revolución: azotados y sodomizados por auténticos bolcheviques. Eso sí, con condón y mucho amor. Lo de venirme a vivir a Buenos Aires es algo que me contesté hace poco. No sé si el hecho de que la derecha volviera al poder en mi país haya influido. Sí sé que hay cosas que me tenían insatisfecho, cosas muy personales, así es que no le echemos la culpa al inútil de Piñera y a la derecha chilena que es muy similar a la argentina. Tal vez los originales eslóganes de la derecha en tres elecciones presidenciales (desde 1999) hayan influido más que la derecha en sí: recuerdo que apelaban a la necesidad de un cambio. Inconscientemente quizá eso haya hecho que pensara en la necesidad de un cambio.

¿Cuál es tu lugar en el mundo?

Por el momento soy inmigrante, así es que éste es mi lugar en el mundo: Buenos Aires. En este sentido se ha producido en mí lo que ciertos teóricos llaman la desterritorialización de la lengua, es decir hasta hace poco hablaba y escribía un castellano de Chile, pero a partir de Manual para tartamudos, la novela epistolar que estoy terminando o tirando a la basura (hay que ver), lentamente el coloquial chileno ha sido desplazado y en algunos casos ocupado por el coloquial porteño, no de manera exagerada, pero sí reemplazando ciertos términos que años atrás hubiera rechazado por foráneos, como “expensas” en vez de “gastos comunes”, “papel higiénico” en vez de “papel confort”, “porro” en lugar de “pito”, “puto” en lugar de “maricón”. Ahora este desplazamiento lo noté recién hace unos meses cuando hice la primera impresión de Manual… y le eché un breve vistazo y hubo cosas que no reconocí como chilenas. Pensaba hasta ese momento que el inmigrante era yo, no la escritura.

¿Cómo fue la experiencia de incorporarte a la editorial La calabaza del diablo?

Marcelo Montecinos junto a Jaime Pinos pusieron en marcha la editorial en 1997. Después de publicar tres libros, a finales de 2003, Montecinos se divorcia de Pinos y más adelante, hacia 2006, me propone que trabajáramos juntos. Formalmente empecé en 2007 y finalicé mi trabajo hace unos meses. Alcancé a editar cerca de treinta títulos, algunos de autores argentinos (Martín Gambarotta, Alejandro Rubio, Oliverio Coelho, Verónica Viola Fisher, Ricardo Strafacce), y dejé armada una antología de narrativa argentina que me tomó más de un año y medio de trabajo. Se llama La última gauchada, en donde hay siete autores con textos largos e inéditos en su mayoría (Ariel Idez, Hernán Ronsino, Pablo Katchadjian, Selva Almada, Federico Levín, Leandro Ávalos Blacha y Matías Capelli). Ahora quisiera aclarar que La Calabaza del Diablo no es, como dijo el reseñista de un suplemento cultural porteño, una “editorial artesanal”, sino, quizá, la editorial independiente más importante de Chile, con un catálogo de casi ochenta títulos, entre poesía, narrativa e incluso arte; y el año pasado fue parte de la comitiva oficial de Chile como país invitado a la Feria del Libro de Guadalajara.

¿Cómo fue la experiencia de trabajar Cocainómanos chilenos con la editorial Mansalva?

Excelente. Francisco Garamona es un editor que saca lo que hay que sacar, que te pide que agregues donde falta, que ecualiza el libro y lo potencia. A veces, y esto lo digo por experiencia, el autor cuando le dices que saque algo o que cambie de rumbo en una parte se siente agredido. Mansalva, más allá de los títulos que te pueden gustar o no, es una editorial que ha construido un catálogo indiscutible, propio, con títulos que dices que sólo podían estar ahí; en ese sentido fue un lujo haber publicado con ellos.



Un buen momento

$
0
0

Captura de pantalla 2013-08-22 a la(s) 09.34.43

Por Natalia Gauna // @NatiCGauna 

Pablo Manzotti es periodista y critico de música, cine y televisión. Actualmente trabaja en radio junto a Clemente Cancela Gente Sexy por Rock & Pop y es columnista de No somos Nadie conducido por Juan Pablo Varsky en radio Metro. Además, es editor del blog tv.otrocines.com, sitio Web especializado en la industria audiovisual argentina. Manzotti considera que en este “un buen momento de las series” el crítico debe ser conciente de ese esplendor a la hora de criticar. Además recomienda qué series ver y cuáles no.

¿Qué diferencia existe entre un crítico de series y uno de cine?

En realidad, si tomamos sólo series -no televisión en todas sus demás posibilidades-las diferencias se achican. El crítico de cine analiza el lenguaje cinematográfico y el de series lo hace en el lenguaje audiovisual que es, en cierto sentido, más amplio. El mundo de las series se acercó mucho al cine en cuanto a los conceptos de producción. Sobre todo desde los noventa en adelante gracias a la digitalización y sus posibilidades plásticas sumado al elevado incremento de los costos por episodios -una serie emblemática y pionera en esto fue Los Expedientes Secretos X-. Además, gracias al cambio de formato -televisores de 16:9, plasmas o Led- el concepto de cuadro se acercó aún más a lo cinematográfico. Por eso creo que en la actualidad el crítico de series vive el mejor momento del formato, por la cantidad y calidad de la oferta. Y debe considerar este momento de esplendor a la hora de criticar. También, el formato, precisamente por su condición de serialidad, permite un desarrollo de los personajes más profundo, algo a tener muy en cuenta a la hora de evaluar el conjunto del relato. Por último, en emisión televisiva, la serie que no va por canal premium como HBO, incluye los cortes comerciales, algo a tener en cuenta en la cadencia de la narración.

¿Qué criterios usas para recomendar una serie?

Que haya un aprovechamiento extremo de las posibilidades del lenguaje audiovisual: relación de los personajes con el medio que los contiene, diálogos profundos, puesta en escena destacada con interesantes puntos de vista narrativos, que exista un muy buen desarrollo de personajes secundarios y buenos antagonistas. El ejemplo que resume todo esto en este momento es Breaking Bad que está en un escalón arriba de todo. Después, puedo sumar dos de la BBC, Sherlock y Luther. También pueden ser Broadchurch, The Killing y The Fall y de las ya clásicas Seinfeld –la mejor sitcom de todos los tiempos-, The X-Files, Twin Peaks y 24.

¿Qué series no te gustan y por qué?

En general es un buen momento de las series y ninguna baja de una buena calidad. Las series que no me gustan, en realidad, es porque no me interesan temáticamente, algo completamente subjetivo. Puedo nombrar, Smallville que, creo, tenía un gran problema de género porque era una serie acerca de un súper héroe, Superman, en la que, prácticamente, en 10 años, no se lo veía como tal. O Game of Thrones, que es una serie muy buena pero que, para ser épica, adolece de acción y aventuras suficientes.

¿Disfrutaste alguna de las últimas series argentinas?

Sí, mucho. Particularmente la versión local de En Terapia. Y también me gustó mucho Babylon.


“¿Para qué querés ser literatura o artes plásticas?”

$
0
0

vazquez-1

Laura Vazquez es autora de los libros El oficio de las viñetas y Fuera de cuadro, en los que toma la historieta como campo de estudio y crítica desde los años dorados del primer peronismo hasta una actualidad ambigua. Directora del Congreso Internacional Viñetas Serias y una de las coordinadoras del Área de Narrativas Dibujadas y Animadas de la carrera Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires, Vazquez opina sobre el presente de un género acostumbrado a victimizarse,  el abandono paulatino de la orfandad crítica y los aportes realizados al kirchnerismo.

Por Mariano Zamorano // @zamoranoconz - Fotos: Luis Andrade

En Mendoza acaban de prohibir “por escenas de sexo, violencia y zoofilia” una serie de historietas que se repartían como material de estudio en los colegios secundarios. ¿La historieta está condenada a trascender siempre que haya un poco de humo, ya sea esto o una tira de Gustavo Sala?

Sí, lamentablemente aparece como de mala prensa y no sé si termina siendo positivo que se conozca de esta manera. En el caso de Gustavo aparece con esa tira puntual y personificado. Lamentablemente no se discutió sobre el sentido del humor gráfico en general, sino el por qué Sala publicó ese chiste en Página/12. El problema es mucho más amplio. ¿Podemos reírnos de todo? ¿el humor tiene límites? ¿quién lo pone? ¿una agrupación que dice ‘con esto no’? ¿el autor tiene libertad o el medio pone la pauta y tu creación está cercenada de antemano?

En el caso de la prohibición en las escuelas me parece que el error fue claramente del Ministerio de Educación, no por haber mandado las historietas sino porque hay que leerlas antes. Me parece que el material no se dio a conciencia, se sorprendieron de lo que encontraron y trataron de justificar el error. El Facundo tiene escenas de violencia, pero hay programas de educación y manuales que justifican su presencia ante otra obra. Acá no pasó así. Hay otro problema: yo trabajé en Colihue y conozco la línea política con claridad. Aunque las obras son maravillosas esa colección nunca fue un material exitoso, y se distribuyó por un convenio de alianza con el Ministerio de Educación. Yo soy crítica de eso. Que se hayan distribuido Perramus (Alberto Breccia y Juan Sasturain) y Sin novedad en el frente (Patricia Breccia) me parece fantástico, pero no es ni mi criterio ni mi gusto el que tiene que decidir. ¿Cuál fue el criterio por el que se eligió a ese libro y no a otro? ¿por qué quedaron afuera otras editoriales que también editan historietas? Acá me parece que fue una cosa más del tipo contubernio/alianza con una editorial que juega a favor del gobierno y no estoy de acuerdo. El lado positivo es que este gobierno metió las historietas en los colegios. La intención fue muy buena pero el modo en el que se operó no.

Captura de pantalla 2013-08-24 a la(s) 14.29.38

¿Qué le aportó la historieta al kirchnerismo?

Liturgia y fuegos artificiales. Pero El Eternauta como historieta elegida por el kirchnerismo no es LA historieta. Es un tipo de historieta más cercana a la cultura popular, a la historieta masiva, generacional y, en algún punto, anacrónica. Es evidente que el Estado no se ocupa de toda la historieta que ocurre o se está produciendo actualmente. Tampoco estoy tan segura de que debería hacerlo porque una cosa es incentivar al mercado y otra muy distinta es subsidiarlo. ¿Qué hace un autor que estilísticamente no juega con lo que quiere el mercado? Ahí creo que los concursos, los premios, las becas y los programas de desarrollo deberían funcionar mucho mejor. Que exista más y  mejor competencia, garantizar la transparencia  y que ganen los mejores. Si al final el dinero se reparte entre los amigos es otra cosa.

En Fuera de cuadro mencionás un incipiente cambio de una crítica caracterizada por la orfandad o el “homenaje laudatorio y la autocelebración”. ¿Qué rol le asignás a la crítica de historieta actual y qué opinás de  aquellos autores que muestran su rechazo?

Creo que hay un coqueteo del artista maldito con la crítica que es una cosa muy infantil. Me parece una chicana por parte de algunos actores del medio y lo tomo con humor. Si lo tomase en serio, debería escuchar una posición seria de por qué un autor rechaza la crítica de un especialista y recibe con halago el comentario celebratorio de un lector. A mí me parece una tremenda estupidez porque yo soy lectora antes que crítica. ¿De dónde piensan que sale una crítica de historietas? Todos somos críticos, lo que pasa es que no siempre lo ponen en palabras ni adornan sus impresiones con teoría. Se trata de un derecho y no de una competencia especializada. Por supuesto, luego habrá que diferenciar funciones dentro de la crítica. Los periodistas, los investigadores, los divulgadores juegan su rol necesario e interdependiente. En mi caso, nunca leí una historieta para poner estrellitas y gran parte de la historieta que analizo no me gusta.

Captura de pantalla 2013-08-24 a la(s) 14.32.19

¿Observás un marcado predominio del comic autorreferencial y una tendencia a la retromanía?

La historieta autobiográfica está instalada hace tiempo a nivel mundial. No sé cuánto va a durar  pero es uno de los géneros al que más apuestan las editoriales. El fenómeno de las tiras es un caso aparte. Si un diario tiene a Yo, Matías claramente el autor tiene un contrato con el medio y a ese tipo hasta que se jubile no lo van a sacar. También está  el rol de los humoristas dentro de los diarios como empleados y es difícil que los artistas roten. Clarín y La Nación de por sí son conservadores pero no todas las tiras aplican a su modelo. Tiempo Argentino tiene otro juego claro de apostar a una historieta diferente. No estoy tan segura de que las historietas que se publican sean anacrónicas. No sé si Fontanarrosa vende más que Liniers. Otra cosa es cómo aparece la historieta a nivel museístico en la escena pública: si van a hacer una estación de subte te van a poner al Loco Chávez y Mafalda, y si van a hacer una estatua a Macanudo y Gaturro. La retromanía tiene eso: un volver innecesario a las fuentes y la nostalgia siempre es peligrosa.

¿Por qué no incluís webcomics dentro de tus críticas?

Soy de la generación del papel y es una limitación física mía acceder a la lectura en pantalla. Creo que la historieta digital va a tender a desarrollarse y a convivir con el papel. No se trata de suplantar una por la otra. De todas maneras el modo en el que circula actualmente la historieta es en libros como objetos bellos que querés aprehender, como el muñequito que te comprás de la serie que te gusta. Los editores piensan en eso. Es algo que creo que juega en contra de la historieta digital –que tendría que buscar el modo de competir con ese tipo de producción coqueta que se vuelve cada vez más inútil y deseada-.

pato 3_

¿A medida que pasan los años se agranda la figura de Dante Quinterno -creador de Patoruzú e Isidoro Cañones-, como empresario conservador nacionalista hábil que quiso exportar la historieta nacional?

Pienso que si hay que pensar a un empresario hábil a nivel empresarial y editorial, aunque me gusten más los productos de Dante Quinterno, yo pensaría en García Ferré. Dante Quinterno es un tipo de otra generación que se queda a medio camino y no llega a conformar un oligopolio. García Ferré sí; no es un editor, es un empresario que funda un oligopolio increíble y tiende hacia todos los sectores de la industria cultural: te va al cine, te va a la televisión, a la publicidad, al kiosco de revistas. No le faltó nada, ayudado también en otro momento de la industria con la historieta en baja que necesita abrirse camino hacia otros sectores. Dante Quinterno puede considerarse un antecedente. Ferré empezó con una tira en un diario al servicio de Constancio Vigil, y de ahí fundó su propio emporio editorial, con todos los productos, personajes, un sistema fordista de trabajo y publicidades. En García Ferré hay avanzada técnica y anacronismo temático a la vez.

En El oficio de las viñetas hablás de la historieta como un género nunca ponderado en la academia. ¿Qué significa la apertura del Área de Narrativas Dibujadas y Animadas en la carrera Ciencias de la Comunicación (UBA)?

En un proyecto colectivo dedicado a historieta, humor gráfico y la animación. Es un espacio en formación muy promisorio y buscamos encarar muestras, desarrollar una revista digital de crítica de historietas, digitalizar un archivo de materiales y hacerlo circular en una plataforma de acceso libre. Los investigadores tenemos un problema con los archivos de historietas. Los editores no dejaron durante años el ejemplar obligatorio en la Biblioteca Nacional. Yo tuve que comprar muchos por internet y el corpus de trabajo tiene que estar en las bibliotecas públicas. El lugar de trabajo de un investigador de historietas son las librerías de la calle Corrientes. La idea es ver si podemos llevar adelante el proyecto en la Facultad. Hay un Museo de la Historieta, pero no una Biblioteca de la Historieta. Eso es un problema, porque la historieta no está muerta.

¿Por qué decís que “la historieta es como una mujer que siempre quiso ser querida por los otros y ya es hora de que la niña haga terapia”?

Está esta cosa de la parienta pobre o la chica que pide el vestido de 15 prestado a la prima rica.  La historieta como cenicienta con respecto a las hermanas mayores que son las artes legitimadas por un cenáculo de intelectuales que dicen que esto es arte y esto no. El cine ya entró a formar parte de esas artes legitimadas y mayores. A la historieta le cierran la puerta en la cara. Esta discusión es estéril porque el arte en sí mismo no existe, sino los artistas y la toma de posición creativa. Hay que ser un poco más rockero y no tener esa actitud que tienen algunos autores de victimizarse permanentemente. Quedarse en todo caso del lado de la rebeldía y el under. Si la historieta tiene que formar parte de los lenguajes no aceptados por las bellas artes está buenísimo.  Siempre vas a ser joven, rebelde, contracultural y está perfecto. ¿Para qué querés ser literatura o artes plásticas?


La inteligencia negativa frente a la estupidez positiva

$
0
0

nico

Por Leticia Martin / @leticiamartin

Nicolás Mavrakis es crítico, periodista cultural y escritor. Publicó el libro de cuentos No alimenten al troll (Tamarisco, 2012) y del ebook de ensayos #Findelperiodismo y otras autopsias en la morgue digital (CEC, 2011). Dicta cursos de literatura y periodismo, colabora en Amphibia, Revista Ñ (Clarín), Cultura (Tiempo Argentino) y Crisis. Conversamos con él para RT//

Semanas atrás te confesaste en Revista Tónica espectador de Spartacus, serie a la que definiste como “la historia de la insatisfacción ante las reglas del dinero”. ¿Qué cosas te dan satisfacción?

La tranquilidad, el silencio y la buena compañía. La inteligencia negativa que socava la estupidez positiva me da satisfacción. El trabajo y la voluntad también me resultan satisfactorios. La queja es una de mis mayores satisfacciones porque es una pasión inútil.

¿Qué tan importante es el dinero en tu vida?

Es muy importante. Siempre lo estoy persiguiendo. Cuando lo alcanzo prefiero mantenerlo bajo cautiverio para que me sirva con obediencia. Le marcó a fuego mi pertenencia, castigo con violencia cualquier intento de fuga y no me interesa que se pudra en su condición de servidumbre. Si se escapa, recurro a toda mi seducción para que vuelva.

¿Cuál es tu tuitero favorito?

@Volquetero, porque es como los anarquistas que preferían las bombas molotov antes que las balas porque así se aseguraban que a alguien iban a alcanzar siempre, tiraran para donde tiraran.

