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“La mirada establece una condición de violencia”

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Por Anahí Pérez Pavez y Leticia Martin / Fotografía Nicolás kliczkowski

Alejandro Kaufman (Buenos Aires, 1954) es docente universitario, crítico cultural y ensayista. Se desempeña como titular de cátedra en las Universidades de Quilmes y Buenos Aires. Es investigador del Instituto Gino Germani, miembro fundador de la revista Pensamiento de los Confines y uno de los integrantes de su comité de dirección. En 2012 publicó el libro La pregunta por lo acontecido. Ensayos de anamnesis en la Argentina del presente (Ediciones La Cebra). Está en contra de que las redes sociales dispongan de todo aquello que escribimos o subimos y, por esa razón, a modo de experimento, se propuso borrar todo aquello que antes escribe. No es amigo de que “lo escrito” permanezca eternamente escrito, y de que no podamos disponer de todo el material que subimos a las redes. También mantiene ciertas reservas respecto del hecho de que cámaras y teléfonos digitales puedan grabarlo todo. Conversamos con él algunas ideas sobre géneros y feminismos.

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Anahí Perez Pavez: ¿Qué es el género?

Alejandro Kaufman: El género es una clasificación históricamente construida sobre los seres humanos que determina el modo en que se vive o se existe socialmente. Es un acontecimiento histórico. No hay algo por fuera de ese acontecimiento histórico, en la historia cultural, que tenga sustentabilidad por sí mismo.

APP: ¿Qué pasa con quienes se sienten violentados por esa clasificación?

AK: Toda clasificación supone alguna coacción. La violencia es constitutiva del lenguaje en ese sentido. El lenguaje clasifica y somete a los acontecimientos a alguna modalidad y esa modalidad queda determinada, porque los acontecimientos no tienen forma por sí mismos.

LM: ¿Pensás que es bueno clasificar la violencia como “de género”? ¿No habría que penar a la violencia en general?

AK: Penar es un modo muy discutible y poco eficaz de encarar los conflictos. Las regulaciones jurídicas sobre los comportamientos sociales son un atenuante para encarar los conflictos que la sociedad tiene disponibles. Sólo evitan que, eventualmente, las cosas no sigan peores. Creo que no está mal plantearlo ya que, cuando las expectativas están puestas en la resolución de los conflictos a través de normas, nos chocamos contra algo paradójico. La Ley de Violencia de Género es un logro pero también evidencia que la conflictividad de fondo no se va a resolver. Quienes se oponen a la emancipación, aducen siempre las anomalías que se producen por las limitaciones jurídicas. Cuando se plantea un progreso jurídico, en seguida surgen un montón de voces machistas, homofóbicas, que proponen contraejemplos y aprovechan las limitaciones del régimen jurídico para debilitar los logros conseguidos.

APP: Vos decís que la normativa tiene alcances determinados y que, por fuera de ellas, los movimientos sociales tienen lógicas propias.

AK: Claro. Y esas lógicas muchas veces están reguladas por la normatividad. El punto es que lo utópico con respecto del género es su irrelevancia.

LM: ¿A qué te referís con el concepto de “irrelevancia”?

AK: Comparo la irrelevancia del género con la de la etnicidad o de la edad. Vos no te relacionás con alguien en función de esas categorías. Es decir, si uno de nosotros tres fuera negro, esa no sería una determinación para la conversación. La condición de negritud ya no es considerada una diferencia. Pero, si bien estamos en un momento emancipatorio con respecto a los temas de género, existe una percepción de que hay que asumir identidades, y de que estas identidades son relevantes. Esto confirma de algún modo las taxonomías, porque sigue exigiéndose a las personas admitirse como parte de algo por fuera de ellas. Luego cada uno propone con su creatividad alguna variable más. Creo que el paso siguiente a este momento es el de la irrelevancia de esas categorías.

APP: ¿La promoción de esas categorías tiene que ver con una cuestión de mercado?

AK: Exactamente. Y eso afecta la lucha de género. Plantear la cuestión de la irrelevancia es un modo de situarse frente a estas cuestiones de manera emancipatoria. Habría una condición existencial que ni siquiera es humana hoy en día tampoco.

LM: ¿Cuál sería esa existencia no humana del hombre?

AK: Hoy no hablamos de lo humano sino de la existencia, de lo viviente. Todo lo que no sea de esa dimensión muy amplia es irrelevante. Tiene irrelevancia también respecto de ser humano o animal.

APP: Respecto de la violencia mediática contra las mujeres: ¿se puede desactivar? ¿Se debe dejar de ver televisión, o dejar de participar de un ejercicio de violencia, de un morbo?

AK: Ahí es donde viene el tema de la juridicidad o de las intervenciones sociopolíticas equitativas o restrictivas frente a las cuales no hay otra opción que operar con ellas. Proteger a los débiles o a los desaventajados.

LM: ¿Conviene pensar a la mujer como ocupando una posición de debilidad?

AK: Ese es un problema que concierne a toda situación de contención jurídica o de protección social de las diferencias. Una cosa es formular ese argumento como un planteo crítico que nos haga pensar de un modo emancipatorio, que no es lo habitual, y otra cosa es cuando se asume como “modos de la derecha”, o del machismo, de recuperar sus posiciones. Creo que hay que ser muy claro con esto. Estas discusiones rara vez son genuinas. Soy escéptico respecto de toda la juridicidad, instituciones y democraticidad, como de todas las condiciones normativas o taxonómicas que aparezcan. Creo que no hay manera de resolver el conflicto por fuera de él y creo que existen todos esos problemas: la victimización, la subordinación, la debilitación de las sujetas o los sujetos y no solamente con el género sino con cualquier otra cuestión como con los pueblos originarios, con los niños, con todo. Pero eso, también, se aduce como argumento para desestimar la problemática emancipatoria, para que todo siga siendo igual.

LM: ¿Pensás como subordinada a una mujer que trabaja en un programa de TV, que elige desnudarse, que se deja cortar la tanga por Tinelli y gana una fortuna por ese show? ¿No podría analizarse como una cuestión de otro orden?

AK: Cuando uno analiza la TV no está analizando la vida personal de los personajes que aparecen ahí sino el discurso que se propone a la sociedad. El interés del problema no es lo que pasa con esa persona, porque incluso puede ser mentira, una actuación, todo eso es irrelevante. Lo que es relevante es qué tipo de experiencia cultural se produce en la sociedad; y lo que se produce es una condición absolutamente injusta de crueldad y brutalidad, que suscita expectativas, acostumbramientos y habilitaciones que van desde el maltrato al crimen y que legitiman el femicidio, o lo suscitan. Esos programas no son la causa, pero tienen una cuota importante de responsabilidad respecto de la violencia de género que existe en la sociedad. Eso es lo que hay que plantear. Y tolerar eso es un error. En el mejor de los casos, negligencia, pero lo más probable es que sea complicidad, la restauración de los valores machistas. Además la cuestión no es solamente lo que pasa con la mujer sino el modo en que se reconstituye la figura masculina. El tema de género es “la masculinidad”, esa conversación de machos que excluye a la mujer del fútbol, de la violencia, de quién es el más vivo, quién es el más superado, quién es el más gracioso. Hay una configuración cultural de la conversación masculina que es lo que define las estéticas de éste tipo de discursos en donde el lugar de la mujer es irreductiblemente el cuerpo objeto. La objetualización de la mujer. Pero eso no se esgrime sólo en cómo se trata a la mujer sino en cómo se produce una camaradería igualitaria entre pares cuyas reglas de constitución son la objetualización y la exclusión de la mujer. Ahora, ese problema cultural no se puede regular jurídicamente. Es como que me digas que el “no matarás” de los mandamientos o de las leyes, no impide el homicidio ni las guerras, pero yo no propondría suprimir esos principios.

APP: ¿De dónde surge otro movimiento para que eso pueda retroceder?

Esencialmente surge de la voluntad política de quienes se encuentran en desventaja.

LM: El reclamo más antiguo de quienes se encuentran en esa situación de desventaja es la despenalización del aborto. Sin embargo ese punto está completamente olvidado de la agenda y se aprueba una ley respecto de la violencia de género –que puede ser muy buena- pero que no lo contempla. ¿Qué opinión te merece?

AK: La violencia no es evidente por sí misma. Por ejemplo, tenés la declaración de los derechos del hombre de la Revolución Francesa ¿Con eso ya bastaría? ¿Bastaría con el evangelio?

LM: Pero el evangelio no implica penalización.

AK: No des por supuesta la penalización. Lo que determina la acción social y cultural es la disposición que se tiene frente a un comportamiento. No la ley o la pena. La pena no tiene mayor eficacia. Si la gente no repudia efectivamente un comportamiento, por más leyes que haya que repriman, el comportamiento va a seguir ocurriendo. Es un error confiar en la normatividad para resolver los conflictos sociales. No es una cuestión de estar de acuerdo con la ley. Es una cuestión de qué esperás vos de eso ¿Qué convocás como condición para enfrentar lo que ocurre? Yo no convoco una ley pero eso no quiere decir que no esté de acuerdo. Al contrario, lo considero un logro. La ley es un logro. Cuando te hablo del evangelio te hablo de una percepción de justicia de los seres humanos. Eso es lo que regula la vida social, porque la ley puede existir pero si la gente no percibe eso como válido, no se va a aplicar. La violencia mediática existe porque hay una sociedad que la acepta.

APP: ¿Cumple una función social?

AK: La cuestión de la igualdad de género tiene que ver con el deseo. Si tu orientación es a la crueldad, al sometimiento o la objetualización de la mujer, tenés un tipo de acontecimiento. Si te orientás a la paridad, al afecto, a  la camaradería, a la amistad, a la igualdad, tenés otro resultado. Lo emancipatorio es deseante. Por eso son importantes las propias actoras. Si las mujeres no se movilizan y no se constituyen movimientos sociales demandantes no hay igualdad de género ni aplicación de normas.

LM: A mí me resulta raro el concepto de igualdad, me suena obsoleto pensar en la igualdad de los géneros en un mundo que está tendiendo a las identidades particulares. ¿No habría que tender a la diversidad?

AK: Cuando digo “igualdad”, lo digo en sentido de la irrelevancia. Voy hacia un sentido político, no identitario. Frente a cierto contexto, a una configuración vincular, esa variable es irrelevante; en ese sentido lo comparaba con la raza. El género en la sociedad contemporánea es relevante porque distingue a las personas clasificatoriamente. La condición emancipatoria igualitaria no apunta a lo identitario sino a la irrelevancia. Decir que es irrelevante la etnicidad no quiere decir que una persona negra deje de ser negra, que no tenga ancestros esclavos o que no le guste la capoeira. Si yo monto una obra de teatro en que cuento la historia de los esclavos, la persona negra hace de negro y el blanco hace de blanco, aunque eso no importe mucho. Es claro que se trata de una ficción donde el carácter histórico, estético, cultural de esos fenómenos queda circunscripto a un ámbito dramático. Históricamente las mujeres no trabajaban en el teatro y los personajes femeninos los hacían varones, porque las mujeres estaban excluidas. La irrelevancia también debería de ser con respecto a la sexualidad. Como con la comida, vos comés unas cosas u otras y sabés lo que estás comiendo y no mezclás todo en una licuadora. Que algo sea irrelevante no significa que nada importa. Hay una diversidad, pero esta no impide que nos relacionemos con un conjunto de variables sin criterios normativos. No es fácil esta cuestión porque es utópica. Pero la utopía moviliza la imaginación y te permite vincularte con los conflictos de una manera creativa y no depositar todas las esperanzas en la ley. A eso me refiero. Aún para aplicar una ley hay que hacerlo de modo imaginativo. Si no tengo un horizonte, una perspectiva igualitaria, aunque sea utópica, mis herramientas de interpretación se empobrecen.

APP: ¿Qué significa ser un varón antipatriarcal?

AK: No me defino así. Me parece una variable interesante desde el punto de vista político, como tantas otras. Alguna vez pude haber dicho varón antipatriarcal o varón declinante o debilitado. Porque creo que la masculinidad, como régimen de poder, requiere una declinación, cierta renuncia.

APP: ¿Es necesario que los hombres renuncien a ciertos privilegios masculinos?

AK: Y, sí. Toda relación de poder asimétrica necesita la renuncia de los que están en una posición privilegiada.