¿Cómo ves series, en qué ámbitos y momentos. Las alquilás, las descargás, las ves on line?

Prácticamente ya no veo series ni películas. Los sábados a la tarde decidí que TCM tiene todo lo que necesito ver, no es un consumo que me interese demasiado. Las últimas series que vi fueron Spartacus, Flight of the Conchords y la versión argentina de En terapia, que ya había visto en versión norteamericana como In Treatment. Las series siempre las vi en compañía porque necesito comentar o escuchar comentarios sobre lo que veo. También necesito que me expliquen muchas cosas. Flight of the Conchords la vi en DVD, Spartacus e In Treatment las vi descargadas y En Terapia la miraba los sábados a la noche por televisión porque pasaban todos los capítulos de la semana juntos. Descubrí que tengo mucha admiración por Diego Peretti. Fui a ver El placard y aplaudí mucho.

¿A qué periodista salvarías de la hoguera?

A Christopher Hitchens, que se murió sin permitirse creer en Dios. Los que trabajan para el gobierno de la ciudad de Buenos Aires en una AM que no escucha nadie también me dan bastante pena, pero me gusta saber que se queman todos los días en soledad.

¿Qué le sacarías a tu profesión?

La parte en que hay que convencer a alguien a quien no le importa saber o descubrir algo de que uno tiene una buena idea sobre lo que un tercero sabe o descubrió hace tiempo. También le sacaría los lamentables momentos en que uno tiene que tratar con la absoluta ausencia de talento y con la más impiadosa estupidez, porque son fuerzas que absorben y contaminan.

¿Por qué creés que tenés esa compulsión por la lectura?

Es una buena pregunta comparada al asunto de las series. No miro series porque prefiero leer. Es más entretenido todavía lo que alguien codifica en buena prosa que cualquier serie. En terapia me gusta probablemente porque es la menos televisiva de todas las series: se sostiene sobre el lenguaje y sobre casi nada más. Supongo también que si la lectura presupone un acto de inteligencia, es más seductor ese ejercicio intelectual que una propuesta audiovisual donde la cuestión del sentido está necesariamente menos librada a la interpretación.

¿Qué no le puede faltar a una mujer?

Belleza e inteligencia, en ese orden. Y entre la belleza y la inteligencia, la belleza.

¿Qué le sobra a la web?

No le sobra nada a la web, excepto algún cavernícola que pretenda legislarla.

¿Cómo definirías tu relación con la escritura?

Utilitaria, por los mejores y por los peores motivos.

 


La excusa

$
0
0

Entrevista a Mónica Salerno y Hugo Crexell

Por Florencia Blanca /// florencia.blanca@yahoo.com

1010276_672781029406154_1958814474_n

Mauricio Kartun compra un guante rosa en el parque Los Andes y tiempo después cobra tal sentido en la obra Salomé de Chacra que, según el dramaturgo y director, deviene en texto: “es el poder de provocación máximo que tiene Salomé (…) te da el guantecillo rosé y cagaste, quedaste atrapado en ella.” Y cuando escuchás hablar a Kartun sucede lo mismo. Desbordante, como su más reciente obra, te atrapa hablando de Capusotto, Charles Fourier o jardinería. Cuenta que leyó Salomé donde decía Salame de chacra y surgió una obra. Te dice  que “el poder máximo es ser el poeta que uno puede”. Compraste.

Todos estos momentos puede verse en Kartun, el año de Salomé, una película dirigida por Mónica Salerno y Hugo Crexell que sigue durante casi dos años al dramaturgo y la puesta de Salomé…, su cuarta obra como director. “Empezamos con entrevistas en su casa para un programa de TV que nunca salió, idea de Virginia Lauricella (productora del film). En ese momento Kartun nos contó que iba a comenzar con su próximo proyecto. Así comenzamos filmando partes de algunos ensayos. Eso nos llevó a preguntar cómo había nacido la idea, porqué utilizaban determinados objetos. Preguntar resulto ser un buen hilo conductor a la hora de hacer un documental. Si ves la película aparece su mundo, parte del proceso creativo de él. Ningún documental puede abarcar la vida de nadie, por eso no es una biografía” cuenta Mónica. La obra teatral parece escaparse del espectador a lo largo del film y su aparición se retrasa con plena conciencia de las dificultades que ese registro trae aparejado. También podría leerse como lo que Hitchcock denominó un MacGuffin: un elemento que hace avanzar la trama pero que no es lo importante en sí, casi una excusa argumental que en este caso permitiría acceder a aquello que integra el universo creativo de Kartun.

guante

¿Qué les interesó de su figura?

Mónica Salerno: es un gran maestro, alguien que te contagia las ganas de escribir. Además el cine no suele ocuparse del teatro.

Hugo Crexell: nos pareció interesante su método de trabajo, en el que parte desde un objeto, una foto, muchas veces encontrada en una feria o descartada por otro. Uno termina concluyendo en que la inspiración y la creatividad están siempre al alcance de la mano.

¿Qué rol juegan los lugares que él recorre junto a ustedes (Cariló, Chacarita, San Martín)?

MS: son lugares creativos. En San Martin aparece lo biográfico, es verdad, pero son lugares inspiradores para él, lugares de búsqueda, de descanso, pero todo puesto en relación a su trabajo con la escritura.

El film tuvo su preestreno en la edición 2012 del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y en la Biblioteca Nacional. Acaba de finalizar funciones en el CCC mientras continúa con distintas proyecciones en espacios INCAA. “Si no fuera por el INCAA no íbamos a poder filmarla. Sí los ensayos y entrevistas, pero pudimos realizar un muy buen sonido, un gran trabajo de post-producción, tuvimos música original,  un director de fotografía, pensamos elementos de puesta, trasladamos elementos de la ficción al documental y para eso necesitás pagarle a quienes trabajan con vos. Formamos un gran equipo y para esto el apoyo del INCAA fue necesario.”

132084_310267542420697_1770160693_o

¿Cómo fue el proceso de edición?

MS: fueron un par de meses arduos, pero trabajamos con la gente de Fanfarria para editar. La clave fue tener un montajista que tuviera cierta distancia del material original. Teníamos unas cuarenta horas de video en bruto y sabíamos que queríamos dividirlo por etapas más ligadas a la naturaleza (verano-otoño-invierno-primavera-verano otra vez), la ciudad y la playa, el teatro y el exterior. Hay partes que las editaba Hugo y otras yo, estuvo bueno el trabajo de a dos. Teníamos un guión: qué acciones, qué momentos queríamos mostrar, cómo narrar a través del  fragmento sin explicar el trabajo. Intentamos siempre evitar lo didáctico y optar siempre por lo audiovisual, darle al espectador elementos para que arme por sí mismo el sentido.

¿Tomaron otras películas como referencia?

Nos gustó mucho Lynch One, hecho por el colectivo Blackandwhite, lo recomiendo, y Sketches of Frank Gehry de Sydney Pollack, que retrata el proceso creador del arquitecto norteamericano.

¿Qué directores de cine de su generación les interesan?

MS: estuve viendo muchos documentales y creo que es de lo más interesante que está pasando. Me gustó mucho El gran simulador de Néstor Frenkel.

HC: creo que lo que se está haciendo actualmente en cine documental es de lo más atractivo a nivel audiovisual. Las últimas películas que vi son documentales y descubro que es un campo con mucho por explorar, donde se pueden contar historias utilizando los recursos de la ficción  pero con el agregado que lo que estás contando es una historia real, personajes no ficcionales. Por ejemplo me gustó mucho lo que hizo J.L. García con La Chica del Sur, o como dice Mónica, lo que viene haciendo Frenkel.

679900_310268472420604_972736353_o

Frente a la intervención de una cámara ¿Qué ganó o perdió la obra Salomé de Chacra?

MS: gana que algunas partes queden para la posteridad. Se ven ensayos con vestuario y al final ves fragmentos con toda la energía de los actores y después la puesta final.  No pierde nada. El documental  no sólo se trata de Salomé…, el titulo es tramposo, la película va más allá, es alguien que hace lo que le gusta y lo enseña, lo trasmite.

HC: es un registro de cómo se hacía teatro a principios del siglo XXI. En ese sentido creo que tiene un valor documental para cualquiera interesado en el teatro en una época futura. Y por qué no, para cualquier estudiante o persona que hoy en día esté en un proceso de formación artística.

¿Encuentran paralelos entre los procesos creativos del cine y el teatro?

MS: sí, claro. Todo lleva tiempo y energía  y paciencia, mucha paciencia. Cuando ensayas estás mucho tiempo trabajando con los actores y siempre hay problemas que solucionar,  todo el tiempo, y una vez que te metes en el proyecto es un trabajo de 24 hs. Todo el día pensás en tu obra. El tiempo y el amor a tu trabajo es el mayor recurso. Siempre tiene que haber humor también, en ambos lugares. No hay diferencias entre cine y teatro, todo va logrando forma con el trabajo día a día, en el ensayo o la edición, volvés a descubrir y a resignificar momentos y sacás lo que sobra.


En medio del huracán

$
0
0

Por Leticia Martin // @leticiamartin

Quirós I

Mariano Quirós nació en Chaco en 1979. Es escritor y licenciado en Ciencias de la Comunicación. Publicó las novelas Robles -ganadora del premio Bienal Federal- y Torrente, que recibió el premio Nueva Narrativa Iberoamericana. En 2012 ganó el primer premio de cuento Gabriel Aresti (España) por su cuento Cazador de tapires y el premio Laura Palmer no ha muerto, por su novela Río Negro. Como si esto fuera poco, durante 2013 también recibió reconocimientos. El primer premio de Novela Negra Azabache, por su libro No llores, hombre duro, que será publicado en breve y el Premio de novela Francisco Casavella por su novela Tanto correr.

Quirós me confiesa por mail que no necesita mucho para sentarse a narrar. No más que la ilusión de tener algo interesante. Si tengo el interés no necesito nada. Me dispongo y me siento. Después, puedo escribir arriba de un bote en medio del huracán Katrina. Sus palabras se notan elegidas, ajustadas. Me devuelve los mails en perfecto estado de edición, casi que podrían publicarse como vienen. De todos modos lo molesto en varias oportunidades. Busco un poco más de información. ¿Por dónde puedo entrarle? ¿Cómo hizo para ganar tantos premios en tan pocos años? ¿Qué pasa con los autores contemporáneos de la narrativa chaqueña?

¿De dónde salió tu seudónimo Alejo Luna?

El personaje de un par de cuentos de Rodrigo Fresán se llama Alejo. Fresán fue como el Cortázar de mi juventud, sobre todo y más que nada por su buen gusto rockero. Creo que de aquel Alejo, que por supuesto me simpatizaba, es que tomé el nombre. Ahora lo de Luna no sabría decirlo. No me acuerdo, la verdad. ¿Será por Auster? ¿Por El palacio de la Luna? No sé. Pero me gusta.

Confeso ladrón de cuanto autor leyó y admiró me cuenta en secreto que roba todo el tiempo y que no le importa a quién le roba. Robo, me dice, le robo mucho a mis vecinos, sobre todo a los que viven preocupados por la inseguridad. Después me cuenta cómo interactúa con el círculo de escritores de Resistencia. Miguel Molfino —uno de los tres o cuatro escritores en serio que tenemos en Resistencia— dijo alguna vez que antes, años ha, los escritores y poetas del Chaco eran como islas, cada uno creando en su propia soledad. Ahora, y esto también lo dice Molfino, se perciben bellos archipiélagos. Incluso hay lugar también para cosas horribles, pero al final siempre vence la belleza.

¿Cuál es tu relación con la tecnología?

Tengo un tipo de relación más bien tosca. Algo cercano a la indiferencia; pero una indiferencia de la que no me enorgullezco. Me preocupa. Quiero decir, soy un hombre de 34 años, relativamente joven y debería —o al menos me hacen sentir que debería— estar atento a ciertas cosas. Sin embargo…

¿Leés libros digitales?

No.

¿Usás Facebook y Twitter o alguno de los dos?

Desde el 22 de agosto de 2013 tengo cuenta en Facebook. Un poco absurdo. Justo ahora que empiezan a ponerle fechas de caducidad. Espero que sea una linda agonía.

¿Qué autores actuales rescatarías?

Yo no puedo rescatarme ni a mí mismo. Además no sabría de qué rescatarlos. Pero si me viera en la necesidad de saltar al rescate, iría por Pablo Black, por Germán Parmetler, por Tony Zalazar, por Alfredo Germignani y por Lucas Brito, que además de ser mis amigos —y que por eso me quedan más a mano— son los mejores escritores y poetas que existen.

También le pregunto cómo fue la vuelta a Chaco luego de que recibiera el premio Laura Palmer no ha muerto por su novela Río Negro. Hago memoria de aquellos días, la reunión en San Telmo, llena de gente, la ronda de preguntas luego de la breve lectura de unas páginas. Me viene la imagen de un Quirós delgado, serio, sentado en el centro de la sala, escuchando con los ojos en el piso los elogios de Leonardo Oyola, Selva Almada y Alejandra Zina. Después conversamos unas palabras. Ahora, cruzando estos mails a la distancia, me cuenta lo que fue su vuelta a Resistencia. Hubo una gran concentración de gente esperándome en la Terminal de ómnibus, escribe. Enarbolaban carteles con el título de mi libro y con mi nombre (algunos erraban y seguían escribiendo Quirós con zeta). Había gritos, corridas y desesperación. Corté por lo sano y me refugié en brazos de mi mujer, que siempre está cerca y bien dispuesta a jugarse el pellejo por mí. Al otro día almorcé con mi mamá y mis hermanos, a la noche papá armó un fuego y comimos asado. Si mal no recuerdo, y para variar, bebí de más. Pero en todo momento fui muy feliz.

¿Qué libro te partió la cabeza?

Si fuera una cuestión literal, tendría la cabeza más cosida que Frankenstein. Muchos libros han hecho blanco en mí, y algunos pegaron en otras partes del cuerpo, no sólo en la cabeza. Pero para ir directo a la cabeza —que es lo que ahora importa—, y para no aburrir en el recorrido, nombro dos, casi recientes: HHhH, de Laurent Binet; y La maravillosa vida breve de Oscar Wao, de Junot Díaz. Dos artefactos originalísimos, pretenciosos y arrolladores, escritos desde sitios muy diferentes. Binet es un francesito encantador y atribulado que hace muy buen uso de su neurosis para traer hasta nosotros —qué horror de lugar común el mío— otra épica de la Segunda Guerra. Junot Díaz es dominicano criado en Estados Unidos, en los márgenes de Nueva York; sabe, Junot, de gente que vive al borde. O como le gustaba decir a Bolaño: es de esos escritores que gustan hundir la cabeza en el abismo y volver, un poco más desquiciados, para escribir lo que vieron.

¿Hay algún arte que le quite protagonismo a la escritura?

Podría decir que el cine, por todo lo que aglutina; pero por eso mismo el cine también puede ser más “mentiroso”. O la música, que tiene un efecto más inmediato sobre uno; pero también más efímero, por mucho que resuene y resuene y resuene en nuestra vida. Tal vez Bob Dylan, por su mezcla de poeta y cowboy crepuscular condense casi todo lo que uno, yo, entiende y siente como arte. Quiero decir, los artistas al estilo Bob Dylan. O Borges. Personas un poco extremas. Pero bueno, ninguno de ellos es buen ejemplo. Es como hablar de Maradona o del Che Guevara. Por eso elijo la literatura, siempre.

¿Sos un escritor de policiales o te proyectás más allá del género?

No, no soy escritor de policiales. De hecho soy más bien “cómico”. Todo lo que escribo, para bien o para mal, tiende más a la comedia. Miguel Molfino nos decía a Pablo Black y a mí: “Escriban un policial, es momento de escribir policiales”. Y como para mí los consejos de Molfino son sagrados, me lancé a escribir un policial en toda ley. Fue una experiencia horrible. Prefiero, simplemente —y perdón si suena cursi— escribir.

¿Qué sentiste cuando te enteraste de que tu novela No llores, hombre duro, era la ganadora del primer premio del Festival Azabache de Literatura Negra?

Una alegría inmensa. Gané muchos concursos literarios en los últimos cinco años. Incluso me han propuesto dictar una especie de conferencia al respecto: “Cómo ganar un concurso literario”. Más allá del chiste, y más allá de que sea cierto (gané como ocho, nueve concursos, entre novelas y cuentos; lo que en algún punto también suena retorcido: parezco un timbero), más allá del chiste, digo, me emociono como un niño cuando gano. Y no sólo eso: en un momento llegó a cargarme de ansiedad el mero hecho de leer las bases de un concurso. Como sea, es gracias a los concursos que se publica lo que escribo; de otro modo no me darían ni la hora.

¿A quién nunca te quisieras parecer?

¿A Mauricio Macri? ¿A Jorge Fontevechia? ¿A Joaquín Morales Solá? Algún garca por el estilo.


“El Aleph de la relación entre literatura y política en la Argentina”

$
0
0

Por Carlos Mackevicius// @bolibashing

Diego Fernandez Pais nació en 1987, vive en Córdoba capital, y acaba de publicar su primera nouvelle El nerromanticismo, (Alción, 2012). Le hicimos algunas preguntas.

¿Cómo surge El Neorromanticismo?

En un primer momento escribí Mora, el primer capítulo del libro. Y a partir de ahí empecé a pensar en la tradición de la tratadística amorosa (de Stendhal a Pauls) y en cuál era el estado actual de la situación. Influenciado por el género sci-fi, la literatura europea y La invención de Morel de Bioy, luego de constatar que el estado actual de la situación era calamitoso, se me ocurrió desarrollar el tema para proponer una solución científica, enrolada en la línea de un socialismo utópico como el de Charles Fourier. Pero en seguida comprendí que estaba en Argentina, un país donde la ciencia no existe. Quizás en la época de Bioy existía, o al menos existía su posibilidad. Pero ya no: en Argentina, si tenemos que pensar en un sustituto de la ciencia, en la mayor herramienta de transformación de la realidad social, inmediatamente caemos en la política. Es así: es nuestra tradición. Entonces el libro empezó a convertirse en otra cosa. Y yo, que pretendía darle un cierto barniz de realismo a la historia, quise que ese quiebre, ese descubrimiento, persistiera en el texto, algo que no fue comprendido y, por culpa de esa misma incomprensión, muy criticado. Sin embargo, insisto, creo es importante: también revela algo sobre nuestra impotencia como país. Estamos hablando de una novela que quiso ser de ciencia ficción pero tuvo que conformarse con ser político-ideológica.