LM: ¿No pensás que el que regula las relaciones asimétricas es el mercado?

AK: El mercado se regula por las expectativas que tiene de las creencias de los consumidores. Cuando vos lo que querés es vender rápidamente algo, lo hacés en función del gusto de los consumidores y ahí se verifica lo hegemónico que en éste caso es la desigualdad de género. ¿Vos sos escéptica con respecto a los temas de género?

LM: No. Quiero cuestionarlos, no quiero venir a charlar con vos sobre aquello de lo que podemos estar de acuerdo.

AK: Mirá, al varón, a nosotros, nos educan de una determinada manera. El tema no es lo que hace esa mujer que gana un montón de plata en un programa de TV, sino cómo una familia, o un colectivo social que está viendo ese programa, educa a sus niños o sus niñas. Cómo se constituye la subjetividad de las nuevas generaciones. Eso ocurre en un ambiente que construye expectativas, referencias, habilitaciones. Y cuando la mujer es objeto, golpeada, subordinada, gana menos, hay una serie de preguntas sobre ellas, eso no es sólo lo que afecta a las personas que están instaladas dentro de esas determinaciones sino que también se reproduce. Y los privilegios son muy concretos, se verifican de manera material. El varón gana más, ocupa más posiciones de poder, está más vinculado con la cuestión de prestigio. Eso es concreto. Y el modo en que eso se reproduce es a través de éstos dispositivos retóricos, estéticos, mediáticos. Es una trama densa la que hace posible que todo esto siga ocurriendo sin mayor cuestionamiento o con mucha dificultad para ser modificado.

LM: ¿Qué opinás sobre el piropo?

AK: El piropo es el avasallamiento de un cuerpo de manera impune y arbitraria. No hay ninguna situación urbana en la que se produzca legítimamente ese vínculo. A un animal no le hablás así. Aún a un perro te acercás para hablarle y ves si te va a morder o no. Con una mujer no tenés la necesidad de hacer eso. Le hablás como si fuera una cosa. Como a un micrófono. El problema del piropo no es si es poético, o si es agradable, o si la chica es linda o no lo es. El tema es que está construido de un modo sistemático, como algo habilitado y normalizado, donde los varones les dicen cosas a las mujeres, porque sí, en cualquier momento.

LM: A mí me encanta que me piropeen Kaufman.

AK: Hacé lo que quieras, yo lo que te digo es que si un varón mira a otro se somete a que lo maten. ¿Sabés lo que tenés que hacer si vas por un parque nacional africano y por accidente quedás a corta distancia de un león?

LM: No.

AK: No tenés que mirarlo a los ojos sino bajar la cabeza. Es una señal de sumisión y de no agresión. La mirada establece una condición de violencia. Los mamíferos para agredir tenemos que mirar al otro, si no, no podemos defendernos de él, ni atacar. Los predadores miran a su víctima, por lo tanto la mirada es un desafío. La masculinidad está configurada subjetivamente como predadora. La sola mirada ya determina una condición de violencia. Los varones entre nosotros no nos podemos mirar. Yo, si viajo con vos en el colectivo te puedo mirar fijamente aunque vos no quieras, y no podés hacer nada. Tengo una impunidad total. La sociedad me habilita para que te mire. En cambio entre varones no nos podemos mirar. Eso es un privilegio para nosotros. ¿A quién se restringe la mirada o la voz para hablarle a otro sin permiso? Al campesino respecto del señorío, la aristocracia y el poder. El que puede mirar y no ser mirado es el que tiene poder. Eso define al poder en la relación varón – mujer. Por eso el piropo es inaceptable como pauta cultural naturalizada. Eso no tiene nada que ver con que a vos te guste o no el piropo. El problema es el modo en que está codificado convencionalmente en la sociedad. La mujer no es nada, es una subordinada, es un paquete de carne. En cambio el varón es un señor. Por eso los gays, que son varones, cuando quieren tener transacciones recíprocas crean circuitos urbanos donde se habilita el poder mirarse. Lo que me ofende del lado de un privilegiado es tener un vínculo asimétrico.

LM: Si vamos a Foucault todas las relaciones se establecen como relaciones de poder asimétricas.

AK: Estamos discutiendo sobre convenciones establecidas que desaventajan o benefician a unos y a otros de manera regular, frente a las cuales se define la desigualdad. Foucault no justifica la desigualdad, la cuestiona. Lo que hace es explicar cómo funciona.

APP: ¿Y qué pasa con el goce o deseo femenino en algunas situaciones?

AK: No importan “algunas situaciones”. El problema es cómo se define política e institucionalmente un vínculo convencional. Por supuesto que el deseo puede acoplarse o no a los vínculos convencionales pero si uno lo que plantea es una interpelación política de las cuestiones injustas o de desigualdad lo discute en términos políticos, no de lo que cada uno hace o le gusta. A alguien puede gustarle asfixiarse con una cuerda y colgarse y otra cosa es que se lo hagan contra su voluntad. Eso no deja de ser problemático. Por supuesto que tampoco es tan simple el tema del consentimiento pero lo que está en cuestión son las normas sociales. Las costumbres. Las convenciones. Lo que no puedo soportar como varón es que vos y yo al salir de acá a las once de la noche no caminemos igual por la calle. Vos no caminás igual que yo por la calle, de noche, sola. Y no tengo problema en caminar en cualquier lugar a cualquier hora. Vos, sí. O sí, pero tenemos distintos riesgos, a mí me pueden robar y a vos cada varón que pase es una amenaza potencial, que apura tus pasos o te refuerza una indiferencia construida, lo que sea, pero es una determinación absolutamente condicionante. Eso es lo injusto. No es una cuestión de lo que desees. Podés desear ser violada o que te maten. El punto es que se constituye sistemáticamente un discurso convencional donde quedás sometida a aceptar una sistematicidad de determinadas violencias.

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APP: ¿Va a dejar de funcionar el piropo?

AK: En las sociedades donde hay mayor igualdad de género el piropo no existe. Si somos iguales, no te digo cosas. En esta situación no me pongo a decirte cualquier cosa. Porque si hiciera eso te subordinaría, te humillaría. Te colocaría en un lugar, donde vos no serías dueña de vos misma y no tendrías la misma sensación que yo. No hay ningún parangón con el piropo. Es como si yo me pusiera a hablarte de tu letra. De cosas muy personales y a juzgarlas. Es un despropósito que exista eso. Entonces lo razonable es que se cuestione. A una mujer empoderada no le decís cosas. A una generala de cuatro estrellas del Pentágono, nadie va y le dice cualquier cosa. Te mata, te mata, te tira un misil. Por eso en la sola conversación se ven estas cosas, cuando viene alguien y te habla del piropo ya te está descalificando por el sólo hecho de habilitarlo. Completamente contradictorio con cualquier idea de igualdad. No es compatible. Estas cosas yo las aprendí de mujeres. No se me ocurrieron a mí. Todas las cosas que aprendés de la igualdad, lo aprendés de las mujeres. De las mujeres que te lo dicen.

APP: De las que ponen límites.

LM: ¿Pero eso no se arregla empoderando a la mujer, poniendo a la mujer en una situación de poder, que es lo que finalmente nunca termina de ocurrir? En todos los ámbitos que me moví hasta ahora, el periodismo, la publicidad, la gestión política, siempre gobiernan hombres, tienen la manija los hombres, deciden el presupuesto los hombres. Dale guita a las mujeres capaces y dejalas laburar, a ver qué pasa…

AK: Claro, en eso consiste la lucha social.

LM: La sensación es que queda todo en lo simbólico.

AK: Lo simbólico es decisivo. Hoy hay un intento muy fuerte de restauración. El poder es transversal y las relaciones de género son transversales, los agentes de la preservación de un cierto orden no son solamente varones, son también mujeres. Las mujeres también reproducen. No es esencial de la mujer o del varón la cuestión de género sino que es transversal a todos los actores y nadie puede asumir por sí solo toda la dimensión del problema. Nadie puede encarnar completamente la utopía emancipatoria.  Aunque hay gente que lo hace, estéticamente, a través de performances, movimientos identitarios, culturales. Hay muchísimas acciones que intentan de modo situacional o performativo, a modo de encarnación, realizar prácticas utópicas. Eso lo hace mucha gente, lo que pasa con el posporno, o con ciertos movimientos sociales, pero cada uno lo hace de modo más o menos localizado. El fondo de la cuestión lo resuelven los movimientos colectivos deseantes. El deseo colectivo. Es decir, si hay una masculinidad libidinalmente atraída por la igualdad puede salvarse la diferencia de género; si la masculinidad es predadora, fálica, basada en la asimetría y eso es recíproco, vos tenés un vínculo libidinal varón mujer fálico, lo cual implica el arte erótico, la estética, los discursos, el humor. Por eso es tan importante la cuestión simbólica. El deseo se inscribe en lo simbólico, no está en ningún otro lado. No es la realidad. No es lo real, es simbólico. Entonces, si en el orden simbólico hay asimetría, desigualdad, violencia y subordinación….

APP: No va a caber el deseo emancipatorio.

AK: Claro. Y ha habido cambios, la masculinidad no es igual que cuando yo tenía diez años. Ahora el varón para ser predador presume de irónico, gracioso. Los gestos conservadores, restauradores, usan la risa para ser más simpáticos, para pretenderse “no violentos”.

 

 

 

 



Carlos Fos: “Hoy se ejerce la crítica en espacios no convencionales”

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Hace tiempo que la crítica de teatro me despierta varios interrogantes ¿Por qué hay quienes decidimos ocuparnos de la difícil tarea de analizar, comprender y finalmente, valorar el arte de otro?  Oscar Wilde decía el crítico es un artista. Tiempo después, Walter Benjamin estaría de acuerdo con esta definición. Sin embargo, determinar qué es la crítica sigue siendo una cuestión problemática y polémica. Más aún, intentar dar cuenta de su funcionalidad ¿Quiénes leen las reseñas de teatro? ¿A quién influencian? y ¿Para qué sirven? Una vez más reformulo estas preguntas pero está vez con la intención de que sean los propios críticos quienes intenten dar respuestas.

Natalia Gauna

fosCarlos Fos es historiador teatral y Doctor en Antropología Cultural. Docente en la UNAM y en la Universidad de San José, entre otras. Publicó La investigación y la crítica académica en la postdictadura: Sólo un bosquejo de un viaje enriquecedor y El espejo crítico de la crítica. Los cambios en la crítica teatral porteña en los años 60 a través del aporte de Kive Staiff entre muchos otros libros. Codirije el Centro de Documentación de Teatro y Danza del CTBA y el CIHIA y es fundador de la Asociación de Investigación y Crítica Teatral en Argentina (AINCRIT) que presidió hasta mayo de este año.

¿Qué es un crítico de teatro? ¿Qué función tiene?

Yo no concibo a un crítico de teatro como un evaluador que debe registrar en el formato en que trabaje una opinión contenidista ni meramente valorativa. Lo concibo como un espectador entrenado, como un investigador de la escena, cada vez con más herramientas teóricas y conocimiento de lo que se juega en un acontecimiento teatral que debe registrarlo (es un agente de memoria) a través de una visión constructiva que aporte al crecimiento de todos los involucrados en la producción creativa a la que se refiera. La crítica no debe ser un ejercicio diletante al servicio del gusto de quien la escriba sin un mínimo compromiso con el desarrollo del campo teatral en el que participa.

¿A quién le interesa la crítica? ¿Quiénes las leen?

Esta pregunta requiere de un estudio serio y multidisciplinario para ser respondida con autoridad. Pero, en relación con mi experiencia, se ha perdido mucho de ese posible público que seguía a un crítico, que creía en su opinión y tomaba una decisión antes de ver un hecho teatral sostenido en la misma.Los espacios de la crítica se han reducido en los ámbitos tradicionales y hay muchas ciudades con importante producción artística teatral y sin lugar para la crítica quedando sólo la gacetilla o la información. Hoy hay otras formas de ejercer crítica en espacios no convencionales desde los blogs de buena factura, las revistas con una crítica periodística y otras con perfil académico (casi todas digitales), las escuelas de espectadores y, por supuesto, el boca a boca. Hay un sector que sigue atento a ciertas firmas de la prensa escrita pero el mismo se agota.

¿Qué incidencia tiene en el público?