¿Es tu único texto publicado?

Sí, es mi única publicación autónoma. Antes había publicado una serie de cuentos policiales en la revista Dadá Mini, pero nunca los edité. Son textos demasiado adolescentes, ni siquiera pasan mi dilatado filtro de calidad. Un amigo que es de cine un día me ofreció filmarlos, porque tienen cierta estructura de unitario televisivo, pero al final ese proyecto quedó en la nada. El tiempo dirá: creo que sería la única forma de que volvieran a ver la luz. Y luego de El neorromanticismo publiqué algunas reseñas en blogs como El lince miope y en revistas como Paco, entre otras.

Nicolás Mavrakis lee tu novela como una posibilidad de “la gran novela del kirchnerismo”. ¿Cómo entendés esta lectura?

Lo que sucede es que Nicolás, aparte de ser generoso, es muy inteligente: por ahora es el que mejor supo leerla. Si el kirchnerismo vino a plantearse como la parodia refundacional de un movimiento como el peronismo, El neorromanticismo juega a ser una obra refundacional de la literatura Argentina como en algún momento lo pueden haber sido El matadero, Amalia, Facundo o Martín Fierro. Y encima tiene un plus: incorpora el esquema de la novela de la década a través de obras más recientes como Respiración artificial, de Piglia, y Vivir afuera, de Fogwill. En mi novela, por otra parte, están resumidas todas nuestras posibilidades como país. El neorromanticismo, ya lo verán, es El Aleph de la relación entre literatura y política en la Argentina.

¿Qué relación tenés con la política?

Provengo de una familia con amplia tradición política. Estoy emparentado con un presidente del siglo XIX y con un vicepresidente electo a principios del siglo XX. Ésa es toda mi relación con la política: en mi casa siempre se habló mucho, pero ya están todos desencantados. Una tía militaba en el ERP, y hubo un momento en mi vida en que me pasé largas horas escuchando sus anécdotas setentistas. Supongo que eso, de algún modo, también me debe haber servido como material. Mientras escribía el libro me surgió una duda: ¿acaso no estaba escribiéndolo para exorcizar mi voluntad militante? Quería que la escritura consumiera toda esa energía. En fin, creo que es un conflicto presente a lo largo del texto.

¿Tenés vínculo con otros escritores cordobeses de tu generación como Lamberti, Godoy, Falco o Busqued (aunque es nacido en Chaco)? ¿Los leés?

Mi único vínculo con ellos es que somos amigos de facebook. Con Busqued tenemos un amigo en común: Eduardo Lacoste. Siempre le pido que me lo presente, pero es un deseo que todavía no pude concretar. Y sí, los leo a todos: soy de mantenerme al tanto de las novedades literarias. De esos cuatro, creo que Godoy y Busqued son los más interesantes: se nota que tienen una formación muy sólida.

¿De qué trabajás?

Le doy una mano a mi viejo en su estudio jurídico. Sólo me falta defender la tesis para recibirme de abogado.

¿Qué estás escribiendo?

En el último tiempo estuve escribiendo mucha poesía y mucho ensayo, cosas que probablemente nunca se van publicar. Pero en octubre me voy a Barcelona a cursar un máster en Creación Literaria y mi tesis, que debe ser presentada en julio del año que viene, será mi segunda novela. Me gusta que el motor de mi escritura sea una razón externa, no creo en la literatura que surge de una necesidad personal. //RT


“No tenemos ninguna nostalgia por Los Redondos”

$
0
0

Perros Sapiens (Ignacio Gago, Ezequiel Gatto y Agustín Valle) acaba de publicar Redondos A quién le importa. Biografía política de Patricio Rey, en donde se repasa la historia del monarca desde el nacimiento en los 70 “para mostrar que hay vida antes de la muerte” hasta un ingreso en la actualidad al “Palacio del Estado”como marioneta que enuncia “el lenguaje del nuevo orden de gobierno”, y es tomada como banda de sonido de actos oficiales y holdings mediáticos opositores. En momentos en donde la figura del Indio Solari vuelve a estar en el centro de la escena -copando crónicas y titulares con citas de canciones de Los Redondos-, Perros Sapiens se centra en la historia de Patricio Rey, pide por favor que no se vuelvan a juntar y menciona cierta estupidez de Solari y Skay. Ezequiel Gatto responde unas preguntas a Tónica.

Por Mariano Zamorano // @zamoranoconz

¿Por qué una biografía política de Patricio Rey a 12 años del último recital de Los Redondos?

La verdad es que no sabemos del todo por qué. Son muchas variables jugando juntas: el azar de nuestro encuentro, la velocidad de nuestro trabajo, un tiempo de maduración de la memoria social. Retrospectivamente podríamos decir también que hay un trabajo de ensayo de narración generacional, que en el campo experiencial ricotero ha forjado muchas cosas. Un periodista rosarino, Pablo Makovsky, por ejemplo, nos dijo que lee al libro como una “biografía ricotera de lo político”; es decir que en la historia de Patricio se proponen imágenes y concepciones para pensar la vida actual.

La bibliografía de Los Redondos se centró primero en la figura del Indio y luego en el análisis de las letras. ¿Cómo fue la decisión de dejar a los músicos de lado y abocarse principalmente a Patricio Rey?

Nos pareció más interesante salirnos de lo que Simon Reynolds llama el lirocentrismo: un modo de pensar la música que siempre hace descansar su sentido en las letras. Nosotros exploramos las experiencias redondas a lo largo de las décadas de existencia de la banda. Y eso fue mucho más que letras: encuentros, lugares, formas de organizarse, peligros, amigos y enemigos, pasiones y estrategias. Eso organizó nuestras ideas. Si la biografía es de Patricio Rey es porque entendemos que bajo ese nombre y su difusa visibilidad se produjo todo eso que mencionamos antes. El libro intenta plantear que un dios pagano como Patricio Rey no fue un dato accesorio en las formas que tuvo la experiencia redonda sino su matriz, una trascendencia sin imagen que vuelve posible un nosotros inmanente.

Hablan de un ingreso “dando corchazos” y un disco final que por momentos resulta “indigerible”. ¿Cuáles fueron los discos de Los Redondos que mejor entendieron el momento que atravesaba la Argentina?

Nos parece que todos los discos tuvieron una capacidad explicativa y anticipatoria poderosa, siempre caminando por los bordes de la época. Siempre planteando lo que llamamos el raje: romper las narrativas, los sentidos, las explicaciones. El raje no es fuga porque no se trata de éxodo hacia una supuesta interioridad propia o al aislamiento social como salvación. El raje es estar no estando. Por otra parte, nos parece que los discos, sobre todo desde el momento en que la banda se vuelve masiva, no se limitan a entender la época sino que la crean. Ese es el poder de la música, no es un mero testimonio histórico o reflejo de cosas que pasan en otro lado. Es ella misma una forma de política y gramática cultural poderosa. Argentina no sería lo que es si Lobo suelto Cordero atado no hubiera salido nunca.

En el capítulo final se habla de su desorientación ante el ingreso al “Palacio del Estado”. ¿De qué forma sobrevive y cuál es el futuro que le aguarda a Patricio Rey?

Su presente y su futuro coinciden en un punto: son el espacio, o la ocasión, de múltiples apropiaciones. Veremos que va pasando con eso.

¿Qué aportaría un regreso de Los Redondos?

Es difícil pensar qué aportaría porque es difícil pensar las formas de ese regreso: ¿sería un regreso a producir? ¿sería un regreso extractivo respecto del propio pasado de la banda? Por lo demás, las condiciones desde el 2001 han cambiado profundamente, y sin dudas la experiencia sería muy diversa. En fin, no tenemos ninguna nostalgia por los Redondos, no deseamos su regreso. Siempre hay algo festejable en lo que se termina.

El pasado fin de semana el Indio Solari tocó en Mendoza. Durante el libro lo señalan como el medium por el que habla Patricio Rey. ¿Qué le genera a los integrantes de Perros Sapiens las presentaciones del ex frontman?

Algunos de los Perros han ido a los recitales del Indio. Nos gustan mucho sus discos, nos gusta la música que hace, las letras siguen siendo impecables capas de sentido a construir, contaminaciones de lengua de la calle con guiños sofisticados. Poca gente como el Indio ha aportado tanto al lunfardo actual y al proverbio (indio) contemporáneo. Dicho eso, entendemos que se han producido cambios que diferencian momentos: el indio dentro y bajo el nombre colectivo Patricio Rey y el indio sin ese nombre, el indio a la intemperie. Ciertos desplazamientos en los discursos, las formas de intervenir y pensar los interlocutores por parte de Carlos Solari creemos que dan cuenta de esa intemperie. Algo que nos parece interesante es seguir pensando porque plantea dilemas políticos/subjetivos sobre las delicadas relaciones entre las experiencias colectivas e individuales.

tapa y contratapa



“@elfaco es el yo que existe en tu mente”

$
0
0

el faco

Por Leticia Martin / @leticiamartin

@elfaco nació en Lanús en 1986, es estrella televisiva, periodista de Perfil y uno de los primeros usuarios de la red social Twitter. Entres sus hazañas se encuentra el haber sido el creador de la Rispé, fiesta que reúne a los contactos virtuales de la red social. También administra el blog insomniodigital.tumblr.com, donde vomita escenas de su vida social. Le mandamos unas preguntas por mail y tiró estas respuestas.

¿Qué te lleva a twittear?

Twitter es como un jueguito, te formatea para pensar de cierta forma. Me acostumbré a pensar en 140 caracteres. Con el tiempo se fue convirtiendo en una forma de reaccionar y procesar todo lo que pasa, sea mi vida personal o los acontecimientos diarios. Y además es mi formato para pensar. Si una idea no entra en un twitt, generalmente no me sirve.

¿Cómo surgió la idea de la Rispé Fest?

Gracias a Twitter me hice amigo de @atilael1, un DJ de Córdoba, allá por 2007. Empezamos a viajar para visitarnos y en varios de los encuentros organizábamos fiestas entre nuestros amigos. En octubre de 2009 alquilamos un bar en San Telmo para festejar mi cumpleaños. No vino casi nadie, éramos 20, pero nos gustó el lugar, y a la gente le gustó la música. Organizamos otra fiesta para el 6 de marzo de 2010, y como no sabíamos a quién invitar, empezamos a anunciarla por Twitter. Vinieron 40 personas, no llegamos ni a pagar el alquiler del bar, pero fue corriendo la bola, hicimos otra, y quedó. Supongo que “era una joda y quedó” es el mejor resumen.

 http://insomniodigital.tumblr.com/tagged/vomito/chrono

¿Cómo ves series, en qué ámbitos y momentos. Las alquilás, las descargás, las ves on line?

Miro siempre de noche, antes de irme a dormir. Casi siempre bajo por torrent, aunque ahora uso bastante el streaming, desde que se me rompió el rígido externo. En épocas normales miro uno o dos capítulos por noche, a veces de series que ya vi, como Seinfeld, Los Simpson o How I Met Your Mother. En épocas de insomnio puedo ver temporadas enteras en una noche. Vi las primeras cinco temporadas de Mad Men en dos semanas. Está buena, creo que es sobre la guerra.

¿A qué periodista eliminarías del TL analógico de la prensa de papel?

No leo prensa en papel. No creo que haga falta eliminar a nadie, el tiempo se va a encargar de esa tarea.

¿Sos un adicto a la tecnología?

Como dice @rayovirtual, internet no es una adicción, es el medio en el que vivimos en el Siglo XXI. A la vez, las redes sociales generan adicción a estímulos de satisfacción inmediata, las endorfinas fáciles que provocan el “fav”, el “RT” y el “me gusta”. Es un círculo vicioso que te lleva a estar más tiempo conectado. Aclarado eso, creo que tengo un nivel de adicción normal para una adulto de mi grupo etario, estatura y peso. Me preocupa más la adicción a la cafeína.

¿Qué odiás en una mujer?

Que sean hermosas e inteligentes, porque así no se puede.

¿Qué le sobra a la web?

Le sobran blogs, histeria, sitios de noticias que levantan de otros sitios de noticias, alguna que otra ex y links muertos, que son dos cosas parecidas. Pero en general le faltan un montón de cosas, faltan discos, faltan instrucciones para cambiar un cuerito que funcionen, falta, vengan todos que hay lugar todavía.

¿@elfaco es Facundo Falduto o un personaje de Twitter?

Parafraseando a Shinji Ikari, @elfaco es el yo que existe en tu mente.

¿Lo que pasa en tuiter tiene que ver con la escritura?

Twitter es un formato predominantemente escrito, así que tiene todo que ver con la escritura. Si la pregunta es si tiene que ver con la literatura, bueno, eso es otro planteo. Los formalistas rusos decían algo así como que la literatura se define socialmente, no me acuerdo bien, me quedó previa Teoría Literaria porque me pasé todo el 2002 mirándole las tetas a la profesora. Pero si aceptamos que la literatura se construye socialmente, todo tuit es potencialmente literario. Y no hablo de los microrrelatos y el dinosaurio que todavía estaba allí. Cada mensaje puede ser parte de una historia más grande. Es cuestión de saber leer.

¿Cuál es tu twittero favorito y por qué?

Sigo a 900, si elijo a uno se me pudre. Algunos de los que entro a leer especialmente son @jantasma @jotafrisco @linearotativa @juanfaerman @mattlock_ y @anniedelaciudad, pero no sé, debo estar olvidando a otros 20.

¿Hay algo que nunca dirías en tuiter?

Una vez pisé un gato con el auto sin querer. No, bueno, eso ya lo dije. A los ocho años hice caca en una pileta de Miami. Listo, ya dije eso también. No, bueno, no sé.


“Algo que no sabría como responder”

$
0
0

Por Leticia Martin // @leticiamartin

Mauro Libertella nació en 1983. Estudió letras en la UBA, es escritor y periodista. Colaboró con Radar y Radar Libros, Inrockuptibles, Brando, Encrucijadas, Quimera, El interpretador y No-Retornable. Actualmente escribe en la Revista Ñ y acaba de publicar su primera novela: Mi libro enterrado (Mansalva, 2013) Conversamos con él sobre series y otros consumos culturales.

¿Ves series? ¿Cuáles son tus recomendadas?

No, no veo. Sí vi un par de temporadas de Lost en el momento de máxima moda, las dos primeras de Prision Break y le fui fiel a las primeras siete temporadas de la The office norteamericana hasta que se fue Steve Carell. El currículum se completa con tentativas frustradas y poco memorables: un capítulo suelto de Mad men, uno de Modern family, uno de The Wire (muchos dicen que es la mejor) y algo más que no me acuerdo.  Supongo que recomiendo The office, pero no me daría mucho entidad como consejero, como se habrá visto.

¿Cómo las consumís, en qué ámbitos y momentos? ¿Las alquilás, las descargás, las ves on line?

Lost la alquilaba en un videoclub en Güemes y Gurruchaga. Prision Break y The office las vi online, por series yonkis. En esos casos aislados, me gustaba consumirlas solo, frente a la computadora, de a dos o tres capítulos de media hora seguidos, en algún bache improductivo después del almuerzo o la cena, o en esa enorme tierra yerma que es la vida del que trabaja desde su casa, donde los límites entre producir y consumir son gloriosamente difusos.

¿Qué libro propondrías para hacer una serie?

No sé; me imagino que los “buenos libros” no funcionan para las series, como tampoco han funcionado en el cine. Supongo que al libro se le tiene todavía una especie de respeto atávico, que hace que los directores audiovisuales se acerquen a los clásicos (aunque sean clásicos modernos e incluso contemporáneos) con demasiada cautela, en un paso en falso que suele llevar a la solemnidad. Así que, como hacía Hitchcock, agarraría un libro menor, en el sentido de poco saturado de marcas literarias, posiblemente de género. Todo este dislate fue un modo de hacer que contesto algo que no sabría como responder.


La mirada taimada del campo literario

$
0
0

tapa

Por Mariano Zamorano // @zamoranoconz

Recuerdos de Córdoba rescata las columnas escritas por el crítico cordobés Flavio Lo Presti, originalmente publicadas en el diario La voz del interior. Con Córdoba como escenario principal y bajo “la impunidad relativa que da la indiferencia”, Lo Presti narra su relación con el campo literario argentino, cuenta el odio de su padre por la provincia, y reflexiona sobre el oficio de escribir en una sección que es “insumo informal de panaderos, verduleros y pintores de brocha”.

Gran parte de Recuerdos de Córdoba está compuesta de anécdotas personales con escritores que van desde Aira, Saer, Fogwill y Piglia hasta Washington Cucurto, Camilo Blajaquis y Carlos Busqued. ¿Desde dónde narrar el campo literario?

Una salvedad cobarde: a pesar de que siempre fui competitivo (como decía Saer: un escritor quiere siempre matar al pistolero más viejo) no creo que Recuerdos de Córdoba sea mejor que lo que escribió nadie. El principal problema que tenía para encarar una narración del campo literario es que cuando empecé a escribir la columna estaba loco, o más loco que ahora: había escrito reseñas desde una impostación de autoridad que estaba fundada en una confianza delirante en mi propia historia como lector. Pensaba que solamente yo leía bien narrativa, que sólo yo estaba libre de compromisos con amigos que escribían aburrido a propósito, y lo que veía en el campo era un desorden aterrador. Piglia, nuestro héroe juvenil, había caído en desgracia. Derrumbe, una novela disparatada, había sido leída como una confesión visceral. El único escritor verdaderamente deslumbrante de esa generación era Pauls, cuya inteligencia no lo hace un modelo imitable. Los libros de Tabarovski eran una deriva trasnochada de Aira, y yo pensaba -pese al genio de Aira, o quizás a causa de su genio- que ese camino le hacía mal a la literatura argentina: era el famoso ‘Aira nos cagó’. Sin embargo, el diagnóstico del resto del campo en Literatura de Izquierda me simpatizaba: sus bestias negras son los jóvenes serios, Guillermo Martínez, Leopoldo Brizuela, esa cuasi inteligencia edulcorada y domesticada que ganaba premios y con la que un lector del primer John Barth -por hacerme el cheto- no se podía identificar.