Creo que la influencia ha mermado considerablemente por los mismos considerandos que he expuesto. Esa espera de los grupos teatrales de la crítica después del estreno para asegurar la legitimación o descalificación de su obra no existe o es mucho menor. Pero yo apuesto a que se creen espacios donde se ejerza una crítica que dialogue con el artista y el público y que ayude al enriquecimiento general y genere archivos y fuentes que permitan analizar al teatro de un lugar en el futuro.

¿Qué diferencia a un crítico de un periodista cultural?

El llamado periodista cultural en general se maneja con una libertad y soltura que los los formatos impuestos en espacios tradicionales no permiten a la crítica. Pero creo que un periodista ejerce su pensamiento crítico así que esa separación en algunos casos es antojadiza y no existe.

¿Puede un crítico ser además un artista?

Un artista por supuesto puede ser crítico. Creo que no son antagónicos sino complementarias y ha ocurrido desde la existencia misma de la crítica seria en las distintas etapas del teatro argentino.

¿Existe una nueva generación de críticos de teatro en Argentina? En caso que existen ¿En qué medios circulan?

No creo en generaciones sino en emergentes de un colectivo donde se producen cambios de algunos elementos paradigmáticos. En el presente hay críticos que se manifiestan en lugares no convencionales pero ya atravesados por la mirada de muchos con una formación en crecimiento y con algunos de los puntos que cité necesarios para desarrollar esta disciplina. Noto la aparición o consolidación de miradas que confrontan con viejos esquemas y que lo hacen desde posturas cimentadas en la praxis o en la teoría proveniente de la antropología, las ciencias de la comunicación, la historia, la estética y aceptando el quiebre de discursos de las poéticas y que el teatro busca caminos diversos.

¿Cuáles son los lugares de formación de los críticos? ¿existen por fuera de las universidades?

Hay Universidades, escuelas terciarias y creo en la relación con los artistas, de los que los críticos deben aprender, así como pienso que es imprescindible  la formación constante propia de cada uno a través de la lectura y de ver la mayor cantidad de acontecimientos artísticos posibles de diversas estéticas.  Cuanto más herramientas posea un crítico, mejor y las mismas las puede obtener en la academia o fuera de ella. Lamentablemente esa escuela que eran las redacciones -tenemos infinidad de dramaturgos que ejercieron el periodismo y aprendieron mucho allí, desde Payró a Cossa- se ha perdido o languidecido.

¿Por qué sos crítico?

Soy esencialmente un crítico académico y me parece que es una excelente oportunidad para aprender y aportar a seguir construyendo un campo teatral cada vez más rico en calidad, cantidad y diversidad de espectáculos.

 


Daniel Gaguine: “Hay una tendencia a respetar a las ‘vacas sagradas’ del arte y del periodismo”

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Daniel Gaguine es periodista. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Escribe en el portal Pura Ciudad y en su blog El Caleidoscopio de Lucy, sitio especializado en crítica de teatro, entrevistas a artistas y recomendaciones de música y cine. Participa de los programas de radio Cámara Lúcida (Arinfo) y Desde la Fila 3 (Radio Lexia). Fue jurado de los premios Trinidad Guevara (2013) y redactor de la revista Noticias Urbanas. Es miembro del Área de Comunicación, Artes Escénicas y Artes Audiovisuales (Facultad de Ciencias Sociales) y autor del libro Metallica: Furia, sonido y velocidad  junto a Matías Recis.

por Natalia Gauna

DANI ¿Qué es un crítico de teatro? ¿Qué función tiene?

 Antes que nada, personalmente no me defino como “crítico de teatro” sino como periodista. No me limito a realizar solo “críticas de teatro”. Hago investigaciones y reportajes, amén de escribir críticas de teatro. Me parece pobre que una persona se defina únicamente como “crítico de teatro” ya que, si le corresponde realizar otra tarea ¿no la hace?

Con respecto a la función, me parece, que es necesario reflexionar críticamente –valga la redundancia- sobre la actividad que llevamos a cabo. Retomo al filósofo Pierre Bourdieu para ejemplificar. Bourdieu dirá que “los procedimientos lógicos no pueden ser explicados con precisión, por separado de sus aplicaciones”. Esto implica un rechazo a recetas prestablecidas que dicen cómo se debe investigar, siempre con un único método.  En el caso que nos compete, -periodistas en relación con el teatro-, hay una tendencia a respetar a las “vacas sagradas” del medio. Periodistas con ciertos saberes y prestigios que han trascendido a través del tiempo, como si fueran leyes casi inquebrantables. Lo mismo con actores, directores o dramaturgos que hacen todo bien (como mínimo).  Así se reproduce, una “tradición” donde nada se pone en duda y todo está bien de antemano.

Es necesario someter la práctica periodística a una reflexión. Debe haber una respuesta a una pregunta para, de esta manera, constituir el conocimiento. Nada es espontáneo ni está dado sino que se construye. Cada obra de teatro, recital o película será diferente una de otra. Por eso, aquello que fue útil en un determinado momento, puede trabar la nota que se esté escribiendo en ese momento. Llega un momento en que el espíritu prefiere –sobre todo en los grandes medios- confirmar su saber a lo que lo contradice. Hay un dominio del espíritu conservativo y el crecimiento se detiene.

Como profesionales, debemos ser reflexivos y autocríticos: desde elegir y definir los temas, las nociones conceptuales, teórico-ideológicas así como en las perspectivas metodológicas e instrumentos de recopilación y análisis de datos diseñados y aplicados. Todo el proceso nos enfrenta a su evaluación reflexiva. El descubrimiento no se reduce a una lectura de lo real. Es, justamente, una ruptura con lo real. Hay periodistas que no plantean problemas porque la tradición no los considera dignos de ser tenidos en cuenta. ¿A quién le importa decir que Guillermo Francella se repite desde hace treinta años?

¿A quién le interesa la crítica? ¿Quiénes las leen?

La crítica le puede interesar al público así como a quienes forman parte del mundo del teatro, directores, actores, dramaturgos, etc. El “problema” –nótese el uso de las comillas- es cuando el crítico es independiente y fiel a su trabajo. Esto, que debería ser moneda corriente, no lo es. Si un crítico dice que “tal obra” no le pareció “buena” y tiene la “osadía” de publicar su parecer, las acusaciones irán desde “es un actor/director/dramaturgo frustrado” hasta “no tiene la sensibilidad para entender mi arte”. Por ese motivo, más que críticos, hay “fans que cuentan lo que ven”. Todas las obras son “lindas”, “buenas”, “bellas” o le encuentran algo “positivo para destacar”. Dentro de esta lógica, para estos fans devenidos críticos que escriben loas de manera compulsiva -porque quieren ir gratis al teatro más que desarrollar un trabajo serio-, será lo mismo escuchar Los Beatles que a Tan Biónica o, poner en el mismo escalafón a Marilú Marini y a Esmeralda Mitre.

En este sentido, creo que debería hacerse un mea culpa tanto del crítico si está realizando bien su trabajo como del actor/director/dramaturgo que considera que la única crítica valedera es aquella que habla de su “brillantez como artista”.

¿Qué incidencia tiene en el público? 

La crítica tiene poca incidencia con el público a menos que “coincida” con lo que el “soberano” necesita que le legitimen. En el caso que no coincida, no modificará un ápice lo que piense de su “ídolo” de turno. Justin Bieber nunca hizo una canción como la gente y tiene ventas arrolladoras. No olvidemos el éxito de Marcelo Tinelli a lo largo del tiempo que es proporcional a su falta de buen gusto y creatividad al tiempo que postula valores detestables. ¡Pero es el tipo más visto de la televisión argentina!

A esto, no hay que pasar por alto un detalle fundamental, que es el medio para el cual uno trabaja y los auspiciantes. Si da la casualidad que la visión del periodista no coincide con la del auspiciante obviamente que se privilegiará la posición más importante –la del auspiciante-. Por eso, en los grandes medios, es muy raro ver una crítica negativa a los think tank de la Calle Corrientes aunque no sean merecedores de ningún tipo de elogio. Más aún si en el elenco, hay “artistas” famosos o exclusivos de algún medio de comunicación en particular.

En cambio, los críticos que tienen su lugar en los blogs, no aprovechan la independencia que disfrutan sino que únicamente les interesa “pertenecer” a ese mundillo. El pertenecer tiene sus privilegios y la meta es “ser del Jet Set” como había dicho, en su momento, Gustavo Cerati.

¿Puede un crítico ser además un artista?

Podrá ser un “artista” de la crítica…La pregunta está planteada como si fueran escalafones. Primero “critico”, después “artista”. Es muy relativo todo. Soy periodista pero me gustaría tocar la guitarra como Eric Clapton o Stevie Ray Vaughan, escribir como Cortázar o jugar al ajedrez como Gary Kasparov. Si lo lograse, ¿sería un artista? ¿La música, la literatura y el ajedrez entran dentro de lo que puede considerarse “arte”? Quizás haya críticos que quieran ser artistas.

Hay una entrevista en Playboy a Marlon Brando en la que habla sobre los “artistas” y dice que “podemos llamar artista al cocinero de minutas porque, en realidad, hace cosas de artistas, contorsiones y malabarismos con su sartén de panqueques, para arriba, entre las piernas, volando por el aire, atrapando utensilios. No sé si cabe excluir todas esas cosas del arte salvo que sabemos en lo más profundo, que no tienen nada que ver con el arte”.

¿Existe una nueva generación de críticos de teatro en Argentina? En caso que existen ¿En qué medios circulan?

Siempre hay “nuevas generaciones” de diversas actividades. Su circulación es por diversos medios. Hay redactores en diarios y revistas como en blogs y páginas web así como en la televisión o la radio.

Creo que si no hubiera “nuevas generaciones” ¡estaríamos en serios problemas! Lo que me da la impresión es que estas nuevas generaciones tienen una tendencia a la búsqueda de “aquietar aguas” cuando deberían plantear nuevos desafíos y debates. Ante cualquier esbozo de intercambio de pareceres, muchos se van por la tangente diciendo que “todo es bueno”, “todo es respetable”. Si una persona que se hace llamar “crítico” y -retomando ejemplos-  pone en un nivel de igualdad a Los Beatles con Tan Biónica para después escudarse en el “todo es respetable”, sin argumentar al respecto, falta notoriamente a su función. No es lo mismo una “charla de café” que el brindar una explicación desde un lugar determinado como el del “critico”, “periodista”, etc.

Valoro más a aquél que pueda mezclar los conocimientos junto con una experiencia vivida -que tenga calle, dicho en criollo- que a la incontinencia verbal de quien llena un artículo de términos e ideas tan sofisticadas, con el único fin de regodearse en su propia verba. Hay mucho periodista que “llegó a potro sin galopar”. Si se va a calificar a Borges o Cortázar de “antiguos” –por ejemplo-, se pide, al menos esbozar una alternativa válida que reafirme lo dicho. Caso contrario, se queda una postura tan “contestataria” como “vacía”. Que las “poses” sean para los flashes y no para la escritura.

Me parece que las nuevas generaciones deben aceptar/disfrutar el aprender a partir de sus propias equivocaciones en vez de ofenderse ante cualquier crítica adversa.

Hay “nuevas generaciones y nuevas generaciones”. Mariana Mactas es una vergüenza que sea una de las caras visibles e las coberturas de espectáculos de una señal de noticias. Lo mismo es extensible al Bebe” Contepomi, gran mandibuleador que dijo en un reportaje, muy suelto de cuerpo, “yo no te puedo decir la discografía de los Beatles ni el orden en que salieron sus discos. No soy un erudito del rock”.

¿Cuáles son los lugares de formación de los críticos? ¿Existen por fuera de las instituciones formales? 

Hay muchos que vienen de Ciencias de la Comunicación o de Filosofía y Letras así como del IUNA o de TEA. La educación “formal” brinda muchas de las herramientas con las que cuentan los críticos pero vuelvo a hacer hincapié en la práctica constante y en la permanente capacitación. En el caso que nos ocupa, ir a todos los teatros (el oficial, calle Corrientes, el Off, el independiente o cualquiera sea la denominación que tiene).

Un curso siempre viene bien, al igual que intercambiar y debatir ideas con colegas. Escuchar todo y someterlo a crítica y discusión. Siempre hay algo que aprender y generalmente, se aprende de los errores, con humildad y deseos de mejorar.

No ofenderse cuando se le pifia con alguna cuestión ni creerse que hay un antes y después de uno, en la historia del periodismo. Los periodistas critican el “ego” de los artistas pero ellos también tienen el suyo. Un periodista nunca es más importante que el entrevistado o la noticia en sí.

 

 

 


Juana Bignozzi: “No tengo un sólo rasgo populista”

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Por Anahí Perez Pavez. Fotos: Carmen Herrera.

Juana Bignozzi es una de las mayores figuras de la poesía argentina. Nacida en 1937, hija de una pareja de obreros militantes, desarrolló una poética que se distingue de las recurrencias de sus contemporáneos. Trasciende su origen y declara que sus versos no tienen “un solo rasgo populista”, va más allá y rechaza que la lean en clave feminista. Ante todo, es una Mujer de cierto orden que sólo sabe ser digna y se resiste a decir sí. Vivió en España entre 1974 y 2004, donde trabajó como traductora de italiano y francés. Tradujo más de cuatrocientos títulos, de autores como Marguerite Duras y  Jean Marie Gustave Le Clézio. En 2013 recibió el premio Rosa de Cobre, otorgado por la Biblioteca Nacional, de manos de Horacio González. En abril de este año, Adriana Hidalgo Editora publicó su último poemario Las poetas visitan a Andrea del Sarto en el que suelta a los pintores que la apasionan. Conversamos largo sobre su obra,  acerca de Letras en los sesenta y de sus posiciones políticas.

¿Qué la motivó a escribir Las poetas visitan a Andrea del Sarto?

 Yo siempre escribí sobre pintura. Mientras viví en Europa, iba todos los años a Florencia y empecé a seguir a Andrea del Sarto por sus frescos en la Basilica della Annunziata. Según los que saben es el espacio renacentista más perfecto del mundo. Un día estaba haciendo cola en una rotisería a la que los domingos va todo Florencia, cuando salen de misa. Estaba ahí parada y me dije: ¡Esa es la casa Guidi, la casa de la poetisa Elizabeth Browning! Entonces empecé a pensar que ella también iría a ver esas pinturas. Pensé en los poetas que iban a ver a pintores. Me costó más de 10 años escribir este libro. Lo escribí tres veces. La primera vez hablaba todo el mundo. Una poeta amiga me dijo: ¡es polifónico! Eso no me gustó. Me dije “un libro polifónico no me gusta”. Entonces lo hice de nuevo, hablando yo.

¿Aparecen además otros pintores?

Sí, son poemas de pintores. Yo publiqué Quien hubiera sido pintada, en 2001, que es un libro cerradamente de pintura. Quería sacar esos poemas porque si no me quedaba pegada a esos pintores, publicándolos no voy a volver a escribir sobre ellos. Ese es el origen y la razón de Andrea del Sarto, es un título que  tuve desde hace muchísimos años. Hay notas donde dice “publicará este año Las poetas visitan” y no estaba escrito el libro. Yo tenía el título pero lo que estaba adentro no me convencía. El título lo tuve muy rápido. A veces pienso que titulo mejor de lo que escribo porque con los títulos tengo buena relación. Poetas amigas tienen libros excelentes con malos títulos. Son dos cosas diferentes, tener esa habilidad o no. Cuando uno no la tiene, tiene que preguntar a otro.

¿Escribe sobre pintura a partir de que viajó a Europa o desde antes?

No, de muy jovencita. Tal vez porque era la distracción de una hija única pobre. Cuando pude empezar a viajar sola, a los quince o dieciséis, los fines de semana, venía al centro. Iba al Museo de Bellas Artes o al de Artes Decorativas, me resultaba económico y me sentía acompañada, porque siempre tuve mucha compañía pero he sido hija única. Uno siempre tiene un momento en que está solo, porque se tienen relaciones como de afuera, en casa se está solo con dos adultos. Entonces me iba a la biblioteca y me leía toda la historia del arte de Cantú o iba al Salón Nacional.

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¿Este último libro se distingue de su obra anterior? Tengo la percepción de que lo anterior es “más político”.

Este es muy político. Con Andrea quise hacer una reflexión sobre el poder y la relación de los artistas con el poder. Eso me fascinó de él, porque sus comitentes eran toda la gente del poder de Florencia. Su relación con el poder es un poco la que a mí siempre me ha gustado tener. El dejó plantado a Francisco I, el más poderoso de Europa en ese momento. Entonces, es una relación del artista con la creación y con el poder, su creación está dominada por el poder. Andrea pintó para distintos monjes y congregaciones y tuvo que luchar para salvar cierto mensaje porque el encargo era “con tal santo, tal mensaje”. Él lo salvaba con mucha gracia y se escapaba, pero era muy difícil.

Con lo de “político” me refería a estos mitos de una “izquierda trabajadora” presentes, por ejemplo, en La ley tu ley. ¿Puede desarrollar esa mirada suya?

Los mitos se forman en la infancia, después uno los niega o los acepta. Yo tengo un poema que dice: no se inventa un mito, se vuelve al mito. Uno a partir de cierta edad no inventa mitos y si los inventa son retóricos, externos. Yo tuve la suerte, que estoy viendo mucha gente no ha tenido, de criarme en una casa de principios férreos, que no eran fáciles de soportar, porque mi padre era anarquista y si hay algo duro en la vida son los verdaderos anarquistas, porque son gente que no negocia. La política es diálogo, acuerdos y el anarquista nunca se pone de acuerdo y nunca negocia, porque no tiene la búsqueda del poder, esa es su debilidad. Entonces, yo me crié en una casa y cuando terminé el secundario y empecé a trabajar, a los dieciocho, yo ya tenía toda una estructura formada. Incluso creo que cuando publico Mujer de cierto orden, libro escrito a los veintisiete o veintiocho años que publico a los treinta porque me peleaba con el editor y tardó dos años en salir…

¿Era José Luis Mangieri?

No, Falbo. El primero fue de Falbo librero editor, en el `67, hace cincuenta años. Yo siempre tuve suerte con los editores, nunca me pagué un libro, porque tuve editores, esa gente que apuesta por uno. Incluso después, cuando la situación cambio mucho, Mangieri cobraba, cobraba bien además, pero publicaba un grupito, una lista mínima a quienes nunca cobró. Éramos diez o doce en el catálogo de Mangieri que nunca pagamos. Y en la época de Falbo pagaba todo él, a raíz de lo cual decía no y era no. Nadie podía negociar nada ahí. Yo me crío en esa ideología, por eso soy estructurada. No tuve que oponerme a mis padres. No hice la típica vida, que es la vida que yo pienso más normal, de ruptura con los padres. No tuve que romper nada, estábamos todos en lo mismo. Después, ya con veintipico de años, tuve diferencias políticas. En esa época era chinoísta y mis padres no lo soportaban.

Usted era maoísta.

Claro, en el momento ese que Beatriz Sarlo cuenta que yo fui en un viaje a Montevideo y le traje una foto de Mao. Para mí fue un derrotero natural, porque yo estaba muy de acuerdo con todo eso. Además como mi padre era anarquista tuve una crianza que no fue agradable en cuanto a que no me ayudó a no estar sola. Todo lo contrario. Me criaron de una manera muy libre, porque tenían la obsesión de que como hija única no sea idiota, que no fuera de esas hijas únicas. Siempre digo que soy hija de padres mayores y hace unos años me di cuenta que tengo que aclarar las edades, porque hoy hijo de un padre mayor es otra cosa. Papá era un muchacho de treinta y ocho, tengo amigos que no han sido padres a esa edad.

¿Fue muy libre o muy riguroso? Me resulta confuso.

 Libre en los horarios, pero muy riguroso en algo que si hubiera tenido hijos tengo la sensación de que lo hubiera hecho. A los doce o trece años iba y les preguntaba algo, si puedo hacer tal cosa, y ellos me decían: “vos sabés lo que tenés que hacer”. ¡Y uno no tenía idea! Pero eso era tan paralizante que nunca hice nada malo. Eso es crear en el otro una responsabilidad absoluta.

Me llama la atención, porque justamente un poema suyo dice “vuelvo a pintar las flores de mi juventud, vuelvo a ver el amanecer sin temor, ya nunca nadie podrá decirme estas no son horas.” Usted me decía que no, pero leyendo el poema me parece que hay una ruptura, una decisión de romper de alguna manera con el mandato. Está presente esa distancia.

Tomo una distancia por la época, pero es una distancia política, no es de enojo. De todos modos, hice cosas que horrorizaron a mis padres, por ejemplo, ellos no esperaban que me casara. Me casé a los 32. Según mi madre era una nena, que cómo me iba a casar y estropearme la vida. Ellos desconfiaban de las instituciones. Además mi madre era muy diferente, opuesta a todas las señoras del barrio, porque militaba. Éramos de Saavedra, al lado de la Phillips. Ahora venden ahí unos departamentos que dicen “Altos de Saavedra” y es un pozo. Yo digo, si mi mamá supiera que vivió en los altos de Saavedra se accidenta de la risa. Además, geográficamente es una zona baja. Entonces, yo lo que cambié fue por la edad y la moral, por esa moralina anarquista. Cuando tenía 18 años papá era un hombre de 56 con esa mentalidad de la pureza en la conducta. No tener dos trabajos, respetar. Y yo era de otra época. Para mi papá debo haber tenido ciertas conductas morales que no le parecían. Por eso él se contentó cuando me casé y me acompañó al civil. Mi mamá no. Pero después no tuve hijos y ese es un mandato de mi padre.

Se casó y de alguna manera rompió con un planteo familiar que marcaba otra cosa pero después decidió no tener hijos.

Nos costó mucho pero, por suerte, lo decidimos. Mi marido viene de una familia de mucho dinero, muy tradicional, yo venía de una familia que casi no había para comer. Yo lo tenía claro, lo hablamos mucho, estuvimos todo un año como de negociación. Nos hacía la vida imposible la familia de él, por no tener. Al año Hugo me dijo “de veras, no es para nosotros”.

Es una decisión consciente.

Siempre odié la idea de los hijos como inversión. Un hijo no es un seguro para la vejez. Hay que tenerlo por otros motivos. Hace pocos meses murió mi marido y pensaba en eso, pero no logro arrepentirme. Quisimos esta vida y tuvimos la vida que quisimos.

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Usted en un poema dice “la mujer sabe que tiene que estar a la altura de su hijo hasta el final. Las madres de clase media de mi país cumplieron la misma sentencia”. En relación a esta cuestión de invertir, tomó una decisión y desplegó todo un mundo, que puede ser compartido.

Es una decisión que se piensa mucho porque es definitiva en la vida. Mucho más que casarse, que puede ser algo aleatorio, o comprarse una casa.

¿Tuvo un matrimonio libre en el sentido de poder desarrollar su subjetividad trabajando y su marido teniendo su actividad?

Sí, totalmente. Veraneamos un mes separados todos los años que estuvimos casados. Viajábamos juntos casi siempre, pero un mes cada uno se iba a un lugar.

Me contó que se conocieron en la facultad. ¿Cómo era esa escena de letras en los sesenta?

Yo iba, me aburría, me quedaba en el bar y era sobre todo la del frente de intelectuales del partido. Mis amigos, a los 20 años, eran Juan Carlos Portantiero, Juan Gelman y Andrés Rivera. Eran como los muchachos del barrio.

Letras en esa época fue un semillero de lo que son los intelectuales de hoy ¿Cuando dice “el partido” es el comunista revolucionario?

No, el Partido Comunista. Cuando era un partido.

¿Aún tiene relación con el PC?

No. Apoyó la dictadura el PC, por eso hay militantes ex comunistas que están resentidos. Porque estuvieron en un partido degradado. Cuando yo estuve era todavía un partido con la épica de la segunda guerra pegada. Cuando sube Perón teníamos delegados obreros en todas las fábricas. En tres meses no quedó ninguno. Se hicieron todos peronistas. Pero era un partido existente. Teníamos un diario que se vendía en los kioscos como la prensa. Yo a los 20 entré a La hora. Entonces me hacían bromas, me trataban bien pero era la nena. Gelman tiene ocho años más que yo, pero ya tenía otra vida. No es lo mismo una chica de barrio de 20 años, que un muchacho, un hombre, que ya está en las jerarquías del partido. La diferencia es muy grande a esa edad. Después no. Ahora nadie me separa de Gelman, esos años han desaparecido, pero nadie me separa de Gelman y tenía ocho años más que yo,  pero la edad desaparece. Yo era una chica y además sola y ellos ya casados, era todo otro mundo. Y yo creo que cumplí esos mandatos de tener un matrimonio muy abierto, muy independiente, por mi papá, que decía que la mujer que no trabajaba no era digna. Una mujer que no trabaja siempre va a ser una esclava, del marido, de los padres. Mi mamá trabajó toda la vida, desde antes de conocer a mi papá, desde los ocho años.