Si bien es cierto que lo que los críticos llaman, mi generación no sentía el peso directo de Borges, estaba golpeada por esa desorientación, y se daba una situación muy rara: por un lado, las redes sociales habían definido el componente más importante del carisma contemporáneo, “un uso glamoroso de la crueldad”; pero por el otro, la literatura joven parecía la cola del nazi de la sopa de Seinfeld, y si alguien comentaba mal el libro de otro joven aparecía un nazi de la sopa imaginario que decía: ‘no hay sopa para ti’. Se abarató la edición, de golpe eran todos escritores, pero el mínimo estatus de escritor era muy frágil y entonces la gente no podía sacar el arma para tirarle a los caraduras que escribían sin relativos, tenían que abrazarse al vecino como esperando un meteorito. Aparecían las palmadas en la espalda, una especie de corporativismo lábil (el de Busqued, que es un genio, es un caso aparte). A mí eso, entre otras cosas, directamente me paralizaba. Parecía libertad, pero era anomia. En esa confusión la única baliza unánimemente respetada era un resabio de la crítica universitaria. Sarlo, por ejemplo, que yo creo que ya no entiende mucho de literatura, o quizás nunca la entendió porque leyó bien solamente esa anomalía que es la literatura argentina: una literatura leída como documento por la UBA, la máquina más grande de producción de malentendidos y aberraciones del mundo después de la CIA (el otro día con unos amigos casi le damos un premio a alguien que terminó de leer una novela de David Viñas).

¿Cuál fue la forma que encontraste para narrar ese campo?

Estaba enojado y paralizado, como cualquiera, pero no podía escribir la columna desde el lugar de ofuscación y altivez provinciana desde el que escribía reseñas en La Voz del Interior y, muy de vez en cuando, en Ñ: era indefendible y no era simpático para el proyecto. Inventé sin querer un personaje fracasado, ridículo, fascinado por las astillas del éxito literario, sentimental, taimado como un cordobés, muy parecido a mí pero más bueno, que va por ahí persiguiendo a los tipos que salen en los suplementos y registrando en detallitos las fallas en la vida de unos héroes a los que mira obligadamente con desconfianza, en el medio de un limbo carteludo pero ruinoso.

A la distancia, pienso que algo cordobés define el punto de vista de la mirada del libro sobre el campo: la naturaleza taimada de la gente con la que me crié, gente pobre, muy graciosa, muy hábil para identificar problemas ajenos, algo que creo que se nota en lo ridículo que es mi propio personaje y en algunas descripciones de “las estrellas”. En Córdoba, si la gente ve que Piglia intenta abrir una puerta cerrada le agrega cinco o seis rebotes y después dice que rebotó como una polilla.

1264692_486698551438360_1317189240_o

En distintas partes mencionás la relación de odio con Córdoba por parte de tu abuelo y tu papá (“ciudad hispano-rancia, conservadora, desmemoriada, sin árboles, sin circunvalación, más rural que urbana, incivil, un pozo asfixiado de smog”, “ciudad hija de puta, radical,y llena de rotondas”, “ciudad de negros inciviles”). ¿Cómo te relacionás vos con la provincia?

Depende de la estación y la localidad: la relación es maravillosa en verano en Rincón Los Mirlos, un camping sobre el río Los Reartes; en Oncativo depende de la cantidad de glifosato que haya en las napas de agua; no conozco el norte de la provincia, y Traslasierra es un misterio. Es una provincia muy grande, muy diversa, imaginate que en el sur hay un Imperio. Pero eso es boludeo: la cuestión es la ciudad de Córdoba, una ciudad muy difícil, socialmente fracturada, urbanísticamente desastrosa, con un transporte público masivo criminal -cuyo boleto cuesta $4,10- y que además de soportar décadas de intendencias ineptas y rehenes de un gremio hipertrofiado de municipales, fue muy golpeada por una administración provincial que es noticia nacional y que venimos padeciendo hace 15 años.

Fuera de esas generalidades atroces, Córdoba es una ciudad de comerciantes y abogados, y la zona intelectual de la población universitaria es reducidísima. Es un lugar hostil a la cultura culta. La cultura es un pasatiempo para señoras y niños bien -que pueden ser geniales, no sé-, un trampolín para vivos o un amuleto para lúmpenes de vidas inimaginables, aunque supongo que es igual en todas partes. Hay gente piola, y esa gente vive todo esto de manera relajada o lo padece. Creo que mi relación con la ciudad es así: si hubiera podido -si no fuera diabético, quedado, cobarde, incapaz- me hubiera ido, aunque a esta altura admito que me reconozco en la ciudad, que la siento mi casa. Las cosas han estado mejorando en el ámbito cultural, con editoriales, librerías, escritores que se mueven, todo a medida que la ciudad se agrieta.

Después, toda esa locura tenuemente racista a la que hacés referencia es propia de mi viejo y, al margen de ser un poco folclórica, estoy sanamente obligado a no compartirla.

¿Qué escritores cordobeses recomendás y por qué?

No puedo recomendar escritores cordobeses porque en general, a pesar de que los autores se me vuelven fetiches, soy un lector de libros. Recomiendo Museo Dapuez, de Andrés Dapuez, El asesino de chanchos, de Luciano Lamberti, La hora de los monos, de Federico Falco, Los invitados, de Hernán Arias, El desierto y su semilla, de Jorge Barón Biza (de aparición inmediata), Experimentos con seres humanos, de Carlos Schilling, Despiértenme cuando sea de noche, de Fabio Martínez, Nivel Medio, de Sergio Gaiteri. Busqued es un cordobés adoptivo y exiliado, pero siempre que pueda voy a recomendar su libro, el que más me gustó (yo casi no lo conozco a él) de la década pasada, el mejor. Soy incapaz de leer poetas; hace poco Diana Bellesi –que es una persona muy inteligente, cálida, extraordinaria- me trató de analfabeto en la cara cuando le dije que no leía poetas. Pero recomiendo El tiempo en Ontario, de Eloísa Oliva, y La división del día, de Silvio Mattoni, porque son amigos míos. Después, para saber cómo es vender libros, de qué se trata eso, recomiendo fervientemente a Florencia Bonelli.

1272901_481577718617110_1375581061_o

En Historia del dinero narrás los vaivenes con la plata durante un viaje a Colombia para participar de un taller organizado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Más allá de esa experiencia particular, ¿qué opinión tenés del taller dictado por Alberto Salcedo Ramos, y qué lugar pensás que ocupa en la actualidad la crónica periodística como género?

El taller de Salcedo no podía ser distinto a Salcedo: cálido, generoso, enriquecedor. Me hizo trabajar como nunca lo hace un crítico: con la necesidad de buscar fuentes, reportear (tomarte el bondi, estar con la gente, moverte: un término que se usa mucho en la práctica de cronista). Después nos hicimos no sé si amigos, pero al poco tiempo fui a Bogotá con un proyecto de vida que no cuajó y él me recibió en su casa, me ayudó a contactarme con gente para laburar, es decir: un fenómeno. Por otra parte, es un escritor del carajo, como dicen los colombianos, el libro de Pambelé es buenísimo, el de crónicas breves también. El taller me ayudó a pensar algunas cosas que desconocía por estar encerrado en el mundo de los libros. De hecho, cuando terminé de leer en el taller de la FNPI Salcedo me dijo ‘¿qué carajos haces escribiendo bibliográficas?’

Con respecto a la crónica, me parece que es el síntoma de una crisis de la ficción (eso que dice Aira en Cumpleaños, peroantes Sarraute y Robbe Grillet y Barth, y antes Borges y siguen) sumada a una coyuntura institucional, pero la pregunta por el género me hace recordar la respuesta de listillo de Churchill cuando le preguntaron qué le parecían los franceses: no sé, no los conozco a todos. Hay crónicas alucinantes y otras que arrastran problemas desde la imaginación que las produce y el teclado que las escribe hasta la maquinaria institucional que las reclama y las paga.

¿Qué rol ocupa la crítica literaria y como intentás ejercerla en los suplementos culturales en los que colaborás?

El rol de la crítica depende de la trayectoria, de las intenciones de cada crítico, y del estado de la relación entre literatura y sociedad, que dicho así parece un club de Futsal pero es una cosa mucho más compleja. No es el mismo el rol en los casos de Nicolás Rosa, Roman Jakobson, Roberto Bolaño, Sunsan Sontag, Josefina Ludmer, Houellbecq, Martin Amis, Damián Huergo o Luciano Lamberti.

Como no tengo talento para otra cosa, ni tengo una beca, lo hago como un sobreviviente: tenía y tengo la obligación de escribir de ser posible todas las semanas para redondear un sueldo que me permita subsistir (algo que es un poco penoso: hay un certerísimo comentario sobre esto en una entrevista de 30 páginas a Fogwill en El ojo mocho). Una vez leí en una entrevista de Marcelo Cohen que nunca escribía un texto sin un “plan de forma”. Me gustó la frase. Yo hago lo mismo, y en eso ayuda mucho el espacio de entre 400 y 800 palabras en las que se mueve la bibliográfica: como dice Calvino que decía Queneau, las restricciones son productivas. Yo no sabría escribir una de esas críticas de blog que tienen 5000 palabras. Habitualmente tengo una idea por párrafo, una conclusión, y trato de pilotear eso escribiendo en el mejor castellano que puedo, el más ingenioso, el más divertido, tanto en el elogio como en el impulso malevolente que me provocan los libros que me parecen malos. Todo eso desde las ideas que tengo sobre lo que es un libro bueno, que son las mismas que tenía a los diez años pero pasadas por la conciencia adulta.

En un tiempo sentía que me iba la vida en defender esas ideas (vagas, confusas) en media página de un diario, y así ejercía la crítica. Después venía el después-de-apretar-send, cuando me arrepentía de todo y no podía dormir pensando que los lectores de Bonelli iban a venir a prenderme fuego o flacos indies super cool se iban a estar riendo de mí en los cocteles del Malba. 


“El fomento de la lectura es lo más importante”

$
0
0

ENTREVISTA A CECILIA ESPÓSITO

Por Leticia Martin // @leticiamartin

Cecilia Espósito es directora de la editorial digital los-proyectos. Ella misma selecciona, arma, cataloga y diseña los libros que lanza a la web. Es editora por la Universidad de Buenos Aires y se especializó en corrección de estilo y producción digital. Con motivo de la primera feria del e-book en Buenos Aires conversamos con ella.

¿Cómo surgió la idea de la Feria del libro digital?

Surgió de la carencia. Nos dimos cuenta de que no existía ningún espacio similar a nivel latinoamericano -incluso iberoamericano- donde se encuentren la producción literaria real y los lectores, compartiendo el plano digital. Quisimos juntar editores, lectores y contenidos en una especie de convención de aprendizaje mutuo. Responder a las dudas y preguntas. ¿Cómo es esto? ¿Cómo se lee? ¿Cómo lo compro? ¿Cómo lo pago? ¿Cómo lo instalo? ¿Cómo me lo mandás? ¿Lo puedo prestar? ¿Lo puedo compartir? Convocamos los-proyectos, Blatt&Ríos, y Determinado Rumor, pero enseguida se sumaron distintas editoriales como Conejos, Tammy Metzer, Funesiana, Santos Locos, Milena Caserola y muchísimos más. Ya somos más de veinte editoriales.

¿Pero no existe el intercambio que sugerís entre los lectores y los grandes portales de editoriales transnacionales?

Claro, pero ese es otro circuito. La cadena de valor que se genera es distinta a la que se propone en este espacio hoy. La industria editorial propone siempre cuidar al librero, firmar contratos de edición con los autores y de distribución de las obras. Replicar en lo digital esa estructura, manteniendo el valor, los oficios, los saberes, e incrementar posibilidades es un gran desafío de todos. Por ejemplo: la venta directa que la propia editorial puede hacer es una gran posibilidad y genera comunidades donde se comparten espacios con los lectores, que es lo que hay que afianzar.

¿Qué contienen esos códigos QR que están regalando en las mesas?

Tenés todo el contenido de la editorial.

¿Gratis?

Libre, no gratis.

¿Cuál es la diferencia?

Lo gratis se desvaloriza. Nosotros trabajamos el concepto de “libre acceso”. No regalamos nada. El que puede aportar, aporta. Colabora con lo que cree conveniente. Quien no, puede acceder igual. Pensá que estos libros tienen el costo de la creación, la búsqueda de los autores, la edición, la producción, el trabajo con la palabra y la generación de una obra literaria, y también el costo de la puesta en circulación de los contenidos. La libertad tiene que ver con que el lector acceda a buena calidad literaria. Y a cambio de lo que crea conveniente o su contribución es, nuevamente, el desafío.

¿Dónde encuentro estos libros después de la feria?

Están en el sitio web para la descarga libre y en todas las librerías digitales, para que el lector avezado en lo digital pueda llevarse la literatura que se está escribiendo ahora y también pueda contribuir con el proyecto.

¿Por qué no cobran directamente un precio prefijado?

Tenemos un precio de venta al público en las librerías digitales, pero también queremos que exista la modalidad de la contribución porque nos interesa -sobre todo- generar una comunidad lectora. Ver si hay empatía, qué genera el proyecto en los lectores, si gustan los autores, si se animan a comentar, si proponen a otros autores. Eso es lo que más nos interesa. ¿Qué se mueve? ¿Se puede leer más? ¿En la compu, en el celular, en la tablet, además de en el papel? Para los-proyectos, el fomento de la lectura es lo más importante.

¿Qué es lo que más disfrutás de hacer libros digitales?

Me gusta mucho trabajar con el texto, pensar la accesibilidad y hacer libros que sean bellos, que nos guste verlos. Me interesa poner libros al alcance de todos.

¿Por qué decís que tu Twitter es sólo profesional?

Porque lo uso únicamente para lo que tenga que ver con los libros. Hacerlos, pensarlos, producirlos y promocionarlos. Me interesa usar Twitter como todas las redes sociales, como la web misma, como motor de lectura y escritura.

¿Cómo fue la feria? ¿Dejó un saldo positivo?

Sí, las dos primeras horas la feria explotó de gente. Todos querían tocar, querían tomar contacto con las computadoras, ver los dispositivos. Imaginate que eso para una editorial independiente es costoso, no es tan sencillo. Nosotros necesitamos que termine de darse el movimiento y la renovación del parque de dispositivos tecnológicos para la lectura.

¿Cómo se aminora el problema de la diversidad de dispositivos digitales? ¿Están trabajando para homogeneizar los programas de lectura?

No. No es tan diverso. Por un lado hay estándares y códigos que trabajamos los editores y diseñadores y por otro lado hay plataformas de lectura: para la computadora, para el reader, para el teléfono celular, para la tablet. En esos formatos varía el diseño y la edición de obra. ePub y mobi, por ejemplo, son formatos distintos y a la vez requieren aplicaciones de lectura diferentes.

¿Se sigue haciendo la feria?

Sí, el año que viene se sigue. Ojalá que podamos hacerla en Buenos Aires y también en el interior del país.


“Un mercado de pulgas con pasillos infinitos”

$
0
0


Por Leticia Martín // @leticiamartin

Apasionado coleccionista de libros, discos, revistas, películas, postales gratis, boletos capicúa, muñequitos kinder y programas de recitales, Rodolfo Edwards se define como un cartonero cultural. Una caja de zapatillas Adidas, dice, fue su primer biblioteca de libros en miniatura. Más adelante leyó a los clásicos y se inclinó por la poesía. Porteño, nacido en 1962, Edwards es licenciado en letras (UBA) y se ha especializado en Literatura Argentina y Latinoamericana. Publicó ocho libros de poesía y participó activamente en la revista 18 whiskys. Dirigió una serie de publicaciones emblemáticas: La Mineta, La Yilé en el Tobogán y La novia de Tyson. Organizó varios ciclos de lecturas y participó de casi todos los festivales de poesía. Contrariamente a muchos poetas de los 90´s Edwards ve con buenos ojos a las nuevas tecnologías. “Las redes son un gran escaparate, un mercado de pulgas con pasillos infinitos”, afirma. Conversamos con él para Revista Tónica.

 

¿Cómo fue tu arribo a la poesía cuando eras adolescente? ¿Qué te llevó a escribir en verso?

Empecé a escribir a los 13 o 14 años y el impulso fue absolutamente amoroso, quizás lo siga siendo. Mis primeras lecturas de poesía tenían que ver con letras de rock; Spinetta y Javier Martínez, sobre todo, y las traducciones de Jim Morrison y Peter Hammil que se publicaban en el Expreso Imaginario. La cultura rock, ese imaginario, me marcó para siempre. Después vino Neruda que me acompañó durante mucho tiempo. Lo admiré hasta el plagio, hasta que lo solté por Nicanor Parra y César Fernández Moreno. Ahora me enamoré de dos poetas uruguayos: Humberto Megget y Liber Falco.

¿Cómo surgió aquel grupo de poetas en los 90´s, del que formaste parte junto a Fabián Casas, Juan Desiderio, Alejandro Rubio, Sergio Raimondi

Con  los poetas que me nombrás, salvo Raimondi, que era de Bahía Blanca, y Rubio, al que conocí mucho tiempo después, compartimos buena parte de nuestras juventudes. Con Desiderio hasta tuve una banda de rock que se llamaba “Aguante de Cancha”. Con algunos de ellos nos conocimos en “La Mineta”, una hojita de poesía que hacíamos entre todos, y de aquellas inolvidables reuniones salieron muchas ideas y proyectos. En aquel grupo inicial estaba, además de Casas y Desiderio, José Villa, Darío Rojo, Mario Varela, Daniel Durand, Osvaldo Bossi, Carlos Battilana, Alejandro Ricagno, Marilyn Briante, Jorge Spíndola….todos poetas que después desarrollaron obras impresionantes y conformaron lo que la crítica llama “el primer noventismo”.