Beatriz Sarlo, en su discurso homenaje, cuando le entregan el premio Rosa de cobre, dice que usted era una “mujer dandy”. ¿Hay cierta admiración ahí?

Beatriz tiene cinco años menos que yo. Cuando la conocí, en el Centro Editor de América Latina, ella tenía veinticuatro y yo, veintinueve. Ella venía de la facultad de Letras. Era una chica común, de muy buena educación, y yo le hablaba del comunismo y de mis amigos, Rivera y Gelman y le impactaba. Una vez Beatriz dijo, en una especie de recuerdo que escribió sobre mí, que Bourdieu explicó lo que yo hacía, que era poner “un plus de sentido”. Porque no teníamos un centavo y Beatriz dice que “cenábamos” y era una manera de decir porque éramos muy jóvenes y pobres y comíamos algo. Ella escribió: “Juana nos irritaba porque era tan pobre como nosotros y compraba flores”. Yo era pobrísima pero compraba flores, o un buen vino y ella dice: “¡No teníamos un centavo y Juana compraba flores!” Toda la vida tuve esa vocación por la gente. Soy absolutamente gregaria. Tengo los amigos más cercanos dentro de la misma ideología, pero en dos opciones políticas muy enfrentadas y yo voy de unos a otros, soy amiga de los dos grupos. Y toda la vida tuve esa vocación de la ropa, de vestirme; cuando tenía un centavo me compraba un prendedor. En mi casa decían que si hay miseria que no se note. No soy despilfarradora pero gasto, tengo un agujero en la mano. Tiro el dinero como lo tiran los pobres. Cuando me casé traté a una familia de muchísimo dinero y me di cuenta que los pobres lo tiramos, los ricos no. Tenía unos diálogos con mi suegra que me asombraban. Yo decía “si tuviera el dinero de ella lo que haría.” No me hubiera durado nada. Mangieri, que era peor que yo, éramos dos manos rotas, decía: “según mi viejo la moneda es redonda para que ruede.” El padre de él también era anarquista. Toda la vida he hecho eso. He tenido ese gusto. Me importa. A mí el pobrismo no me va. El pobrismo no sirvió nunca para nada. No creo en la caridad. La detesto. Bueno, no soy católica, nunca lo fui.

Esto del pobrismo es una crítica política muy interesante.

El pobrismo. Subvencionar a los pobres es quitarles la dignidad. En un momento sí, pero es una medida pasajera, no es una política de Estado subvencionar un país.

¿Tiene que ver con esto que decía sobre los grupos de pensamiento político distinto? ¿Cómo es su relación con el peronismo? ¿Qué opinión le merece la década kirchnerista?

No soy peronista desde el fondo del alma, es como lo de Dios. Cuando uno cree que el otro existe tiene conflicto. Hace poco en una revista me preguntaron, estaban haciendo una encuesta sobre la divinidad y ¡yo en mi vida pensé un minuto en la divinidad! No es un conflicto en mi Dios, porque no creo. No soy gorila y no soy antiperonista, pero no soy peronista. Es una estructura como ajena a mí. Además estos diez años fueron pésimos. Pienso que le pasa esto a todos los que vuelven. Yo venía todos los años, pero una cosa es venir y otra es vivir. No tiene nada que ver. Yo venía un mes, dos meses, salía con todo el mundo, pero incluso la gente cambia. Cuando volví gente que me veía no me vio más porque una cosa es que uno tenga confianza y confidencia con alguien que después pone un océano de por medio y ya está. Y otra cosa es la confrontación diaria. Para mí esto no es peronismo, es kirchnerismo. Soy una chica peronista de formación en tanto empecé la escuela primaria cuando el terremoto de San Juan, donde se conocieron Perón y Evita, y el quinto año lo terminé en el `55, o sea, yo viví el peronismo.

Vivió la escuela peronista desde ese lugar.

Desde primero inferior a quinto año. Yo tengo gran admiración por Perón. Las cosas que decía eran deslumbrantes. Tenía algo que empezó a cambiar: la probidad. Era un hombre probo. ¿Dónde está la fortuna de Perón? Tenía una formación militar de altísimo nivel. Era un militar de carrera, no un improvisado. Nosotros vivimos una degradación de la sociedad, cambió la sociabilidad, cambió todo. El peronismo nunca se preocupó por la cultura. Perón nunca lo reconoció a Marechal.

¿Dice que no apoyó a los intelectuales peronistas?

A los intelectuales peronistas como Leopoldo Marechal nadie les daba pelota. El peronismo no es una política de políticas culturales, a los sumo de políticas educativas sí, tal vez, pero no políticas culturales.

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Quizá se preocupan más por el brazo propagandístico.

Esta gente llegó a excesos terribles. Lo vivo muy mal. Hay una violencia espantosa y no hablo de la violencia de los piquetes, que es otra cosa. Me refiero a que han hecho una prepotencia de la juventud como material político y la juventud no es un material político en sí. La clase es un material político, no la juventud.

¿Está de acuerdo con la creación del Ministerio de Cultura? 

Con la creación sí, pero no se puede poner en ciertas manos. Ya estaba en manos pésimas, con Jorge Coscia.

A usted no le parece que sean lo indicados.

No. Incluso van a hacer daño.

¿Tiene que ver con lo del “pobrismo”?

Al obrero hay que dignificarlo y para dignificarlo hay que crear trabajo y consciencia de clase. Yo siempre digo que la generación de mi padre, sus amigos, no querían ser pequeños burgueses, querían ser obreros bien pagos y esto el peronismo lo borró. Acabo de leer un libro maravilloso que se llama Cuando los obreros salieron de compras (de Natalia Milanesio. Siglo XXI). Ella trabaja con testimonios, análisis y a mí me resultó muy atractivo porque es mi época, en el 45 yo tengo ocho años y plena consciencia de los lugares donde se compraba. Nosotros no comprábamos nada porque mi padre no aceptaba nada más que un solo empleo, porque los obreros no tenían que quitarle trabajo a otro y nunca salimos de compras.

Era muy austero.

No teníamos. Pero se gastaba en el teatro y en los diarios. En casa se recibían cinco diarios. Mi papá después contaba el diario en todo el barrio porque nadie lo compraba. Eso no lo fomentaba el peronismo. Entonces, cuando los obreros comenzaron a comprar se produce la pérdida de la imagen de la clase media alta, cuando su mucama estaba peinada como la señora, porque va a la peluquería. Eso estaría bien si estuviera hecho no como sustitución, como  se hizo, sino como concienciación: “yo tengo derecho a ir a la peluquería”.

Se puede leer como una conquista desde el punto de vista del trabajador ¿Usted dice que era más una cuestión imitativa?

Se aspiraba a una pequeña burguesía que nunca un obrero de izquierda aspiró. Ningún obrero de izquierda quiso ser pequeño burgués, quiso ganar bien, pero no otro tipo de representación social.

Una persona que tiene consciencia de clase, de clase trabajadora, subalterna, en lo que no se querría convertir es en un explotador, es complejo igual, ¿no?

¿Pero esos quiénes eran? Eran los comunistas de mi juventud y mi padre. En este país yo creo que los únicos que no hemos pedido la Beca Guggenheim somos Rivera y yo. En un momento tuve tentaciones, entonces lo llamé a Andrés y le dije: ¿Qué decís? Me dijo: ¿Tenés para comer, nena? Sí, le dije, “entonces no la pidas”, me respondió. Mi marido estaba furioso que pidiera la beca.

¿Qué implica esa beca?

Y, es una beca yankee. Hugo me decía: “vos vas a ir después a un acto a ponerte a hablar de la izquierda, contra el imperialismo y te van a decir “Señora, ¡Si usted tiene 30.000 dólares del imperialismo!”

Claro, tal cual. Era tentador.

Todos tienen Beca Guggenheim. Gelman publicó uno de sus libros con la beca.

Usted no termina de transar, como su padre.

Yo heredé de él algo espantoso. Yo digo que soy la señora no. Digo a todo que no. Me invitan a leer, digo que no. He rechazado como diez recitales de los últimos dos años. El lugar o las condiciones, o los que me invitan, o los que quieren leer conmigo. Yo heredé ese no. Mi papá era el señor no. Todo era no.  A mí lo primero que me sale es decir no.

¿Cómo recuerda la experiencia de El Pan Duro?

La recuerdo con mucho cariño pero no era una experiencia estética, no teníamos  que cuestionarnos la poesía del otro, por eso somos tan distintos. Era un frente de la Juventud Comunista, leíamos en el Teatro del Pueblo, en los comedores de familia.

¿En qué se diferenciaban?

Yo no tengo el mismo fraseo que ellos. No tengo un solo rasgo populista. Yo siempre decía que ellos eran los poetas de la oficina. Todos los poemas no eran contra el imperialismo, eran contra el jefe. Y ellos lo han visto mal, porque cuando Héctor Negro hace su libro sobre el tema, en el prólogo, extrañamente, a los dos poetas más conocidos del grupo no los entrevista, ni a Gelman, ni a mí. Dice Negro que había leído unos comentarios míos y quiso evitar un enfrentamiento.

¿Conoce a poetas de otras generaciones?

Hay otra generación que parece tan mayor como yo pero que tiene doce años menos, la de Irene Gruss. Esa generación siempre la quise mucho. Conozco también a Martín Gambarotta, Martín Rodriguez, Viola Fischer, Mercedes Halfon, todos ellos han sido mi grupo poético cuando volví. Leo mucho a los jóvenes, muchas veces me mandan libros, me los regalan o los compro. Algunos los guardo, otros los dejo ahí, en un limbo y otros los tiro, directamente. Aprendí a leer poesía. Cuando uno lee un libro muy juvenil ve todas las fallas de la juventud, pero ve si hay una voz detrás. Yo prefiero a veces un libro que no está muy bueno, a esos libros perfectitos que van a morir así y no hay nada ahí. Con las mujeres jóvenes voy bien, pero con la generación que sigue a la mía, algunas no tienen una muy buena relación conmigo en cuanto al feminismo.

¿Por qué?

Yo creo que hay un problema que ya no tiene la generación joven. Uno lee a veces buscando lo que uno está de acuerdo, lo que uno piensa y entonces lo que piensa el que escribió es tergiversado.

¿Dice que leen para convencerse?

En vez de ver que dice el otro, parten de una idea y leen en clave feminista y tergiversan profundamente. Yo tengo un poema que dice “no conoceré el delirio por un hombre”. De eso se dedujo que no tenía relación con los hombres. Yo digo delirio, delirio, no digo otra cosa. Eso me ha pasado mucho. Una vez, una muy buena periodista me estaba haciendo un reportaje cuando no vivía acá y yo hablé en plural, dije “hicimos”. Ella apagó el grabador y me dijo, ¿Por qué hablás en plural? y  le digo “porque hablaba que mi marido y yo hicimos tal cosa” y me dice “estás casada,” sí, le dije, “¡Nos has traicionado a todas!” Ah, le digo, no pedí permiso. Parten de la idea de que una mujer como yo tiene otra vida, tiene una independencia mal entendida, según ellas. O sea, yo no tengo esa reivindicación. Yo me crié entre hombres. Siempre fui la única mujer y ahora mismo tengo amigos hombres.  Por suerte uno está casado y puedo tratar a la mujer, que no siempre se puede tratar, porque además de tener siempre amigos hombres, más en mi época, se casaban con unos seres inexistentes, no eran gente que le interesaba lo mismo, eran señoras que estaban, que además pensaban pésimo de mí, que estaba sola, en un café, hasta medianoche.

Yo creo que desde ahí es que la toman como un ejemplo. La ven como una mujer autónoma.

Totalmente autónoma. Me costó igual, porque siempre fui considerada la ligera. Yo estaba sola, en un café, hasta media noche, con todos los muchachos.

Qué interesante que haga esta distinción con respecto a leerla en clave feminista, porque la verdad yo veo en su libro que cuando usted habla del universo masculino que la rodea, no tiene mala relación. Tiene una buena relación, como de protección. Digo, si su padre la ha protegido, sin duda que va a buscar tener hombres alrededor que la protejan.

Totalmente. Yo digo: si el padre te amó, te ama el mundo. A mí mi padre me amó y entonces no se me ocurrió que alguien no me iba a amar.

Lo cual no quita, y creo que de ahí la lectura esta, que usted despliegue una mujer que hace, que elije, que le gustan ciertas cosas.

Claro, yo fui criada como una igual. Porque a pesar del machismo latente, que nunca lo vi porque era latente, Gelman, Portantiero, todos ellos me trataban como una igual y por eso me decían ciertas maldades también.

Entonces, más allá de esta lectura errada, ¿no se considera feminista?

No.

Es una mujer autónoma, con un lenguaje particular, con una voz particular.

Soy una mujer digna, que supo mantener su papel. Que nunca fui pisoteada. Que no nací para ser pisoteada. Que nadie me dijo que tenía que aceptar las cosas. Que en mi casa jamás me dijeron que dijera que sí.


Eva Giberti: “El feminismo precisa militancia”

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Por Leticia Martin

Eva Giberti nació en 1929 es psicóloga y psicoanalista, autora de diversas publicaciones y ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. Reconocida en todo el país, ha dictado diversos seminarios sobre feminismo y desde 2006 (por Resolución Nº 314/2006) coordina el programa Las víctimas contra las violencias, del Ministerio de Justicia. Dicho Programa se propone erradicar el maltrato, la explotación y la prostitución infantil, a la vez que atender a las víctimas de violencia. Movilizada por la cuestión quise conversar con ella, le comenté de la serie de entrevistas que preparábamos en RevistaTonica.com, y le envié el link por si no nos conocía. Ella se mostró muy amable en todo momento, pero me respondió que no disponía de la media hora que le solicitaba para encontrarnos a conversar sobre el tema. “Ninguna entrevista dura media hora”, dijo. Es verdad. Pero insistí, e intercambiamos algunos mails más. Finalmente acordamos que le enviaría las preguntas por ese medio. Sin embargo, tampoco de este modo obtuve todas las respuestas que esperaba. Entiendo que ciertas cuestiones requieren ideas previamente concebidas, incluso datos y relaciones que llevan tiempo y trabajo responderse; pero fue la misma Eva Giberti quien escribió en una de las respuestas que sí recibimos, que “el feminismo precisa militancia, sistemáticas discusiones epistemológicas y deliberaciones dialécticas”. En ese camino estamos. Eso buscamos cada vez que nos acercamos a los gestores de las políticas.

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¿En cuál de las corrientes teóricas que abordan los estudios sobre el género se inscribiría?

No me inscribo en ninguna corriente teórica en particular porque preciso pensar tanteando los puntos más cercanos a mis convicciones. Para responder esta pregunta debería escribirle pasando por una revisión de cada una de ellas, no me es posible porque me  implicaría una extensa contestación.

¿Cree que la teoría psicoanalítica sirve al proyecto feminista o es contraria al mismo?

No corresponde hablar de “un psicoanálisis”. Estimo que es preciso hacer trabajar las distintas corrientes psicoanalíticas y a partir de su aggiornamento tomar aquello que sea potable para el tema en que estemos trabajando.

¿Fue reglamentada finalmente la Ley 26.485 para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres?

Si la ley 26.485 estuviese reglamentada en su totalidad se aliviarían algunos conflictos y se sancionaría a los responsables. Y los jueces -todos- tendrían que aplicarla. La violencia familiar o doméstica continúa siendo un gravísimo problema. La colonización intelectual de las profesionales que egresan de sus universidades sin conciencia de los problemas graves en los pueblos originarios y en las mujeres afro, y de las chicanas, por darle solo algunos nombres, constituyen un problema de colonización que es heredero de la colonización patriarcal que sobrellevamos. Ésos son algunos problemas de fondo, así como la ausencia de una legislación pertinente para el aborto.

¿Conviene ubicar a la mujer en una posición débil para avanzar en la conquista de sus derechos?

¿Qué es una posición débil? No asumimos el papel de víctimas crónicas, más allá de la necesidad de trabajar en una política de emancipación de las víctimas (Dusell). Las “débiles existen”. Por ejemplo, el 38% de mujeres a las que atendemos (20.700 desde octubre 2006 hasta mayo 2014) después de haber llamado al 137 solicitando auxilio no nos autorizan, no quieren que las llevemos a hacer la denuncia por el terror que sienten hacia su compañero. Esa situación de desvalimiento, peligrosísima, queda al margen de las estadísticas de violencia familiar que solamente cuentan las denuncias. Esa es una mujer débil.

¿Cuáles cree usted que son los problemas concretos del género femenino en la Argentina del Siglo XXI? ¿Existen asimetrías a nivel Federal en la puesta en acto de la ley?

Los problemas concretos del género son múltiples y dependen de cada zona de nuestro país. Como lo recorremos permanentemente puedo decirle que en Tiera del Fuego no padecen los problemas que en materia delitos contra la integridad sexual sobrellevan en Chaco, -por ejemplo- porque en Tierra del Fuego tienen legislación, profesionales y trámites muy diferentes de lo que encontramos en Chaco. Me resisto a responder con  generalidades en estos temas.

¿Por qué el piropo debe ser exterminado?

Alguien puede pensar que el piropo debe ser exterminado. No me ocupo de ese tema, menos aún de quien piensa en términos de exterminio.

En febrero de 2011 se creó la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de Violencia de Género. ¿Considera que el sistema institucional de penas y sanciones de las violencias es adecuado?

Precisaría escribir una monografía o un ensayo.

¿Cómo se determina que una mujer está siendo víctima de violencia psicológica? ¿Cómo funciona el observatorio de las violencias?

¿Qué respuestas deberían exigírsele al feminismo hoy?

El feminismo precisa militancia, sistemáticas discusiones epistemológicas y deliberaciones dialécticas acerca de su papel como fuerza política para modificar lo que ya sabemos que hay que modificar, por ahora, en este planeta.


Mónica Berman: “No es lo mismo hacer crítica que periodismo”

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Mónica Berman es licenciada y profesora en Letras, magíster en Análisis del Discurso y doctorado en Ciencias Sociales (UBA) y codirige el Área de Comunicación, Artes Escénicas y Artes Audiovisuales de la Facultad de Sociales de la misma universidad. Ejerce la crítica teatral en diversos medios. Además, es jurado de los premios ATINA y de Hugo al teatro musical.

por Natalia Gauna

berman11¿Qué es un crítico de teatro? ¿Qué función tiene?

Imposible responder qué es un crítico (no sólo de teatro) en unas líneas. Creo que sería una falta de respeto que no voy a cometer.

¿A quién le interesa la crítica? ¿Quiénes las leen?

La pregunta tal como está formulada te lleva a una respuesta falsa. ¿Qué críticas? Existe “la crítica” ¿Cuál? ¿La actividad o el producto discursivo? ¿La de divulgación, periodística, académica? ¿La que se escribe en los diarios, en las revistas especializadas, en las académicas? Todo discurso (pero no sólo el discurso crítico que es además un metadiscurso) construye un enunciatario. La clave está en la posibilidad de que se establezca el vínculo entre el lector modelo y el lector empírico, si eso se produce, la crítica interesa y es leída en el sentido más amplio y con mayor valor del concepto “ser leída”. Tengo la suerte de haber escrito en lugares muy diversos, no es lo mismo escribir en Alternativa Teatral, en Funámbulos, en La Nación, en la revista Teatro XXI, en Territorio Teatral  o en mi blog, Máquina de Escribir.

¿Qué incidencia tiene en el público?

La pregunta sobre el público de nuevo está ligada a la anterior ¿Qué público? ¿El público cautivo de teatro? ¿El ocasional? El más interesante: el no-público (el que no va y al que tenemos que conquistar para que vaya). Porque no existe la categoría “público”, más que de un modo tan general que no sirve para analizar absolutamente nada.  Quiero decir cuando una nominación queda tan grande, no sirve para reflexionar.

¿Qué diferencia a un crítico de un periodista cultural?

Yo soy crítica de teatro. Hice una carrera que me formó como crítica (pero literaria) y luego elegí las artes escénicas y me formé para eso. Hice dirección con grandes maestros (Szuchmacher y García Wehbi), dramaturgia con Kartun (incluso entré en la carrera en la EMAD), talleres de actuación, teatro musical con Gorlero, iluminación, tela en circo e infinidad de pequeños talleres de todos colores, vinculados con las artes escénicas. Ahora estoy haciendo una especialización en objetos y nuevas tecnologías en el IUNA.  Es decir, tengo una formación específica que crece día a día. Y tengo, por supuesto, herramientas teóricas. El periodista cultural no puede tener esa formación, porque es un generalista. Pero no hay que olvidar que los trabajos de uno y otro son distintos. No es lo mismo hacer crítica que periodismo. Voy a dar un ejemplo bien concreto y didáctico: ¿Qué sentido tiene que un periodista escriba sobre una obra que se levantó [de cartel]? Ninguno porque no es noticiable. Yo como crítica voy infinidad de veces a las últimas funciones y escribo igual. No escribo para, con un fin. Escribo y punto. Escribo sobre la puesta ¿Eso significa que siempre escribo críticas? No, a veces, escribo reseñas. Hay que tener cuidado porque los géneros que se producen son distintos. A veces, aunque no soy periodista hago el trabajo de un periodista. Cuando me toca hacer una entrevista, por ejemplo. Pero eso es trabajo. Lo puedo hacer porque tengo herramientas. Seguro que a un periodista le sale mejor que a mí, no me preocupa demasiado, es lógico que sea así.

¿Puede un crítico ser además un artista?

¿”Puede” entendido como una posibilidad o como una cuestión ética? ¿se entiende la repregunta? Ser artista te vincula con otros artistas. ¿Cómo escribís sobre sus otros trabajos después? Porque veamos, estamos hablando de teatro, que justamente es un arte colectivo. Me parece que el crítico literario tiene otra posición.

Aún más también está planteada la posibilidad del crítico como artista, pero haciendo arte cuando hace crítica.  Yo no me voy a poner a juzgar lo que hacen o dejan de hacer los demás. A mí, personalmente,  no me interesa en absoluto ocupar la posición de artista, me gusta la crítica y me gusta infinitamente la teoría.

¿Existe una nueva generación de críticos de teatro en Argentina? En caso que existen ¿En qué medios circulan?

Hay mucha gente escribiendo. ¿Jóvenes? No sé ¿Nueva generación? Sin duda hoy hay más personas que se atribuyen el mote de crítico. Creo que la búsqueda de entradas gratis para el teatro es una buena razón, que se suma a los agentes de prensa poco serios, que con tal de mostrarles a sus clientes que les llevan gente, acreditan a cualquier persona. Ahora este combo ¿Acepta ser denominado como nuevos críticos? Creo que no. Pero quién lo sabe. Salvo que conozcas un poco el paño, la sensación es de un crecimiento notable. Crecimiento en cantidad. Estos circulan por los blogs. Ahora no hay que olvidar otra pata importante, las pasantías, que llenan los diarios de gente provisoria también.

Tenés de todo, gente brillante y que busca formarse, unos cuantos más de lo esperable que escriben con faltas de ortografía y con una sintaxis que va en contra de las hipótesis de la gramática generativa… Yo puedo decir con felicidad que varios alumnos míos (alguno del secundario, alguno de la facultad) se han dedicado a la crítica y lo hacen muy bien.

¿Cuáles son los lugares de formación de los críticos? ¿existen por fuera de las instituciones formales? 

Hay formación formal, informal, cursos. No quiero poner lugares específicos porque en general me parece que hay muy lindos programas y la realidad de las cursadas se choca con la propuesta.  Yo misma di un taller este año. En 2013 dicté, por primera vez, un taller de crítica. Siendo que la primera crítica que escribí es de 1997 (Bah, la primera publicada es de 1989 en un taller de crítica que hice en la facultad). No se puede decir que soy improvisada. Me decidí pensando que hay tanto chanta (también dentro de las instituciones prestigiosas).

Eso sí, cuento una primicia, si todo sale bien, próximamente la carrera de Ciencias de la Comunicación va a sumar su aporte formativo a través del Área de Comunicación, Artes Escénicas y Artes Audiovisuales y estamos pensando incluir lo mejor de lo mejor.