¿Cuándo empezaron a publicar “La Mineta”?

En el año 1987. La fundamos Jorge Spíndola, Juan José Pelorroso y yo. Después se agregaron Patricia Tielli, Daniel Conti y Raimundo Sanabria. En la facu de Letras conocí a Daniel Durand y a Villa que enseguida se prendieron a nuestras reuniones. ”La mineta”, llegó a tener más de 40 integrantes y publicamos 12 números, entre el 87 y el 89.

¿Cómo eran esas reuniones?

Nos juntábamos todos los sábados en el viejo bar Alabama, en Rivadavia y Urquiza. Terminábamos dando vueltas por la ciudad hasta el amanecer del día siguiente. Unos años antes yo había escrito un cuento donde unos poetas de reunían en un pub y organizaban concursos de grafittis y vivían todo tipo de aventuras alcohólicas y psicotrópicas….¡El cuento aquel se me hizo realidad! Después se me acercaron Casas y Desiderio. Todo germinaba imparablemente, éramos una máquina de poesía. Para mí fue una época alucinante. Unos inolvidables versos de Spíndola dicen: “éramos muy jóvenes/confundíamos árboles con fuego/frutas con ceniza/las guitarras ardían/como hembras por la noche/creo que había demasiado alcohol/o anfetaminas/y el vértigo/era una forma de belleza/nos tatuábamos corazones en la espalda/y poseíamos mujeres/con tigres en el pecho/todo el mundo llevaba una joroba/a punto de estallarnos en la cara”. Este poema de Jorge define muy exactamente aquellos años 80, cuando nos tocó ser jóvenes.

¿Qué fue “18 whiskys”?

Ese proyecto se fue convirtiendo en un verdadero mito. La idea original era hacer nueve números dobles pero apenas llegamos a sacar dos. Poníamos todo: poesía, ensayo, crónica, no le hacíamos asco a nada. Éramos muchachos de clase media baja, “negritos”, y los habitués del campo cultural nos empezaron a mirar con cierto recelo y desconfianza. ¿Cómo estos pibes tan desagradables se animan a escribir? Nos acusaron de patoteros, de curdas, de grasas, y tenían razón. Igual vencimos todos los prejuicios y aquí estamos.

¿Cómo fue aquella experiencia con la revista “La Yilé en el Tobogán”?

Esa revista la hicimos con Héctor Urruspuru a mediados de los 90. Con él dábamos taller, nos metíamos en un bowling, mirábamos a la gente jugar tomando unos vasos de ginebra que un mozo nos servía hasta el tope, éramos como hermanos. Después yo volvía a La Boca en noches terribles de fríos bajo cero, alucinando que las luces de las calles parecían cometas a punto de estrellarse contra las ventanillas del colectivo. En La yilé publicamos un largo poema de Allen Ginsberg que se llamaba Por favor maestro, una larguísima letanía donde le pedía a un gurú que le rompa bien el culo. Yo publiqué una especie de manifiesto que titulé Generación H, donde hablaba de nuestra desorientación política y existencial de aquellos años 90. Urruspuru tenía un compañero de laburo que era dueño de un boliche en un sótano de San Telmo; quedaba en Brasil y Bolívar y se llamaba El Arcángel. El tipo lo tenía medio cerrado, entonces nos propuso presentar la revista ahí o hacer un ciclo de lecturas de poesía. Por ese entonces yo andaba medio alejado de mis compañeros de “18 whiskys” y hacer este ciclo con Héctor fue volver al ruedo. El boliche era una disco con luces psicodélicas, pantalla gigante y un Dj. Yo andaba copado con las pelis de Russ Mayer y John Waters y se me ocurrió ponerlas de fondo sin sonido mientras los poetas recitaban.

¿Y con qué frecuencia hacían el ciclo?

Lo hacíamos una vez por mes, las primeras veces fueron diez o quince personas, pero después se empezó a llenar. En esa época no había internet y los diarios no incluían en sus agendas cosas como estas. Funcionó el boca en boca. En ese entonces las lecturas de poesía eran un embole: la mesita, con un velador y la jarra de agua mineral. Una tristeza. De pronto empezaron a parar en El Arcángel poetas como Gabriela Bejerman, Santiago Llach, Cucurto, todos muy jovenzuelos. Terminó convirtiéndose en un lugar de levante. Había canilla libre de whisky para los coordinadores del ciclo y filmábamos unos cortos totalmente delirantes, que dirigía Martín Carmona.

¿Cómo surgió la revista La novia de Tyson?

Esa fue una idea que tuvimos con Cucurto, Horacio Fiebelkorn, Martin Carmona y Marcelo Manuele, que hacía el diseño. Salieron cuatro números, entre 1998 y 2003. No publicábamos solamente poesía, también había narrativa, crónicas urbanas, humor, ensayo, collages fotográficos. El laburo gráfico de Manuele era importantísimo para lograr el “punch” que tenía la revista. Por esos años se armó una especie de Boedo/Florida con las chicas de “Nunca nunca quisiera irme a casa” que dirigía Gabriela Bejerman, que también estaba en el proyecto “Belleza y Felicidad”. Pero después cierta crítica nos puso a todos en la misma bolsa de “la frivolidad noventista”. Ya en el 2005 emprendí otra aventura con “Maldita Kubana”, en un barcito de San Telmo, que era tan chiquito como un depto de un ambiente. Me hacía acordar a una peli de Roger Corman que se llama “El falso escultor”.  Lo coordiné con Pol Ajenjo (poeta, actor, performer), con el que aprendí muchísimo de teatro.

¿Es cierto que sos uno de los creadores del mítico ciclo Maldita Ginebra?

No. Maldita Ginebra tuvo su prehistoria en La Yilé en el Tobogán pero fue fundada por Héctor Urruspuru, Esteban Charpentier y Ricardo Giménez y otros compañero que se fueron sumando con los años. “Maldita” arrancó en el año 97, si mal no recuerdo, y sigue hasta la actualidad, ya es leyenda. Por un corto período coordiné Maldita con Urruspuru, cuya tenacidad es admirable.

¿Poesía o narrativa?

La poesía es un flash, un segundo donde estalla algo y que hay que correr para escribirlo, para contarlo de alguna manera. Un relámpago en la noche, una marca de tiza en un temporal, una estrella fugaz que queda flotando para siempre en la memoria. El poeta está constantemente interpelado por esas iluminaciones y hay que hacerse cargo. En cambio la narrativa te permite una distancia, inventás personajes, te metés con la vida de los otros, es un género dialógico. El poeta está solo y como decía el gran Ringo Bonavena: “cuando suena la campana, estás tan solo que hasta te sacan el banquito”.

¿Cómo te llevás con la tecnología? ¿Leés libros digitales?

Leo digitales por razones estrictamente profesionales, cuando no encuentro edición en papel. Aunque tengo editado un e-book . Lo pueden levantar aquí: ohttp://www.pesiaargentina.com/fichaebook.phok=1p?idEbo3

¿Ves series? ¿De qué manera las consumís?

En los últimos años me enganché con Inspector Morse y Californication. Las veo por cable y también descargo y veo on line a veces. Hay una serie española que se llama “Cuéntame cómo pasó” que descubrí hace cuatro años y que va por su temporada 14. Trata sobre la historia de una familia española entre los años 1968 y 1981 con todo el contexto social e histórico: el ocaso del franquismo, la transición, el destape, etc. Me encanta porque en la serie puedo leer a Balzac/Pérez Galdós. La gracia es que los personajes van envejeciendo junto con los actores. Está muy bien hecha, tiene una producción alucinante y unas actuaciones espléndidas. La recomiendo.

Vemos a diario que publicás tus poemas en las redes sociales. ¿Creés que lo que pasa en Facebook y Twitter tiene que ver con la escritura?

Sí. Plenamente. El surgimiento de las redes sociales es un fenómeno que no se puede parar, modificó nuestra percepción. Las redes son un gran escaparate, un mercado de pulgas con pasillos infinitos. Hoy todos tenemos derecho a un lugar bajo el sol. A las personas hay que motivarlas para hacer de su vida una obra de arte, no importa el resultado final, lo importante es crear, hacer, inventar. Además ahora todo el mundo puede publicar, en papel o virtualmente. Perón solía hacer una evaluación de la situación del alumnado universitario antes del peronismo; a la Universidad entraban por año 100.000 alumnos, si entrasen 1.000.000, decía el General, habría muchas más posibilidades de que aparezca un genio. Me molesta la supervivencia de ciertos bolsones “aristocráticos” donde se cree en que la torta se tiene que repartir entre pocos que se creen superiores al resto. Ahora estamos “todos en el mismo lodo”, como diría Discepolín. Hay gente que se preocupa por hacer rankings y listados, al modo de la “lista de Schindler”, seleccionando a los que se van a salvar del infierno del olvido. El tiempo es la única gran zaranda. El tiempo es el mejor antólogo.

¿Te arrepentís de algo?

Sí, de no haber jugado en la primera de Independiente.


“El teatro me permite conocer el mundo”

$
0
0

Héctor Levy-Daniel es dramaturgo, director teatral y licenciado en Filosofía. Es autor de más de veinte obras de teatro entre las que se destacan Memorias de Praga (premiada en el marco de la  XXIII Feria Internacional del Libro de Buenos Aires), Los Insensatos, El archivista, Las mujeres de los nazis y Yocasta -versión de Edipo Rey de Sófocles-. Además se desempeña como docente en el Instituto Universitario de Arte Dramático (IUNA)  y en la Universidad del Salvador. Recientemente, estrenó Los Hechizados, un espectáculo de su autoría y dirección en el que recupera la historia de amor incestuosa de Lástima que sea una puta del poeta inglés John Ford.

por Natalia Gauna // @NatiCGauna

Héctor Levy-Daniel¿Por qué escribir teatro?

El teatro a mi me permite conocer el mundo.  Yo soy licenciado en Filosofía  y  me formé en la filosofía hegeliana que es la que más se hace cargo de los conflictos. Entonces, yo veo la vida como un conflicto. Siempre hay fuerzas que están en conflicto, enfrentadas, sea en la situación más cotidiana o en la historia más abarcadora. Me parece que la mejor manera de pensar esto o la disciplina que más se ajusta es el teatro que es precisamente conflicto, siempre. El teatro tiene una manera de ver el mundo que es dinámica y a mi eso me interesa. Yo puedo escribir narrativa pero cuando escribo y estoy en el teatro siento como si respirara en mi medio. En el teatro tenés que resolver en un sólo espacio el mundo entero. Es la metáfora del gran teatro del mundo, es una visión de éste hasta en ese sentido. Por eso, el buen dramaturgo es aquel que con muy pocos elementos  puede hacer surgir el mundo.

¿Cómo comienza el proceso creativo de una obra de teatro? ¿Cuál es la idea que la origina?

Para mi hay un método de trabajo. No es que parto de un tema ni de un personaje, sino que los hago desde una imagen que a mi me convoca y contiene algún tipo de contradicción. Esto comienza a producir una especie de dinámica interna que voy siguiendo. Entonces me dejo llevar. Por ejemplo, en la primera obra que escribí yo tenía dos imágenes: un laboratorio y un prostíbulo. Entonces la pregunta era ¿qué tiene que ver una con la otra? Justamente estas dos imágenes -que en sí mismas no tenían nada que ver- me fueron conduciendo progresivamente a la aparición de un personaje que era el Dr. Rommer, dueño del laboratorio y después transformado en dueño del prostíbulo. A partir de ahí se generó la historia. O, por ejemplo, en Memorias de Praga, mi segunda obra, yo soñé un día que estaba en el año 1938 en Praga y me venían a buscar los alemanes. Esto lo soñé en el año 1992 y yo no hice nada con eso, lo anoté y lo guardé. Años después lo desarrollé.

¿Cómo aparece esa imagen?

Generalmente surge frente a la máquina, cuando me pongo a escribir y algo aparece. Escribo mucho y de pronto algo se empieza a desarrollar, es como tirar una semilla. Algunas imágenes quedan ahí y otras germinan. Las que se desarrollan, las que crecen, se transforman en obras. A mi me gusta este método porque yo no tengo que pensar cómo son los personajes, es la propia imaginación la que me va diciendo como son. Es como cuando les digo a mis alumnos que se relajen, que no traten de imponer nada. A veces la ansiedad a uno lo mata. Uno quiere terminar y no se trata de terminar la obra, sino de disfrutarla.

¿Qué es lo que tratás de transmitir como docente?

La mesura. No apurar. Tampoco impedir, ni empujar. Hay que tener paciencia para esperar el resultado. Porque son varias instancias de escritura. Una es el conflicto, otra es cómo darle forma a eso, cómo estructurarlo dramáticamente para que la obra esté bien construida y estructurada. Esto me parece fundamental. Después, no hay que traicionar nunca a la acción, teniendo en cuenta que cada cosa que se hace en escena es acción dramática y si no es acción dramática entonces no sirve. El gran desafío es que sea una acción en la que no se note la mano del autor, que parezca casual y sin embargo, esté perfectamente pensado y, al mismo tiempo,  disimulado. Entonces se produce una dialéctica a entre lo que aparece y lo que se esconde. Lo que se esconde en la intención del autor y lo que aparece es aquello que parece casual.

¿Por qué crees que el teatro es forjador de mito? ¿No es que el teatro los recupera y los pone en escena?

Lo que pasa es que la idea tiene que ver con un combate al teatro living ¿por qué se escriben tantas obras y todas suceden en ese lugar? A mi eso me llama mucho la atención ¿Será lo más fácil, lo que está en el imaginario? Esto tiene que ver con lo que me preguntabas antes. Si uno tiene una imagen con una dinámica interna y esas se desarrollan es muy difícil que termine en un living porque uno se va remontando. Un living sería como asentarse, lo primero que a uno le aparece, es aquello que uno conoce más, el living de la casa. De lo que se trata no es solamente de recuperar lo mitológico sino crear mitos, forjar mitos y transformar en mito aquello incluso que nos parece más cotidiano. En términos brechtianos, sería como un distanciamiento, un extrañamiento de eso que aparece. Por eso hablo de una intervención en el espacio y tiempo, de causalidad y de sustancia. Muchas obras mías son trabajos sobre el tiempo.

En Los Hechizados ¿cómo funciona lo mitológico?

La idea es darle a este amor incestuoso, que está planteado en Lástima que sea una puta de John Ford. En realidad, no es para mi una adaptación de la obra sino una adaptación del tema. Entendiendo por tema, aquello que recorre la obra, eso universal. Al punto  tal, que si yo lo ubico en la pampa funciona de igual manera y al ubicarlo en una realidad totalmente diferente -en un espacio y tiempo distinto- es que empieza a funcionar como mito.

¿Cuáles son las principales dificultades que presenta trabajar hoy en el teatro independiente?

Son unas cuantas, en verdad, y yo trato de no quejarme y trabajar con mucha alegría. Pero si tengo que enumerar diría que: primero, hay poco lugar para la escenografía. Entonces ¿qué hacemos? Buscamos una escenografía que sea lo más austera posible, como pasa en Los hechizados. El desafío que nos propone el teatro independiente es tratar de contar con aquello que nos limita, que puede resultar aliado nuestro. El financiamiento siempre es el tema, tratar de conseguir subsidios, etc. pero una de las condiciones fundamentales es encontrarse con gente que quiera disfrutar tanto como vos y tenga esta idea de transformar aquello que es una limitación en una ventaja, aun cuando no se plantee en esos términos

¿Cómo vivencias la escena teatral porteña? ¿Qué vas a ver?

No veo teatro todo lo que quisiera pero voy. Veo el teatro que yo haría. Por eso también, hago lo que yo iría a ver. A veces voy al teatro y salgo como que… hay algo ahí que no funciona, no se produce esta tensión que deviene del conflicto. Esa tensión dramática que provoca atención en la escena.

¿Y qué es lo hace que no funcione?

Creo que fundamentalmente lo que pasa es que hay una gran cantidad de gente que escribe. Es un momento en que todo el mundo cree que escribe pero ¿por qué? ¿por qué todos quieren convertirse en escritores? ¿por qué creen que escribir es tan sencillo? Eso me llama mucho la atención. Por ejemplo, no hace mucho fui jurado de un concurso de obras de teatro, leí 65 obras, cosas increíbles, de aburridas. Y las leí todas, no es que leí un par de páginas, todas hasta el final. Y después, vi que esas obras se habían  entrenado con absoluta impunidad. Quizás, hay perlas que están y que no se notan porque es tanta la cantidad que es muy difícil para el público qué es lo que tiene que ir a ver.

El panorama teatral en Buenos Aires es inabarcable…

Sí, pero yo no creo que sea una buena noticia. Es inabarcable pero no puede ser que si hay 400 obras por año, todas sean buenas. Entonces ahí,  hay un problema que no sé cómo se resuelve.

¿Por qué crees que esas obras llegan entonces a contar con un espacio teatral en el que se estrenan?

Creo que todo el mundo quiere ser artista y nadie quiere trabajar. A ver… yo tenía un amigo que quería ser escritor, no quería escribir, quería ser escritor. A mi eso siempre me llamó la atención Porque lo que él quería era el título cuando de lo que se trata es de escribir, el titulo te lo tiene que dar la propia actividad. Creo que pasa un poco eso,  estoy seguro que hay mucha gente que escribe muy bien pero si hay semejante proliferación de textos algo tiene que estar pasando.

Y en qué lugar crees que queda la formación académica o los cientos de talleres de iniciación a la dramaturgia…

Ese es un tema. Cualquiera que escribió una obra está dando un curso de dramaturgia. Como digo siempre, todos quieren enseñar pero nadie piensa en aprender. Yo escribí 25 obras. Pero ¿por qué el que escribió una o dos obras ya está dando un taller de dramaturgia? ¿Alcanza? ¿Cuánto ha reflexionado sobre el tema? Me parece que ahí hay una cuestión para pensar. No quiero parecer escandaloso, sólo estoy haciendo un diagnóstico. Yo estudié cinco años dramaturgia y cuando terminé me di cuenta que no sabía nada. A partir de ahí, empecé a estudiar dirección con Laura Yusem. Estuve siete años estudiando con ella mientras también aprendía actuación. Entonces si te pones a pensar estuvo doce años preocupado por aprender. Cuando Laura me dijo si quería dar un curso, ya habían pasado muchos años y había estudiado como una bestia. Ahora no sucede eso. La primera obra que escribí no la puedo ni leer, me parece una mierda pero hoy se hubiese estrenado.