¿Por qué sos crítico?

Es como preguntarle a un escritor por qué escribe o a un ser vivo por qué respira.


“Me enamoré de él y de su sombrero”

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Por Leticia Martin

Alicia Digón (Buenos Aires, 1954) es poeta y narradora. Pero además es una escritora itinerante. Sin descanso recorre los eventos literarios y talleres porteños en busca de un contacto real con los autores de las generaciones más jóvenes a quienes lee, critica, e invita a escribir en la revista literaria que dirige. Se auto-define una escritora tenaz que se levanta cada mañana, se lava la cara, se hace unos mates y se pone a trabajar. Siempre lo hace a partir de  una imagen. Nunca sabe qué género está escribiendo y, según nos relata, goza de abandonarse a los designios inesperados del lenguaje. Es autora de diversos libros y dirige la revista GuKa que auspicia la Biblioteca Nacional. Su novela El Country de los milagros fue reeditada este año por la Editorial Wu Wei. Hablamos con ella sobre este trabajo y lo que se viene.

El poder, la prostitución, la droga y la mafia se cruzan en tu novela en un fondo de marginalidad y pobreza. ¿De dónde nace tu interés por los temas?

En todos los ámbitos hay una lengua que tiene un común: la exquisita pobreza del no saber, en fin… en todo sentido, no la pobreza económica, hablo de otra cosa.

¿Qué tanto de la realidad se filtra en tu ficción?

Dos cuestiones. Una, no hay realidad ni ficción. Todo es un entrecruzamiento que, como una cinta de Moebius una vez es algo, otra vez es otra cosa y luego sigue siendo lo mismo. Como el tiempo, eso nos trasciende. Mi novela trata un poco de esas cuestiones. Del entrecruzamiento, los puntos de contacto y el discontinuum que hay entre los humanos sobrevivientes de este naufragio en el que estamos todos inmersos. En segundo lugar, esa novela,  fue toda una vida de trabajo. Podría develarse desde un ensayo pero preferí lo ficcional como excusa y como soporte para tratar, en lo posible, de ser fiel a lo vivido con niños, adolescentes y adultos, en anteriores trabajos que realicé. Vivimos  en un ficcional cotidiano. Yo  trabajo y escribo desde ahí. Cada día que pasa es uno más y no me alcanza para finalizar esta novela que es mi propia vida. Leo el catecismo de Alice Munro y me digo queda queda….un poco más queda. Ella habla de un Toronto y sus personajes irresistibles, yo, claro, sin esa maestría, de un General Rodriguez. Ciudad de los hospitales bajo árboles y de La calle de los perros muertos.  

¿Cuál fue el proceso de construcción de la novela “El country de los milagros”?

Unos veinte años conviviendo con esa ficción. Años en los que miraba por una ventana y me parecía que estaba el vidrio sucio. No era así. Sucia era la realidad de fuera de esa ventana. Aún hoy esos pibes que venían descalzos me siguen llamando y quieren escribir una, otra  hoja que se llamó “te cantaré Rodriguez” y decían: somos el colectivo “te cantaré Rodriguez”  o “desde los quintos infiernos” frase acuñada por el poeta Boccanera cuando le solicitamos consejo para el título de una revista. Esa revista, era sólo una hoja oficio y tenía como logo un diablo negro dientudo con su cola y su tridente,  y se escribía a mano, sin faltas de ortografía. Ellos contaban historias que luego eran éditas o dibujadas en paredes o puestas en común en tapas pintadas de cartones, porque no era un grupo,  era como dije un “colectivo” de pibes pibas y muchachones. Cuando vino de visita Kevin Power curador de “Los mondongo” y subdirector del Moma, se enamoró de los libros y se los llevó primero a Nueva York y luego a Alicante, donde hoy viven la mayoría. Luego él nos envió un mail con el dinero, contándonos que se habían vendido todos, como era de esperarse. Hoy esos pibes están en la universidad, algunos son profesores, otros devinieron diputados de la Nación Argentina, o están en un campus alejado de toda coquetería y del marasmo de nuestro endiablado mundillo de las artes y las letras. Son pibes que hacen festivales, declaran capital de la cultura a pueblos perdidos en la niebla. En fin, quiero dejar constancia de que esto ocurría allá por el noventa y los cartoneros de Moreno eran solidarios con este proyecto. Así se fue construyendo la novela. Es como te decía, una cinta que a veces ficciona, otras fricciona y muchas es apenas un dolor que no cesa. En ese devenir, muere -o matan- al “Naza” (el protagonista).

pestalozzi-encuentro-poetico

Esta nueva edición tiene otra tapa que la anterior ¿Por qué decidiste cambiarla?

La primera y segunda edición muestra una cola tentadora, y en la feria del libro quienes peleaban por comprarla eran niños de colegios religiosos, y por eso en esta edición se decidió cambiar la tapa. Para no despertar pasiones equívocas.

¿Cómo llegaste a la editorial Wu Wei y por qué decidiste publicar con ellos?

Wu Wei signifca “no hacer” y ese no hacer me fascinó desde que nací. Nosotros éramos tres amigos en un sucucho del codo de Peña y Ayacucho, me refiero a Dalmiro, apodado “el mítico”, que por aquella época restauraba muebles, Miguel Briante “el que deliraba” dueño y señor de una magnífica escritura, y yo, a quien llamaban “la nena”, porque lo era. Los tres queríamos hacer algo que fuera un “no hacer”. Cuando ví el nombre de la editorial y conocí a Luis en una estación de servicio, me enamoré de él y de su sombrero. Recuerdo que nos encontramos en la Shell de Ciudadela, armamos el estudio y la editora y ahí pactamos lo que se hizo, que es lo que ahí está.

¿Vas a presentar la novela en el interior del país?

Ahora me voy de viaje una semana a México DF y vamos a llevar la novela allá porque soy la invitada de un grupo parecido al colectivo “te cantaré Rodriguez”. Por ahí me quedo comiendo tacos al paso por un tiempo. Los tacos son sabrosos y picantes y requieren vino tinto. Me gusta. Lo digo por Wu Wei y el vino tinto. Además Luis, el hombre del sombrero, me banca la locura y eso esta bueno.

Leí en las redes que estás escribiendo una novela sobre un amor que se gesta en Facebook. ¿Es así? ¿En qué instancia del proceso se encuentra?

La historia de un amor en Facebook ocurrió en un desalojo. Ya está finalizada. Los amantes decidieron irse a otro lado porque los echaron de la red: bloquearon la cuenta y viven ahora en La Isla La Juncal que es un barco verde encallado en la desembocadura del río Uruguay, entre el Guazucito, del lado argentino, y Carmelo, del lado uruguayo, frente al lugar donde naufragó en 1962 la Ciudad de Buenos Aires. Allí nació y vive hace unos 90 años doña Julia Lanfranconi que en 1915 comandó el barco El tiempo lo dirá, estableció en la isla un saladero y hoy sobrevive como guardabosque, título que heredó de su padre. Vive entre árboles y juncos y nutrias y carpinchos. Todos los 19 de junio los amigos de la vieja surcan el río y el invierno y desembarcan en la isla para festejar su cumpleaños y el casamiento de los amantes fugitivos de Facebook. Allí se recuenta toda la historia y en un día de vino y mate ellos renacen y transcurren históricos hasta los noventa de la vieja que jamás pasa de allí. Tal vez por eso se mantiene viva. Igual que ellos.

“Yo  escribo en la rumorosa cabina que cruje como un mueble viejo estas simples líneas que, naturalmente, dedico a doña Julia Lanfranconi a los amantes echados de Facebook. La casa con sus nutrias ahí queda remontándose sobre el agua, ellos solos, hasta el otro invierno”. HAROLDO CONTI. (Fragmento con arreglos que se citan en la novela)

¿Cómo conviven en vos la narradora y la poeta?

Los géneros son para la confección de ropa, no me parece todavía, para la escritura y Leticia Martín, vos lo sabés mejor que yo, tus poesías son novelas y viceversa. Y si no preguntale a “la hombre” y vas a ver que te responde lo mismo.


Beatriz Vignoli: “Los más comprometidos hoy con la literatura en Rosario son los editores”

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foto por Erika Aristides 2012

Por Ana Vicini/ Foto: Erika Aristides/ Dibujos y archivo personal de Beatriz Vignoli

 Beatriz Vignoli nació en Rosario el 29 de enero de 1965. Es escritora, periodista, critica de arte y traductora. Tiene publicados varios libros de poesía,  Almagro (2000), Viernes (2001) y Soliloquios (2007), entre otros, y las novelas Reality (2004) y Molinari baila (2012) . En 2009 publicó  Kozmic Tango, un libro de crónicas sobre su barrio, en la zona sur de la ciudad, que el año pasado derivó en una película producida por Mala Frame y estrenada en el marco de la Semana de la Lectura de Rosario. Allí mismo, en uno de los 16 edificios bajos que rodean la plaza José Hernández, escenario e inpiración de casi todas sus historias, hablamos con la autora sobre su obra, su trabajo como critica cultural y su visión sobre la literatura rosarina.

Recientemente salieron tres libros tuyos, la reedición de Nadie sabe adónde va la noche y DAF, por la editorial Bajo la luna, y un libro de poesía, Lo gris en el canto de las hojas.

Si, el libro de poemas lo publicó Baltasara editora, que es una editorial rosarina, a comienzos de este año. Es nueva y es muy interesante la historia de la editorial. La dirige Liliana Ruiz, que es la hija de Laudelino Ruiz, quién tenía una editorial en los años ’30, acá, en Rosario. Ella retoma el proyecto del padre con varias colecciones, una de ellas se llama Patrimonio y está destinada a rescatar el fondo editorial de la vieja Librería editorial Ruiz. Además, está publicando autores contemporáneos rosarinos, en teatro publicó a Patricia Suárez y con mi libro inaugura la de poesía.

¿De qué año es la primera edición de Nadie sabe adónde va la noche?

Fue en el año 2007, yo para esa época empezaba con la publicación de narrativa.

DAF tiene un recorrido interesante. Circuló bastante antes de su publicación  y hasta tuvo una primera versión en internet…

DAF tiene una historia como muy rara. La empecé a escribir en 1991, como novela, con la idea con la que finalmente fue publicada ahora. Pero además, ese proyecto capitaliza intentos fallidos previos. También, incluyo y hago como una autocita en la novela de textos breves en prosa que escribí en la adolescencia. Hay un fragmentito en bastardillas en el final de la primera parte en el capítulo Música nómade. Ese texto es del año 1980, por ejemplo. Después, hice una serie de intentos de escribir novela que fueron fallando, pero hubo restos que pude conservar en este nuevo texto. Por ejemplo, los nombres de los personajes: Dadá. La idea de que el protagonista se llamara así fue una de las cosas centrales. Dadá simboliza el sinsentido, por el movimiento, la vanguardia artística del dadaísmo.

También hay todo un gran trabajo de investigación. Dadá tiene mi misma edad, fue adolescente en la misma época que yo, pero para poder escribir sobre la adolescencia de un varón hablé con amigos, conocidos, les preguntaba sobre ellos y sobre la época. Consulté todo el material que pude encontrar. Tengo en varias cajas todo ese material. Hay ficheros, dibujos, fotos, notas, papeles, papelitos, Hay muchos años de trabajo que disfruté mucho.

El primer capítulo lo escribí a comienzos del ´91 y lo publiqué el 29 de enero del 92 en la contratapa de Rosario/12 con el nombre de Generación inútil.

Contratapa Rosario 12_enero 29_1992

¿Todo se fue publicando en Rosario/12?

Sí, prácticamente todo. También en otros medios, pero la mayor parte se publicó ahí. La última contratapa salió en 1998. En el medio hubo una serie de baches, algunas se publicaron en el 95, el grueso en el 92. También, en el 2000, publiqué tres fragmentos de la novela en El Litoral, de Santa Fe. De eso es muy poco lo que entró en el libro. Uno se publicó en el diario El ciudadano, me pidieron un cuento de fin de milenio y publiqué la escena que termina siendo el final del libro. El libro termina con el milenio. Está ambientada en tiempo real, la noche del 31 de diciembre de 1999.

¿Cómo fue el trabajo de encarar la edición y publicación de la novela después de tantos años?