¿Cuándo sentís que una obra está terminada?

Cuando no la corrijo más. La termino y la dejo, por lo menos un mes. La vuelvo a leer, corrijo y la doy a leer para ver cómo funciona. Después obviamente en el proceso de ensayos vuelvo a modificar algunas cosas.

¿Y ahí casi que hay una última corrección?

Si, más una corrección de estilo. El texto no deja de ser una especie de hipótesis y, como pasa en toda hipótesis científica, está para que se modifique, se corrobore o no. Con la obra de teatro pasa lo mismo.

¿Hay algo sobre lo que nunca escribirías?

No creo… No creo que haya algo sobre lo que no escribiría,  siempre tamizado por mi propio universo. Si alguien me hubiera dicho hace un tiempo que escribiría sobre el incesto entre hermanos [Los Hechizados] quizás hubiera dicho que no o de qué manera. pero creo que podría escribir de cualquier tema en tanto me interpele, lo haga mío, se transforme en una manifestación de mis propias obsesiones.


“La poesía nos permite acomodar ideas y entender”

$
0
0

Por Leticia Martin // @leticiamartin

Escritora y poeta argentina, Patricia González López nació en la Ciudad de Buenos Aires, el 7 de agosto de 1986. Es licenciada en relaciones públicas por la Universidad de La Matanza y magister en Comunicación, Cultura y Discursos Mediáticos. Trabaja como docente e investigadora de la misa casa de estudios. Publicó los libros: Indecible (Milena Caserola, 2009) y Dos de azúcar (Milena Caserola, 2010)

¿En qué momento escribiste Maldad, cantidad necesaria?

Los textos de Maldad, cantidad necesaria son de comienzos de 2009. Mientras escribía no sabía en qué iba a terminar todo, se me cruzaron varias ideas, y en el medio de la escritura y las lecturas nació el título. En marzo más o menos empecé a armar el libro, viendo cosas que tenía perdidas, releyendo lo nuevo y terminando algunos textos que tenía colgados. Luego lo armé, se lo pasé a Matías Reck de Milena Caserola y a Diego Cortés, que también me pidió material. Así nació la co-edición.

¿Qué buscás cuando agregás imágenes, tachás los versos, variás el tamaño tipográfico o incluís íconos en tu poesía?

Cuando escribo con distintos tamaños tipográficos busco retratar distintas voces. Mi voz, una voz de afuera o de adentro, la voz del inconsciente como algo que retumba y  habla mientras se sienten otras cosas.  A veces busco, simplemente, marcar un grito, mostrar que no me da la voz. Respecto a tachar, es un juego, es algo así como “salió esta palabra, este título pero lo censuro”. Hay un texto en esa línea que se llama “Yo taché lo que escribías”, donde el recurso fue idea de Matías Reck. Con las imágenes y la iconografía pasa un poco lo mismo. Al principio pensaba en algo más tradicional como incluir dibujos, pero surgió lo de pegar el isotipo de Twitter en vez de la palabra. Hay una cuestión de reconocimiento de la palabra a través de los íconos que señalan algunas cuestiones de tipo social o comunitario. Si todos entendemos algo que no se nombra hay algo ahí. ¿Por qué entendemos la ausencia de palabras? ¿Qué tiene el ícono? ¿Cómo juega en mi poesía? En el texto intervenido con recortes de noticias pasa algo similar. O eso espero. Me gusta exponer el juego de la comunicación y reírme de eso. También es una forma de hacerlo más dinámico, como el libro no tiene capítulos o partes es encontrar puntos donde poder parar. Por lo menos a mí me gusta que el libro tenga algo lúdico.

¿La idea de la tapa es tuya?

No. La tapa es de un director de arte chileno que se llama Marcelo Vásquez Parga. Él maquetó con un equipo, fotografió y diseñó después. Me gusta saber que el libro también es obra suya, de alguien más que yo.

¿Qué poetas reconocés como influencias?

Sé que Francisco de Quevedo me marcó por lo menos al principio. Yo arranqué a escribir a los 12 años y sólo tenía lecturas de manual de lengua. En mi casa no había libros, si diccionarios, enciclopedias, pero la literatura empezó a aparecer cuando mi vieja vio que me interesaba el tema. Ahí empecé a leer a Lope de Vega porque ella me regaló sus libros. Pero si soy muy sincera la verdad es que no leí tanta poesía de chica, trataba de aprender recursos, los ejercitaba, sentía que el sentir sólo no alcanzaba. En la adolescencia leí a Rilke. Cartas para un joven poeta fue un refugio al que volví varias veces. También me gustan mucho volver a Kalil Gibran, Calderón de la Barca (La vida es sueño, El alcalde de Zalamea) Diana Bellessi y Baudelaire.

¿Qué leés?

Leo mucha filosofía, sociología, libros relacionados con medios y novelas. Algunas lecturas de ese tipo me ayudaron a entender un poco más el día a día, y por supuesto me llevaron a escribir.

¿En qué circunstancias escribís? ¿Tenés una rutina armada?

Escribo cuando se me cruza una idea, una imagen, en lo primero que encuentre, un flyer, una hoja, el celular. Quizás termino de desarrollar la idea a la noche. La noche es un gran momento para escribir. Escribo generalmente de noche. Rutina no tengo, quizás escuchar música , buscar un ritmo para los versos, tomar alguna infusión. No mucho más.

Hay marcas no “literarias” en tu trabajo, como twitts, nombres de productos de consumo masivo y recortes de diarios y revistas. ¿Qué buscás con esas incorporaciones?

A veces me surgen frases o una idea que se queda ahí por mucho tiempo, entonces trato de no forzarlo, eso a veces es un twitt, a veces algo que queda pegando vueltas en un word, o en el pendrive, o en mi cabeza. Creo que esas marcas, por ejemplo de producto masivo, tienen o muestran un momento, algo que pasó, que fue, un recuerdo. No otra cosa. Es poder decir algo de otra manera, que haya una idea.

¿Por qué decidiste que el libro debía contener relatos breves en prosa?

Es un vicio que tengo. Yo no lo tomo como un cuento porque pareciera que siempre falta algo para tener un cuento. Entonces relato nudos o escribo ciertas descripciones. A veces cuando escribo me sale ese formato y quedan así, perpetuados para siempre. No puedo clasificar muy bien qué son esos relatos.

¿Por qué pensás que hay que escribir y publicar poesía?

Una vez escuché que escribir poesía era “una manera no corriente de decir lo corriente”, para mí es eso, adopté esa definición. A veces lo que sucede no me entra en el cuerpo y necesito buscar otras formas de decir para expulsarlo, y en algunos casos salvarme. Hay que escribir poesía para buscarnos y encontrarnos en las cosas que nos pasan y no sabemos bien qué son. Tal vez otro sí lo sabe, sí puede verlo, o sencillamente la poesía nos permite acomodar ideas y entender. Para mí es una forma de socialización, una instancia más después de los padres y las instituciones, donde uno ve que al otro le puede pasar lo mismo y salir del dolor. Y hay que publicar poesía para poder ver qué pasa en este tiempo, en este lugar, cuáles son las inquietudes y las nuevas búsquedas en el lenguaje, para vernos, que muchas veces, en la “velocidad de la certidumbre” no caemos.



“Me siento más cómodo en el caos de internet”

$
0
0

Diego Sánchez es periodista, editor del suplemento joven Ni a Palos de los diarios Miradas al Sur y Tiempo Argentino, y autor de los cuentos La muerte de un autor (Los días que vivimos en peligro) y Una nación de surfistas (Un grito de corazón). En la siguiente entrevista habla sobre su trabajo como editor, la batalla cultural durante los diez años del kirchnerismo y el rol que le resta al periodismo tradicional frente al caos de internet.

Por Carlos Mackevicius y Mariano Zamorano // @bolibashing y @zamoranoconz

Ya sea como redactores o entrevistados, Ni a Palos le ha dedicado un espacio a autores de esta generación que piensan la época actual desde distintas perspectivas (Martín Rodríguez, Hernán Vanoli, Sol Prieto, Diego Vecino, Carlos Godoy). ¿Qué función cumplen dentro del suplemento?

Si hay algo que puedo decir, pese a que no estuve en las reuniones fundacionales y no me puedo arrogar una experiencia de la que no participé, es que Ni a Palos surge en un momento donde el kirchnerismo no tenía una identidad tan clara como la tiene ahora. Me acuerdo que lo que más preocupaba en los circuitos militantes de 2003 a 2005 era la falta de base social: el kirchnerismo era una aparición en el Estado, una transformación muy novedosa con muchos cambios dentro de una lógica con las reglas de la burocracia y  la política argentina, pero era eso. Después del conflicto con el campo claramente el kirchnerismo se volvió algo un poco más amplio, con convivencia de pequeñas culturas -militantes, no militantes, gente que venía de otras experiencias- y Ni a Palos surgió ahí, en un momento en el que los medios no seguían esa agenda ni se paraban desde un lugar de absoluta reivindicación como pasa hoy. 6 7 8 también aparece en esa época: una aparición que viene para decir ‘somos kirchneristas’, cuando ser kirchnerista era como ser leproso. Por otro lado, Ni a Palos surge de la experiencia de los blogs, algo que ahora ya no pasa tanto por razones que van desde la incorporación de algunos blogueros al Estado o a ciertos medios tradicionales hasta una pérdida de densidad y profundidad de la herramienta frente a otras como Twitter. Me parece que esa bloguería K o política fue la que formó a Ni a Palos. Yo tenía un blog y mi grupo de amigos, así como ahora podés tener amigos tuiteros, salía del blogroll: leía mucho a Martín Rodríguez porque había una mezcla de literatura, poesía muy bien escrita y mucha lucidez para analizar la política, leía el blog de Santiago Llach, el de Juan Terranova, La Barbarie cuando no estaba Artepolítica.  La presencia de ciertos nombres creo que es porque Ni a Palos surge de ese mundo de los blogs y de gente que le interesaba la política, el pequeño submundo cultural, estaba atenta a una novedad editorial, a algo que decía otro blog.  Cada vez menos, pero todavía hay gente que le cuesta creer que Twitter o un estado de Facebook no sea un  lugar de validación de opinión. Para nosotros siempre fue así. A veces leo más Twitter o cosas sueltas por ahí que diarios en sí mismo. A la hora de pensar mi opinión de la cultura y la política yo leo más a Hernán Vanoli que a Mempo Giardinelli.

¿Cómo se piensa un suplemento juvenil?

En el caso de Ni a Palos es más natural en el sentido de que si había que darle una voz a la juventud, esa juventud había estado hacía dos días en los blogs. Me parece tan natural como que hoy estemos  tuiteando, leyendo tuits o manejando nuestras opiniones de acuerdo a lo que discutimos y vemos en las redes sociales. En la formación de 6 7 8 está la lectura del kirchnerismo de que la 125 se perdió en gran parte por la ausencia de medios y la frase que se le atribuye a Néstor Kirchner de ‘los medios son los fierros’. Después cada medio siguió su camino. Uno sabe el monstruo con presupuesto que se  fue haciendo 6 7 8, construyó televidentes, se volvió algo más cerrado, serializado, no cambió mucho, y se talibanizó. Si 6 7 8 surgió como un lugar para abrigar nuevas voces, o gente perdida,  hoy es más bien expulsivo y abriga a esa gran parte de identidad kirchnerista que se encerró en sí misma. Ni a palos se presenta como un suplemento joven aunque no me creo capacitado para decir qué es la juventud, o dónde está la juventud y dónde no. La idea de suplemento juvenil parecía en algún punto algo viejo, tradicional, como la sección de economía o el suplemento de espectáculo dentro del ordenamiento tradicional de los diarios de papel que están en crisis. Pero una cosa que consideramos es que la política es parte de la juventud, no únicamente desde la militancia, sino a través del debate público. ¿Por qué hay gente que un miércoles a la noche se pone a ver el debate de TN y tuitea?

Cuando hicimos la encuesta sobre series decías que a la televisión satelital le reservás el mismo destino de reposición de contenidos y consumo relajado que a la prensa escrita. ¿Cómo pensás el #findelperiodismo y cuánto vienen a aportar las redes sociales a esto?

Lo miro desde un lugar generacional, no tengo la costumbre de salir a pasear al perro y comprar el diario. El lugar del que me alimento, leo y pienso lo que escribo es internet (páginas webs, blogs, comentarios en Facebook, RTS). Lo mismo para mucha gente que llamo para entrevistar o temas que surgen. Me parece que el diario tradicional se terminó transformando en un lugar donde va un lector a confirmar o a discutir su potencialidad política. Hoy el diario de papel quizás es un gesto político, ideológico, de confirmación de identidad. Siempre se habla de los lectores que perdió Clarín, pero en realidad la idea misma de comprar el diario para informarse es un poco obsoleta. Yo me siento más cómodo en el caos de internet donde vos rompés esa serialización de mercado y de perfil de lector, porque escribís cosas que después lee, comparte y comenta gente que quizás jamás compraría Tiempo Argentino. Es lo que me gusta: cuando escribo lo hago pensando que es como el cumpleaños de Cafiero, ‘entran todos’. Está bueno romper con esa serialización y la forma en la que se hace periodismo hoy: una cosa muy repetitiva, que siempre dice lo mismo y me fatiga. Hay muchos periodistas que se creyeron eso de que si se corren un poco se cae todo.

¿Dentro del caos de Internet qué medios destacás?

Yo leo la revista Crisis, Paco, Tónica, THC, rescato columnas en Página/12, Tiempo Argentino, Clarín. Por ahí me parece que eso ayuda a construir una identidad. No dialogo con las columnas de Jorge Giles o Alejandro Borensztein. No los leo, no me importa lo que digan, no me interesa que me lean. Yo soy medio fanático de Coronel Gonorrea por inteligente y cínico, que en este momento de solemnidad abre la ventana para que entre un poco de oxígeno. Completando lo que hablábamos antes del kirchnerismo, después de la muerte de Néstor Kirchner hubo una cosa de cerrarse para proteger un proyecto, cuando todo el mundo pensó que se iba todo a la mierda. En un contexto de una batalla muy cruenta con Clarín, se fueron cerrando los bandos y los límites. Ahora veo cierta solemnidad, gente que se toma todo en serio: si todos compartimos la misma foto en Facebook y  compartimos el poema de Orlando Barone sin ironía es agotador. No se puede vivir creyendo que de lo que vos escribís depende todo el proceso político. Sobre todo porque estamos hablando de lo estrictamente cultural en mi caso: si vos  escribís pensando que de eso depende la AUH es insoportable, te volvés el padre Farinello, como custodio de un fuego, te pones repetitivo, nostálgico, meloso, te vas a la poesía.

¿No pensás que la batalla cultural se agotó un poco pensada en términos de conflicto contra Clarín?

Con la Ley de Medios lo único que quiero es que se cumpla. Todos la apoyamos por distintos motivos y en términos pragmáticos. Clarín se había transformado en un monstruo corporativo que es improcedente para una vía democrática capitalista más o menos normal. Yo aspiro a eso, no le tengo mucha fe a las transformaciones en términos de mejor o peor periodismo. La prensa va a ser igual. Creo también que el debate de la batalla cultural ocupó un lugar en la agenda pública que es un poco contraproducente a la hora de pensar política y armar otras necesidades, pero tampoco creo que la Ley de Medios no sea una necesidad de la población. Tiene importancia porque es una ley aprobada, discutida por el Congreso que se tiene que cumplir también para darle un refresh a la agenda pública. Empezar a discutir si el kirchnerismo va a seguir, cómo, con quién, con qué banderas, si hay que bajar la pobreza, poner trenes. El kirchnerismo está en un momento de crisis, viene de una derrota electoral, tiene el quilombo del cepo, necesitás encaminar eso con política, dirigentes y territorio. No lo resolvés gastando todas tus fuerzas en esa ley.

clarin

Hace poco escribiste sobre el Circuito Papal que financia el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. ¿Desde qué lugar abordar al Papa?

Qué se yo. Tengo una formación católica de chico de clase media progre, primaria católica, medio pública medio privada, atravesada por la Ley Federal de Educación. Estoy bautizado y tomé la comunión, y en algún momento de mi vida decidí ser ateo. Con el Papa me llama la atención que sea argentino, en un país cuya coyuntura no descansa, es un dato insoslayable de nuestra realidad y como tal me interesa. Lo miro de afuera pero me parece que impuso muchos cambios o gestos. Si me críe toda la vida diciendo lo del oro del Vaticano y viene un tipo y lo pone en cuestión, me gusta. Sobre la nota, estaba yendo a lo de mis viejos y el circuito se hace en los mismos lugares que transcurrió mi infancia y adolescencia en Flores, un barrio sin infraestructura, que no es Recoleta ni Palermo. Después hay mucha joda. Citando a Juan Terranova: es saber correr por derecha y por izquierda a muchos lectores. El Papa me interesa como personaje político, cultural, y también por el ruido que generó el día que asumió: mucha gente viralizando la foto de Bergoglio dándole la eucaristía a Videla y a los dos días Cristina estaba en Roma. Yo prefiero que la Iglesia como tal no intervenga en la vida democrática argentina, pero la verdad no creo que el Papa esté interesado en la política argentina. Si llegaste a ser la cabeza de un movimiento de 2000 años de historia lo que pase acá es una cosa provinciana. Igual que el hecho de que haya sido un arzobispo conservador que habla del diablo en el matrimonio gay y cuando se transforma en Papa dice: ‘¿quién soy yo para juzgar a los homosexuales?’. Es fácil compararlo con el Néstor que en Santa Cruz tenía una Corte propia y cuando llegó a la presidencia designó una corte independiente. No hay contradicción ahí: son tipos que entienden que el poder tiene momentos y facetas. No es lo mismo ser cura en un pueblo que ser Papa. Y en este país ahora son todos católicos. El otro día en el centro me dan un volante de CAME y decía: “el Papa Francisco está de acuerdo con cerrar los comercios los domingos”, con la foto del titular de CAME, que fue al Vaticano y se sacó una foto medio de costado con Francisco a la salida de la Iglesia. Y el Papa apoya todo, viste.

 tapapapa

 (*) Nota: Las dos tapas del suplemento Ni a Palos que figuran en la entrevista fueron realizadas por Diego Paladino (publicoclaroevidente.tumblr.com/?og=1).


“Me aburre terriblemente la narrativa que chorrea realismo”

$
0
0

Por Florencia Blanca//florencia.blanca@yahoo.com

Nico Saraintaris nació en 1983, vive en Buenos Aires y es Licenciado en Letras (UBA). Publicó cuentos en revistas y antologías de Hungría, España, México y Argentina y la novela Lógica Germinal (Simurg, 2006). Actualmente escribe relatos seriados en Literatura Clase B  (literaturaclaseb.com) y desarrolla videojuegos para el estudio que tiene junto a Damián Troncoso, Beavl (beavl.com). El 7 de noviembre presentó Si esto es descansar (Añosluz, 2013), su nueva novela.Nico Saraintaris

Tu novela parte de un personaje en búsqueda de una idea brillante ¿Cómo surgió la idea de Si esto es descansar y el telo para siestas?
Como cualquier solución simple a un problema general, la idea del telo para siestas anda dando vueltas en el imaginario popular desde hace un buen tiempo. En 2008 se le hizo bastante promoción a un Hotel en Córdoba que presumía ser el primero en dejarte alquilar una habitación para dormir la siesta. La novela la escribí en 2007, pero a mucha otra gente se le debe haber ocurrido lo mismo antes o después. Las fechas no importan. En el mundo de las startups hay un lugar común que dice que una idea no vale por sí misma, que hay que transformarla en realidad para que garpe. Las pelotas. Si esto es descansar puede leerse como una novela que escribí al pedo, porque lo que realmente importa es la idea. Todo lo que sigue a la idea del telo para siestas sobra. Pero ojo, siento una atracción morbosa hacia todo lo que sobra. Ahí hay una definición posible del arte: “lo que sobra” (no quiero hacer un juego paranomásico acá. Algunos son adictos a las drogas duras, pero les aseguro que lo mío es más heavy. No hay granja para los que abusan de los juegos de palabras).

¿Qué escritores te influenciaron?
R.A. Lafferty era un fenómeno. Se podría borrar su literatura del planeta y la humanidad seguiría su curso sin modificación alguna. Sus libros no buscan cambiar nada y están llenos de ideas geniales (acá no lo conocía nadie y hace unos años Michel Houellebecq dijo que Lafferty era de lo mejor del siglo XX. Ahora sus novelas están mucho más caras en eBay. Igual joya, porque tengo muchas primeras ediciones que compré hace tiempo. ¡Yo lo leía cuando tocaba en Cemento!).
Pero además de Lafferty, y sin más orden que el de la concatenación, muchos guionistas de cómics (Morrison, Moore, Ellis), el bueno de Aira (tengo más de 50 novelas de César), Charles Fort (fuente inagotable de rarezas y racionalizaciones delirantes), Borges (estoy adaptando, y por adaptar quiero decir “casi choreando”, algunos de sus análisis de la lotería para un juego que estamos desarrollando que transcurre en una suerte de colonia espacial rusa llena de clones, máquinas y una “Kápsula” de la que nadie vuelve), Robert E. Howard, Poe y no sigo porque aburro.

Decís que tu libro está ligado al mundo de internet y de hecho se puede leer ahí ¿Leés libros digitales? ¿Por qué seguir publicando en papel?
No uso Kindle, uso un iPad 2 que refleja la luz del sol, una garcha. Pero leo mucho en la computadora. Se podría decir que “leo en internet” (posts, estados, tweets, etc.). Soy fanático de Tumblr y lo fui de Posterous hasta que Twitter los compró y terminó haciendo pija. Publico en internet también. Mucho. Relatos, tiras, cómics. Y hago otro tanto (tengo más de 100 tumblrs, en uno subo gemidos reproducidos al revés. En otro, fotos que me mandan imitando las que se filtraron de Scarlett Johansson hace unos años mostrando el orto. #Scarlettjohanssoning fue un fenómeno mundial, me hicieron una nota para Elle Francia y le vendí un banner a un pornoshop español que me terminó cagando). Pero vuelvo a la cuestión de seguir publicando en papel. El formato físico es otra forma de “poseer” un contenido. Tengo muchos libros en formato epub. Y de esos, muchos los tengo en papel porque me gusta tenerlos. Ahí está la clave.

¿Qué te interesa de las portadas de libros que publicás en tu Facebook y Twitter (@nicosaraintaris)?
Más que interesarme, las comparto porque me llaman la atención. Busco siempre cosas que me sorprendan. Las portadas que comparto (generalmente pulp) son instantáneas de algo que nunca vi y de alguna forma me interpela: la idea de que hay algo más allá de lo real, si querés un afuera del conjunto, una solución a la Paradoja de Russell. Algunos le dirán escapismo. Qué se yo. Puede haber algo de eso.

LiteraturaclaseB

¿Cómo definirías
Literatura Clase B? ¿Cómo surgió la página?
En algún lugar dije que Literatura Clase B es un sorete de paloma en el hombro. Hay algo de eso. Pero también está la idea de “género”. Me aburre terriblemente la narrativa que chorrea realismo. Me gusta la ciencia ficción, el terror, el policial y trato de armar historias interesantes con eso: un taxista intergaláctico, un zombie sibarita, monstruos que llegaron con un tsunami, un atlante en el exilio, un prostíbulo en la luna y pampas radioactivas. La página la armé porque el dominio estaba disponible (comprar.com es otra de mis adicciones). Literatura Clase B era un buen nombre y concentra eso que me gusta, la idea de literatura y la idea de género. No es más que una etiqueta para una forma de entender algo que me gusta escribir, un tag, una marca si querés.

¿Qué textos argentinos podrían leerse como clase B?
El realismo delirante de Laiseca o cualquiera de las novelas de Aira serían algo así como primos lejanos. Pero para Literatura Clase B es vital internet, y tanto a Aira como a Laiseca les falta internet. Wikipedia, Boing Boing, Twitter, Tumblr, Blogger, Fortean Times, WordPress, Wired, io9… Hay algo en la brevedad, en el armado de los párrafos, en la serialización, en el ritmo… mucha gente que lee Literatura Clase B lee la página en su celular.
Y Busqued, sí. Bajo este sol tremendo es una novela que me hubiera gustado publicar.

¿Ves series? ¿Cuáles? ¿Cómo las consumís?
Veo muchas series, sí. Uso uTorrent y Netflix. El Yin y el Yang, si querés. Veo Spaced, Extras, The Office, Louie, Homeland, Breaking Bad, The Killing, House of Cards, The Fall, Bored to Death (me olvidé de mencionar antes a Jonathan Ames, uno de los tipos más inteligentes que leí en los últimos años. Sus crónicas son geniales, me acuerdo de una que habla de la “mangina”, un dispositivo/ropa interior por el cual un performer trata de formar labios vaginales pasando su escroto a través de un corte en la prenda. El relato es increíble).

¿Qué tenés en cuenta a la hora de diseñar un videojuego?
En Beavl [beavl.com/our-games] tratamos de hacer juegos que tengan personalidad, juegos de los que te acuerdes y tires el nombre en alguna reunión para hacerte el piola. Nos concentramos mucho en trabajar sets de reglas y crear “verosímiles” (en eso no difiere mucho de escribir un relato policial, por ejemplo). Estos son los juegos que llamamos “de mecánica”, como el Junction Action Arcade, un juego que sacamos para iOS/Android. Pero también hacemos juegos con más peso en la historia como The Narrow Path. The Narrow Path [the-narrow-path.com] lo desarrollamos en dos semanas para una competencia organizada por la gente de The Walking Dead y ganamos. En este juego nos asociamos con la bestia de Fernando Martínez Ruppel (quien ilustra varias de las series de Literatura Clase B y con quien editamos en revistas de ciencia ficción relatos ilustrados). Para un juego así el laburo es distinto, trabajamos en planos: mecánica e historia van por carriles diferentes pero de vez en cuando hacemos que se crucen para que la experiencia sea íntegra. Y sí, videojuegos, relatos, cómics, internet: todo forma parte del fenómeno de la escritura.

The Narrow Path


“La literatura pertenece al tacho de basura cultural”

$
0
0

En El desmadre, la novela recientemente publicada de Pablo Farrés (Ramos Mejía, 1974) nadie puede hablar. Hay silbidos, chasquidos, pensamientos, pero no existe la posibilidad de la comunicación, no se puede ⎯pese a los intentos⎯ narrar los hechos, incluido ese informe que la Asociación Madres de la Memoria le encarga a la protagonista de esta historia imposible, incatalogable. Farrés despliega así un espacio inexistente, Mailán, que se parece mucho a nuestro país pero no lo es. ¿Se trata de una excusa para narrar por afuera del canon, de la historia y del lugar común? Conversamos con él para RT//

Por Leticia Martin // @leticiamartin

¿Cómo surge la idea de El Desmadre? ¿Qué te empuja a escribirla? ¿Un hecho? ¿Una idea? ¿Dónde ubicás la textura de “lo literario” para considerarlo digno de ser narrado?

Para responder sigo un poco el planteo de la narradora.

1. Por un lado, ella sostiene que la idea de “madre” se relaciona necesariamente con la escena del parto; pero el parto en sí mismo es una escena imposible. El momento en que la mujer se parte para dar vida -al costo de ya no estar allí- es transformando en una mitología personal y en una ficción comunitaria.

2. La muerte de un hijo significa la imposibilidad lógica de seguir siendo madre. De ahí su desmadre en relación al concepto.

3. La narradora no sólo se desmadra a nivel conceptualmente sino también físicamente, hasta el punto de tener que asumir la novedad de un pene que ha surgido entre sus piernas. Lo que tiene que sostener ese travesti  desde entonces es su mitología: ser la madre de un hijo desaparecido, haciéndose cargo, a la vez, del pene que la ha desmadrado y desconchado.

No sé entonces si se trata de una historia digna de ser narrada. La condición de madre es imposible en sí misma, es una ficción y por lo tanto: literatura. La noción de ficción no necesariamente remite la narración de una mentira, sino que -aún siendo verdadero- el hecho narrado no puede sino existir en el lenguaje.

¿Pero cómo resuena el uso del término “madre” en esta época y en nuestro país?

En Argentina no podemos hablar de “madres” sino de “Las Madres”. Las mayúsculas implican una dimensión política y comunitaria de la que nadie puede estar ajeno. En el imaginario cultural, los que nacimos en los setenta nos definimos como hijos sustitutos de unas Madres que nunca nos acunaron. Pero el problema que a mí más me interesa es el de cómo el discurso de la memoria redujo la narración a su imposibilidad: “verdad, memoria y justicia”, haciéndole el juego a las estructuras más conservadoras de nuestra sociedad. Eso mismo explica la apropiación política que el kirchnerismo hizo de la memoria y de las Madres. Hubiese estado bueno que el discurso de la memoria explicitara sus desplazamientos desmadrados –Freud lo sabía: superposición, travestismo, desplazamiento, etc. Pero eso no ocurrió. Y entonces fuimos educados y sometidos a la búsqueda interminable de la verdad y la justicia: neuróticos palurdos (yo entre otros).

¿Y qué efectos tuvo esa educación a que fuimos “sometidos”?

El resultado no puede ser otro que el de ocupar constantemente el lugar de la demanda y la queja infantil. Somos una cultura del resentimiento. De todos modos, lo que está fuera de la cultura –o que por lo menos debería estarlo- es la literatura. Y en este sentido no está mal que sea la literatura la que invite a la ficción, a la desmemoria y a la fiesta, en lugar de invitar a la verdad, la memoria clasificatoria y la justicia.

¿Podemos decir que El Desmadre es una metáfora del modo en que el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional operó sobre las psiquis y los cuerpos de sus víctimas?

Entiendo que no. No hay metáfora. A la narradora le sale en serio un pene. Las metáforas no me gustan mucho. Me gusta en cambio hacer la narración de una experiencia imposible. Con respecto al Proceso, me encuentro con un límite propio. Acerca de las Madres se puede hacer literatura porque su condición es la de la narración, viven en el lenguaje y en este sentido nos incumben en la dimensión humana del lenguaje. Los milicos no laburaban en el lenguaje –o lo hacían, pero mal, tan mal que la batalla cultural la perdieron en lo discursivo (no sólo fueron hijos de puta sino que también eran tarados comunicacionales). Intervenían sobre los cuerpos. Ahí hay un afuera de la ficción, del lenguaje y de lo humano. Ese ámbito del desastre físico, de la destrucción corpórea, de los cuerpos arruinándose, es lo inenarrable, lo indecible. Pero que los milicos sean el afuera del lenguaje y de la ficción no significa un borramiento del horror, sino la insistencia muda del horror en la lengua y en la ficción.

¿Qué hay del discurso contra los milicos? ¿Qué encontrás condensado ahí?

Cuando alguien habla de los milicos invariablemente cae en clichés demasiado transitados y termina diciendo pavadas. Cuando el horror –es decir, el mero reviente físico- es el límite del lenguaje. Hablar del horror no es más que una farsa o una estadística. En cambio, las Madres son nuestra ficción, de ellas se puede hablar porque de algún modo somos hablados por ellas. El problema, claro está, es que podamos hablar por nosotros mismos y permitirnos nuestro desmadre.

¿Pero, más allá de esta novela, te interesa el trabajo con las figuras retóricas?

Poco y nada. Entiendo que las figuras retóricas son el efecto de un territorio pre-narrativo. Surgen de un lugar que no son las palabras pero que las hace emerger. Puede tratarse de una imagen, de una obsesión, de cierta música, o lo que fuere. La palabra es un horizonte que no necesariamente señala su origen. Sin embargo, sin ese origen no-discursivo, la palabra se transforma en nada y el relato en mera sumatoria de figuras retóricas.

A lo largo de la novela la narradora reflexiona sobre la dificultad del lenguaje y la comunicación. ¿Podemos decir que El Desmadre es el no-relato posible de aquel hecho?

En un principio el texto se llamaba Informe acerca de la imposibilidad de todo informe. Cambié el título por El desmadre porque me parecía que la noción de imposibilidad no ayudaba a entender el acontecimiento del desmadre como una afirmación de vida. Pero claro está, la afirmación de esa experiencia imposible implica asumir el desastre del relato. ¿Cuál es el estatuto del relato de una experiencia inenarrable? Esa misma pregunta es el núcleo oculto en el discurso de las Madres. La pregunta queda en silencio; entonces aparece toda otra cuestión: ¿cuál es el estatuto del relato de una experiencia inenarrable? Y también, ¿qué necesidad tenemos de establecer la verdad como criterio para asumir lo inenarrable? ¿Por qué tanto temor a asumir la ficción como motor creativo para expresar –no comunicar, no informar, no hacer la crónica-, sólo expresar lo que no se puede decir? Son preguntas retóricas. Yo pienso que el potencial ficcional ha quedado reducido a la mera nomenclatura de “literatura”, porque la literatura pertenece al tacho de basura cultural. Entonces es fácil desmarcarse: todos tienen su verdad, su memoria, su justicia. El discurso sobre la verdad ha triunfado sobre el de la ficción. Circula mejor entre las mallas del poder, y se instala más fácil en la cultura del resentimiento. Sin embargo, la ficción -como margen y residuo, sí, pero también desde dentro- insiste, contamina, y pudre. No hay discurso sobre la verdad que en algún momento no se encuentre frente a su propio doble oscuro.

¿El concepto de desmadre aplica sólo al cambio físico de estas mujeres o se puede pensar también respecto del modus operandi del aparato represor? Me refiero a plan racional de exterminio.

La racionalización de la violencia implicó un desmadre. Finalmente se trataba de un plan organizado para quitar a los recién nacidos e insertarlos en otras familias. En este sentido, el Proceso también fue una máquina de desmadrar. Desmadró a las madres a quienes les fueron sustraídos sus hijos y a los hijos a quienes se les impuso la farsa de una maternidad injertada. Los procesos totalitarios o dictatoriales del siglo XX, más que atender a cuestiones ideológicas se transformaron en máquinas mortuorias que tenían como objetivo la vida, el bíos. Ello implicaba determinar qué vida era digna o sana, útil, y cuál no lo era. Tarde o temprano toda dictadura tiene que enfrentar la cuestión de la maternidad. Por ello el desmadre fue un objetivo político. Pero lo que yo llamo desmadre no es propiedad de un régimen totalitario. Cuando nuestras Democracias deciden la legitimidad, o no, de un aborto, por ejemplo, –sin ponerme a favor o en contra- toman como objeto de control político la vida. No importa el cariz progresista o conservador de la cuestión, sino el hecho de que la vida sea objeto de control. La democracia también decide qué vida es digna, sana o útil, y quién debe o no nacer o morir. Pero la noción de desmadre va más allá de una apropiación política. El desmadre es un acontecimiento vital.

¿Entonces el hecho de nacer podría considerarse un desmadre?

Claro. Nacer ya es un modo de desmadrarse: el hijo viviendo la pérdida de la madre; y la madre separándose del hijo. Todo lo demás responde a un imaginario cultural acerca de lo que significa ser madre. En mi novela, ese desmadre inicial se radicaliza. Ciertamente los militares le roban el hijo a la narradora. ¿Pero qué hace la narradora? Se desmadra en serio, lleva el desmadre hasta el extremo y entonces le sale un pene.

¿En todos los casos el desmadre implica una pérdida? ¿siempre es la condena de una ausencia o una desaparición?

Yo prefiero pensar que el desmadre puede volverse un modo de afirmar la vida y, con ella, lo político. Digo, ya no desde la carencia sino desde la afirmación: soy esto, me pasó esto, no me vengan con verdades, memorias ni justicia, sino, simplemente, bánquense lo que soy: una madre con pija que viene hacer mierda toda clasificación, toda apropiación política, y toda racionalización sobre la vida.

El intertexto del desmadre es la ontología del deforme que en algún punto comienza  a cruzarse con la historia de la narradora y sus treinta hijos. ¿Qué representan esos pibes filmando películas porno?

No sé qué representan. Un amigo me dijo que éramos nosotros en tanto generación de la post-dictadura. Ciertamente, los hijos mogólicos que la narradora va pariendo, nacen después de lo que ella llama el fin de la fiesta del horror. Viven más allá de la dicotomía libertad-esclavitud, les alcanza con la satisfacción animal. Es una interpretación tentadora. Para mí no representan nada.  A mí me interesa la visión del chico que, al descubrir que su madre tiene pene, entiende que no ha nacido de nadie, que tiene miles de años y existe como la tierra y las estrellas. Ahí el desmadre llega a su extremo, alcanza la experiencia del inengendrado. Pero no cualquier puede llegar a esa vivencia. En ese intertexto, el narrador dice que en el fondo tuvo que decidir hacerse humano o quedarse a vivir para siempre en una infancia deforme. No se puede narrar la experiencia de ser inengendrado sino es eligiendo no seguir el camino de lo humano. En este sentido, la figura del mogólico, como aquel que se ha corrido de la norma biológica culturalmente impuesta, ayuda a sostener la narración.

¿Pero por qué filman películas porno?

La pornografía pone en juego nuestros límites desde un lugar absolutamente aceptado. A mí me interesó trabajar la cuestión del porno porque se trata de un horror más sutil, que implica una estetización de la carne y del reviente. El horror hecho espectáculo y consumo. En el fondo, lo que se plantea es que el horror no se acabó con la dictadura, continúa bajo otras formas que siguen fascinando y atrayendo. El origen de ese horror no necesariamente implica al Estado, sino a nuestro modo de ser humanos.

¿De qué necesitás “desmadrarte” como autor?

Es re difícil la pregunta. Ya escribí El desmadre. Ya está. Ya no quiero saber de qué me tengo que desmadrar. Una cuestión personal de la que en un rato seguro me voy a avergonzar: cuando terminé de escribir El desmadre, mi vieja se murió. Mirá el poder mágico, peligroso y mortuorio, de los libros. Eso fue hace unos tres años. Hoy ya no me pregunto de qué o de quién me he desmadrado, sino hacia dónde me lleva lo que en algún momento explotó.

¿Se puede crear y progresar siendo un escritor desmadrado?

Qué problema, nunca siento que progrese hacia ninguna parte. En todo caso, no me interesa demasiado progresar, sí encontrar cosas. Para progresar tendría que saber desde dónde y hacia dónde voy. Todos estamos haciendo esto y lo otro y seguramente mañana haremos aquello otro; pero la pregunta acerca de para qué todo eso, es un poco más difícil. Por otro lado, no soy un escritor desmadrado, soy alguien que escribe textos que a veces se desmadran y ya no vuelven. Pero yo vuelvo. Volver también está bueno. Es conocer mi límite. Entre otras cosas, tengo dos hijos que siempre me esperan al volver y que tal vez, alguna vez, escribirán el despadre.


“Las ficciones nos construyen”

$
0
0

Mariano Pensotti nació en Buenos Aires es 1973. Es actor, director y dramaturgo. También estudió cine y en su último trabajo, Cineastas, une estos dos universos que tienen en común “ser ficciones que nos constituyen”. Para este artista “producimos ficción a medida que la ficción nos produce a nosotros”. Además, Pensotti se refirió al sistema teatral porteño y a la necesidad de producir cambios.

Texto: @NatiCGauna

Fotos: Luis Andrade

Mariano Pensotti El disparador de Cineastas es un interrogante ¿la ficción alimenta a la realidad o  la realidad alimenta la ficción? ¿Ya encontraste la respuesta?

Nosotros construimos ficciones permanentemente, también hacemos obras de arte pero construimos ficciones cuando narramos nuestra vida, contamos lo que hicimos, modificamos los hechos reales dependiendo de cómo los contamos y eso implica de alguna forma crear una ficción. Si vos me contás ahora cómo fue tu día seguramente vas a incluir elipsis, artilugios narrativos que van a convertir a tu día en una especie de ficción para mi y, a la vez, todos nosotros estamos construidos a partir de ficciones. Si pensás en las formas que nosotros reaccionamos frente a las experiencias o reaccionamos frente a lo que vamos viviendo, implícitamente siempre hay una construcción de la identidad a partir de las ficciones que hemos visto. Ahora me estás haciendo una entrevista a mí y yo inevitablemente no puedo dejar de pensar en todas las entrevistas que vi en una serie de la televisión o en una película, mi actitud seguramente está influida por ese tipo de cosas. Me parece muy interesante corrernos de la imagen más clásica de que nosotros construimos ficciones a pensar que las ficciones construyen a nosotros. No se si la pregunta tiene una respuesta inequívoca pero si me parece que es un proceso en el que una cosa se está mezclando con la otra permanentemente. Producimos ficción a medida que la ficción nos produce a nosotros.

Y ¿cómo funciona esto en el proceso creativo?

En mi caso, cada vez que empiezo a hacer algo estoy cruzado por todas las cosas que a mi me gustan ya sea obras de teatro que ya hice o que fui a ver o por el cine. Las influencias cinematográficas están puestas en esta obra que trata de llevar un poco al extremo esta idea de cómo determinados sucesos personales de la vida de los personajes van metiéndose en la ficción y cómo en algunos casos pasa lo contrario, realizar esas películas transforma sus vidas privadas.

¿Hay un método de trabajo adquirido o cada obra se configura de modo distinto?

No, la verdad que cada obra se configura de un modo distinto. Lo que si hubo ciertas similitudes entre ésta y una obra que hice antes El pasado es un animal grotesco en el sentido que yo escribí el texto pensándolo más como una novela no tanto como una obra de teatro, no tenía un desarrollo muy claro de las escenas. Entonces, el proceso del trabajo con los actores consistió en justamente empezar a encontrarle la teatralidad a ese texto que básicamente era una colección de cuentos, una novelita. Este proceso fue similar al de la obra anterior pero es en las únicas dos obras en que trabajé más o menos de manera parecida porque en el resto fue diferente.

Además en algunas el eje es la intervención de los espacios…

Claro. En algunos casos la idea tenía que ver más con eso, con la intervención en un espacio público. A veces el disparador es un espacio, un texto incluso el deseo de trabajar con un grupo de actores. En realidad, cambia mucho y trato que cambie el método en cada obra porque es algo que a mi me sirve para mantener vivo el espíritu y no hacer siempre lo mismo.

Subrayas que lo temporal es una de las diferencias entre el cine y el teatro, lo duradero y lo efímero ¿en qué otras cosas estos lenguajes se alejan y en qué se acercan?

Cuando estaba empezando a hacer Cineastas venía de releer algunos textos de cuando estudiaba cine. Hay un texto –creo que es de [Roland] Barthes- que dice que en el teatro el actor construye todo a partir de su cuerpo, de sus relatos mientras que en el cine, el actor está dentro de una maquinaria en el que hace falta que el actor sea más símil a si mismo y no tanto que construya un mundo o que el mundo se construya a través de sí. Algo de eso claramente es una gran diferencia. En el teatro vos estás viendo a partir de un recorte, implica muchísima imaginación por parte del espectador. Entra un actor a una cajita vacía y dice “Desde que llegué a Moscú” y vos tenés que imaginarte Moscú. En el cine, vos estás viendo Moscú. Hay menos trabajo por parte del espectador para construir la ficción.  Eso me parece una diferencia fundamental más allá de la problemática del tiempo que es trabajada de otra manera. Voy a decir una obviedad absoluta pero el hecho de que el teatro sea un hecho vivo y por lo tanto expuesto a ser modificado cada noche, que cada función sea diferente por la presencia del público es algo que tampoco existe en cine. Una vez que está terminado el trabajo, el resultado no varía con el tiempo.

Mariano PensottiSiendo que Cineastas capta a estos dos universos ¿cómo es la recepción por parte del público de cine y de teatro?

Con esta obra me pasó algo que no me venía pasando con otras obras y es que me doy cuenta que le viene interesando tanto a gente del teatro, o que tiene tanto trainning en ver teatro, como a aquellos relacionados con el cine, un poco porque la obra trata sobre algo de eso. Si bien para mi, tampoco es el tema excluyente porque no es una obra sobre cine, si se habla del cine. Pasa algo que la gente de cine, se sorprende con algo que tiene que ver mucho con el teatro y esto de que con mínimos recursos se puede armar un gran universo cuando para hacer lo mismo en cine necesitas un despliegue carísimo de cosas y difíciles de conseguir. En esta obra vos todo el tiempo estás viendo la vida privada de esos cineastas mientras ves las películas que van haciendo y que, además, son muy diferentes entre sí. Algunas son películas muy experimentales, otras son unos musicales rusos. Ese contraste que visto a lo largo de una hora y media no es frecuente en el cine. En general, cada película tiene su estética y es difícil que una película cambie mucho a lo largo de la hora y media que dura.

¿Por qué crees, te cito, que “el teatro independiente tiene formas de hacer muy estructuradas”?

Todos hacemos obras en teatros independientes de Buenos Aires donde, para mí, se hacen las cosas más interesantes pero eso implica que las hacemos con muy poca plata y que, fundamentalmente, las hacemos pensado en espacios muy pequeños. Cualquier idea escénica que tengamos tiene que ser armable y desarmable en 25 minutos porque, en general, las salas programan ocho obras por fin de semana. Entonces, inevitablemente, con esas condiciones de producción las obras se empiezan a parecer. Eso me parece que es algo de lo cual tenemos que corrernos. No porque me parezca que haya que hacer un teatro con más guita o con escenografías más grandotas. No es ese el objetivo pero si corrernos de un sistema de producción que parecería estar produciendo obras que se parecen cada vez más. Quizás las salas independientes deberían decidir no programar ocho obras por fin de semana sino dos o, en vez de programar seis meses programar tres. No lo sé, habría que verlo. Para los que hacemos teatro sería interesante que podamos hacer una obra muy pequeña de dos actores y para 20 espectadores y también tener la posibilidad de hacer una para 200 espectadores o en la calle o en un departamento. A mi me interesa ver obras que desafíen ciertas cuestiones un poco ya asumidas. Me gustaría ver una obra que dure 15 minutos y una obra que dure 12 horas. Pero por algún motivo todos estamos acostumbrados a hacer una obra de una hora y cuarto en una sala de 60 espectadores. Yo defiendo mucho el teatro independiente y esa forma de hacer teatro pero me parece que no puede ser la única sino es donde se vuelve todo lo mismo.

¿Y cómo se podría abrir el camino para otras posibilidades de creación?

Me parece que cómo cambiar esto es una mezcla de cosas. Por un lado, las instituciones deberían apoyar mucho más al teatro. Creo que es un escándalo la diferencia que hay entre el apoyo que se le da en Argentina al cine y al teatro. Habría que revisar estructuralmente la política de subsidios, cómo están organizados los teatros oficiales -tanto los dependen del gobierno de la Ciudad como del nacional-, porque en general están cercano al desastre. Pero no sólo tienen que ver con lo oficial, también no hay que olvidarse de –como decía antes- el manejo de las salas independientes que no dejan de ser pequeños espacios privados, pequeñas empresitas que tampoco están produciendo obras de teatro propias. No es que las salas independientes le dan plata a un grupo para que produzcan sino que simplemente le dan el espacio que obviamente cuesta mucho sostener. Hay un montón de salas que ya están consolidadas y básicamente lo que están dando es un espacio. Sería interesante que esas salas generaran líneas estéticas, le dieran plata a las compañías para hacer una obra de teatro y que luego la recuperaran de alguna forma. Luego está el sistema de subsidios estatal que implica darle democráticamente a un montón de grupos de teatro muy poquita plata. Con ese sistema nos venimos sosteniendo desde hace bastante tiempo y no está mal porque en algunas cosas funciona pero en otras no funciona para nada. Me parece que habría que diseñar algunas cosas, para ver cómo se pueden crear condiciones nuevas para que sigan apareciendo obras nuevas.

Mariano Pensotti


“Cambiando a la web”

$
0
0

UN3

Por Florencia Blanca

Que veamos por internet programas hechos para televisión o miremos series web es parte de nuestra cotidianidad. Y es esto lo que UN3, el nuevo canal de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, entiende perfectamente. Bajo este escenario y pasado el calor de la ley de medios, crea un espacio que otorga flexibilidad a nuevos formatos y modos de consumo. En Revista Tónica les enviamos una serie de preguntas sobre la participación de la UNTREF, series e internet a los directores de algunas de las ficciones que se pueden ver en http://un3.tv/ Responden Martín Piroyansky, Esteban Menis y Federico Bezenzette, creadores de Tiempo Libre (un falso reality que sigue al mismo Piroyansky), Eléctrica (sobre las miserias de una productora de tv) y Simple (una romántica en tiempos de facebook) respectivamente.

¿Cómo llegaron a UN3?

Martín Piroyansky: ellos me contactaron a mí.

Esteban Menis: me vinieron a buscar porque habían visto todo el material de Lloro de felicidad. Me junté con el director, pegamos muy buena onda y me dijo que quería todo el material y aparte hacer algo nuevo. De ahí salió Eléctrica.

Federico Bezenzette: se acercaron porque Ariel Martínez Herrera y Martín Garabal, creadores de Cúmulo y Nimbo, les hablaron de Simple. Los chicos del canal vieron un par de episodios en privado y decidieron apostar por nosotros.

Además de la producción ¿el canal tuvo incidencia en los contenidos?

MP: hubo una etapa de aprobación de guiones en donde señalaban cosas que tal vez no les convencían tanto.

EM: ellos financiaron, produjeron económicamente la serie, a la vez que hicieron un seguimiento del desarrollo con algunas sugerencias, muy pocas. La verdad que trabajamos con muchísima libertad, eso es de destacar. No hubo ningún problema.

FB: no, confiaron plenamente porque cuando entró el canal ya sabían que la serie estaba escrita, filmada y solo quedaba hacer la post-producción .

tiempo libre

¿Qué piensan que gana la serie con la participación de una universidad?

MP: supongo que cierta apertura a lo nuevo. Un contacto más cercano con el público joven.

EM: no a todos los espectadores les preocupa quién la produjo sino lo que ven. A mi me gusta una serie que se llama In the flesh, me entero que la hace la BBC y entiendo que hace cosas buenas. Lo mismo con HBO y Larry David. Personalmente pienso que está bueno que la haga una universidad porque es un lugar de creación, de experimentación.

FB: gana difusión en redes sociales y un marco muy amigable en el cual estrenarse al lado de series divertidas y originales como Cúmulo y Nimbo, Tiempo Libre y Eléctrica.

¿Qué series los influenciaron?

MP: principalmente Curb your enthusiasm y The Office. El género reality en general.

EM: vi muchas cosas. A mí me gusta mucho Larry David, me gusta mucho Louie. Varias personas me dicen que ven una mezcla entre Larry David y The office y puede ser cierto. Pero no fue una inspiración The Office: nunca la vi entera, no tengo ni tan clara las diferencias entre la inglesa y la americana. Referencias de repente te diría Arrested Development por una cuestión de montaje, de edición, de ritmo. Y después millones de películas que vi de chico.

FB: la verdad es que las influencias llegan desde el cine. Dos películas que me inspiraron fueron Alta fidelidad y 500 días con ella. Además siempre están presentes las referencias y el agradecimiento a Woody Allen. Sin embargo, las comedias románticas inglesas como Cuatro bodas y un funeral y Nothing Hill tuvieron algo que ver en la gestación del proyecto.

electrica 4

¿Encuentran puntos en común con los otros contenidos que se estrenaron en UN3?

MP: Eléctrica tiene un enfoque parecido en cuanto al uso de los nombres reales pero ficcionalizados. Nos gustan las mismas referencias.

EM: con la de Piroyansky hay actores en común. Lo que veo más contundente del canal es la propuesta en comedia. Hay muchos programas que están relacionados con hacer reír. Lo que también veo es gente que venía haciendo cosas y quizás le faltaba un empujoncito para hacer algo con un poquito más de producción, con un buen finish de imagen, más formal.

FB: creo que Simple, como otras propuestas del canal, juega un humor y una mirada no solemne. Es un contenido diferente de las propuestas de la TV actual y eso es algo que comparten las producciones de UN3.

Sin contar con los factores económicos ¿Piensan que estas series tienen lugar/espectadores en la TV comercial o responden a un modo de consumo más apropiado para la web?

MP: en el caso de Tiempo Libre fue pensado directamente para la web pero creo que podría funcionar en la tele más largo o incluso con esa duración.

EM: hay un montón de señales que están empezando a programar un poco observando lo que sucede en internet que a mí es lo que más me interesa. Eléctrica es una serie 100% internet pero que también puede estar en televisión. Hay canales como I-SAT, TBS, Comedy Central, Fox, que empiezan a romper la estructura del programa de 21 o 50 minutos. Hay un montón de canales que están empezando a tratar de darle a su programación una flexibilidad que acopie mejor los nuevos formatos. De hecho en MTV hace millones de años estaba Beavis and Butthead que tenía otra duración. Cualquiera de las series de las que estamos hablando pueden estar… después te puede gustar o no, pueden tener mejor nivel o no. No van a estar obviamente en Canal 13, en el primetime, pero tranquilamente podrían cerrar la programación, ser separadores. Hay una televisión más dura, más chota, programas de chimentos, toda esa cosa. Y después cada canal tiene quizás algún programa más interesante. Y me parece que para cerrar la programación Eléctrica o cualquier otra puede estar tranquilamente y ser programada una semana en Canal 7. ¿Por qué no? Es lo mismo. Depende del programador.

FB: hoy la televisión entera se está viendo por internet, está todo cambiando a la web. Incluso las producciones que se estrenan por TV privada, como las novelas Avenida Brasil o El patrón del Mal, se están viendo por Internet. Ni hablar series como Game of thrones o Breaking Bad que son furor en la web y en la TV. Me parece que las series del canal son muy televisables y a la vez óptimas para la web. La gente las puede recibir con alegría sabiendo que son contenidos originales y con buena factura técnica que puede continuar viendo en internet.

simple


Viewing all 90 articles
Browse latest View live