Difícil. Imaginate que una cosa es leerlo fragmentariamente semana a semana en un diario, pero el libro tiene que fluir, lo tenés que poder leer de un tirón. Mis otros libros, en general, se leen así. Tienen un relato ágil, un lenguaje más o menos sencillo y fluyen. En DAF, en cambio, había toda una zona de monólogos interiores muy melancólicos donde yo sentía que la lectura se empantanaba. Yo lo releía y sentía eso. Lo que más trabajé fue esa parte, reordenar los capítulos para que el texto fluya.

Dadá 1 y 2

Dadá 3 y 4

Hay algo un poco lúdico alrededor de toda tu obra y del proceso creativo ¿Vos preferís encararlo así?

Es que me parece que jugar es lo único que se puede hacer a esta altura con la literatura. La novela ya fue escrita. El género ya está inventado, ya tiene sus obras y sus representantes. Ya tuvo su época y ya respondió a las necesidades y visión del mundo de ella. Como que seguir escribiendo novela hoy es una apuesta que me parecería un poco desatinada si uno se lo toma tan profundamente en serio, como si toda esa historia no existiera o como si uno estuviera inventando el género de nuevo.

Igual, seguir escribiendo novela puede ser que tenga algún sentido. Me parece que, principalmente, lo más sensato es darle un sentido lúdico. Sin dejar de tomárselo en serio, porque el juego es algo muy serio. ¿Viste que los chicos juegan muy seriamente? Entonces, retomarla como juego no es tomarla en joda. Es seguir confiando en la escritura como un dispositivo que permita decir algo propio, contar algo de lo que nos pasa. A mí, que lo escribo y al lector que espero que se identifique, que le resuene como suyo.

¿Con la poesía te pasa lo mismo?

No, la poesía es para mí mucho más seria, más solemne y tiene que ver con la música. Mucho. Me deprime la deliberada falta de solemnidad en la poesía. A mí me gusta escribir mi poesía en un tono trágico y litúrgico. Que sean palabras necesarias. Que el poema sea lo menos que se puede decir acerca de algo. Mi manera de componerlo es a partir de una sensación, una palabra, una idea y a todo eso le voy buscando y encontrando una melodía. Primero una melodía, después un ritmo y ahí voy alargando y acomodando las palabras para que funcionen diciendo eso que se me ocurrió. Que llegue al lector como una música, que sea lo más breve posible y que cumpla con su cometido con la máxima economía de palabras…

Como un golpe…

Sí, eso. Es un tiro. Es así. Para mi la eficacia de la poesía es la eficacia del arma. Yo hablo de eso en un poema: “Haría falta un metal más que asesino / un metal resucitante”. Ese es un poema del libro Viernes. Y hay otro poema en ese mismo libro, muy cortito, que se llama Sra. Robinson. Son sólo tres versos: “Escribo / Escribo a máquina / Cada letra es un disparo en la noche.”

Toda tu obra está atravesada por la música. Rojas, el protagonista de Nadie sabe adónde va la noche, es un melómano fanático y el protagonista de DAF es o intenta ser  músico…

La música es la musa de mi escritura, siempre. En Nadie sabe adónde va la noche las dos musas son Leonard Cohen y Beck Hansen . Ese libro lo escribí escuchando música, escuchando a Cohen y cuando se me terminó empecé a buscar y encontré un tema de Beck, Debra, y a partir de ahí seguí escribiendo. Incluso, hay una parte de la novela donde traté de hacer coincidir el tiempo de lectura con el tiempo de escucha de la canción , o sea, si vos estás leyendo y ponés el tema -la versión en vivo que está en You Tube, que dura 7 minutos- si en el momento en que Rojas prendé la vitrola, vos ponés el tema , se supone que en un tiempo normal de lectura vas a llegar a escuchar cierta frase de la canción en el mismo momento en que está citada en la novela, que es cuando la escucha Rojas. Funciona. Está la nota al pie con el link.

Y en DAF todo el tiempo está presente el rock, sobre todo ciertas bandas: Led Zeppelín, rock pesado, rock sinfónico, Génesis. La música en DAF es más que música, es acontecimiento.

La música es la vocación a la que medio que renuncié. Me gustaba la música, dibujar y escribir. En una época pinté, dejé de pintar pero sigo dibujando y escribiendo, obviamente. Y la música fue una cosa que hice durante mucho tiempo y dejé, entonces, aparece de manera constante y obsesiva en lo que escribo. En DAF cuento la historia del fracaso de un músico porque es el más estrepitoso de los fracasos. Fracasar dibujando es muy leve, si no podes ni agarrar un lápiz, mejor ni lo digas, con la literatura es también un poco así, pero un músico que fracasa es como una catedral que se derrumba, ¿viste? Algo tremendamente grande que cae…

Autorretrato por Bea Vignoli sobre foto por Seba Basualdo 2014

Como periodista y crítica sos un referente de la cultura de la ciudad, ¿cómo ves el circuito y la movida literaria de Rosario?

La movida de Rosario, sobre todo, más que una movida de escritores, es una movida de editores. Los más comprometidos hoy con la literatura en Rosario son los editores, los pequeños editores. La gente del Ombú Bonsai, por ejemplo. Son nada más que tres tipos y funcionan como una editorial. Descubren autores, publican textos de gente de acá. Algunos realmente muy buenos. Marcelo Britos o Federico Ferroggiaro, los dos son autores de ellos, son tipos que están haciendo una literatura muy seria. Gente que se toma tremendamente en serio el trabajo del escritor. Lo mismo Javier Núñez que es contratapista de Rosario/12. Ese es otro espacio maravilloso para la literatura. Hay ficción, y con muy buen criterio. Está editado por gente que sabe y que tiene sensibilidad para la lectura.

Otro caso interesante es Erizo editora. Hace poco sacaron un libro de Francisco Sanguinetti muy bueno, Los teleféricos. Después hay una mujer que es genial. Figura y circula como la Leti, hace poesía, cuento breve, escribe como más allá de los géneros y autoedita y publica sus propios libros y también a otra gente.

Todo esto se sostiene gracias a un circuito de ferias, los editores le ponen mucho el cuerpo a este circuito. Van adonde sea. Un poco lo que eran los comerciantes en la baja edad media. La edición independiente en Rosario tiene el ímpetu y la precariedad de lo que fue el capitalismo en sus inicios. Es conmovedor en algún punto. Lo que a mi me da mucha bronca es que se dependa tanto de la patriada. Los directores de colección hacen como su gran patriada uno, dos, tres años y se agotan, no les da más el cuerpo, y  todo eso se pierde.

Y por otro lado, no todos los autores están a la altura. Hay autores que como los que te nombré se toman realmente en serio el asunto, que realmente están buscando dejar una marca, y después hay otros que no, que pasan por un taller, por otro,  eventualmente publican un libro. Uno.Y entonces, tienen su doble página en el suplemento Señales de La Capital, la foto , y son Borges y Bioy en uno. La literatura local actualmente aparece como bastante caótica.

¿Por qué creés que pasa esto?

No sé qué es lo que realmente pasa. A lo mejor hay muy poco criterio editorial, algunas editoriales tienen mejor criterio que otras. En ese punto decís: si, acá hay movida, hay un circuito, hay ferias, hay ediciones independientes, ¡qué lindo! Pero no hay políticas culturales, no hay políticas editoriales, no hay una mirada seria de parte de la gente que tiene la obligación de cuidar y velar por la cultura. Una mirada que sepa distinguir lo bueno de lo malo. Hay mucha ignorancia y muy poca responsabilidad en las políticas editoriales y culturales de la gente que debería tenerla.

Si querés crear un canon tenés que aceptar que, lamentablemente, hay unos que son mejores que otros, están los buenos y están los no tan buenos. Eso es así. No hay una línea divisoria entre obra y producción, cualquier producción hoy pasa por obra, cualquier texto pasa por literatura, porque los editores no tienen la más pálida idea o no siguen a los autores, no están hombro a hombro viéndolos pelear. En este sentido, la gente de la editorial Iván Rosado trabaja muy bien. Están en el terreno, saben. A ellos no se los puede engañar tan fácilmente, por ejemplo.

Mientras no haya un criterio no va a pasar absolutamente nada. Otro problema es que no hay críticos, la pata que está faltando, la que podría hacer esa diferencia -para bien o para mal, nos guste o no- sería la Universidad. Si los académicos de Rosario, que está muy bien que estudien la Literatura medieval, no digo que no, además, estudiaran Literatura de Rosario, se la jugaran con alguna opinión sobre algún autor local, yo creo que ahí se empezaría a ver alguna diferencia que pueda permitir empezar a hablar de alguna tradición. Pero como es tan difícil hacer ese trabajo, directamente no lo hacen. Es más fácil desechar en bloque todo lo local por considerarlo dudoso de valorar.

¿Qué te parece el trabajo que lleva adelante la Editorial Municipal de Rosario?

Trabaja bastante y muy bien. Es algo para rescatar el trabajo que realiza. Sacan autores de la zona, muchos de acá, pero están apuntando bastante a la región y eso me parece que está muy bueno. Y también están apostando a los jóvenes. El problema es que no pueden dar cuenta de todo. El trabajo de la EMR se complementa con el trabajo de las editoriales independientes de las que hablábamos antes.

Yo creo que a nivel provincial están faltando buenas políticas culturales. De hecho, está Espacio Santafesino, los subsidios a la producción. Todo eso existe, hay políticas culturales, pero carecen de una estrechez, adolecen de una visión. Falta una política cultural con una visión de conjunto y a largo plazo.



Nara Mansur: “El mercado laboral deja a la crítica afuera”

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NaraMansur

Nara Mansur es una poeta y crítica de teatro cubana. Licenciada en Teatrología de la Facultad de Artes Escénicas del Instituto Superior de Arte de La Habana, Cuba. Fue editora de la revista Conjunto dedicada al teatro latinoamericano y editada por la Casa de las Américas. Actualmente reside en Buenos Aires, dictó talleres de crítica de teatro en el CEC junto a Celia Dosio y es investigadora becaria del Área de Ciencias del Arte del Centro Cultural de la Cooperación. Mañana es cuando estoy despierta, editado en 2000, Un ejercicio al aire libre, publicado bajo el sello Editorial Letras Cubanas, 2004 y Desdramatizándome. Cuatro poemas para el teatro, dramaturgia, Ediciones Alarcos, 2009, son algunos de sus libros publicados.

¿Qué es un crítico de teatro? ¿Qué función tiene?

Me lo pregunto todo el tiempo. También me pregunto ¿Qué es ser escritora? ¿Qué/cuánto hay que escribir para ser eso? ¿Por dónde hacer circular los textos para “ser” un escritor, un crítico? ¿Cuánto amar para ser amante? Los roles del crítico cambian, los contiene o los puede contener en momentos, contextos, equipos diferentes. Cambia la función del crítico (de la misma persona) cuando es editor de una revista, cuando escribe una crítica puntual sobre una función que vio la noche anterior, cuando forma parte de una redacción que se piensa como equipo con un fuerte contenido editorialista, cuando trabaja en la más absoluta soledad, cuando acompaña procesos artísticos durante un tiempo prolongado y su crítica es participante, testimonio. Se prepara, se documenta, utiliza sus ideas, se muestra de forma distinta. Pero la palabra ideas me parece fundamental: el crítico tiene que tener ideas, trabajar con ellas, construir discurso crítico, ideología con ellas (quiero decir, ideas propias). Otra función es la de instruir, que no significa adoctrinar. Personalmente pienso que hay una necesidad de pensar la crítica como se piensa la literatura: esa necesidad de eficacia del texto, de belleza, de fabulación, de conceptualización.

¿A quién le interesa la crítica? ¿Quiénes las leen?

Creo que a todos aunque parezca que a nadie. Mucha gente la lee, los artistas quieren que reconozcan encomiasticamente su trabajo, su esfuerzo. Los espectadores también quieren saber datos concretos, encontrarse con una voz ¿autorizada?, orientarse. Hay mucha información y parece todo lo mismo. Es grande la confusión, el malentendido permanente en el que vivimos. La información libre, gratuita, circula mucho más y no quiere decir que sea menor su valor. Por otro lado, las instituciones parecen cada día más replegadas, cuesta saber qué crítica de arte le interesa llevar adelante a tal grupo de investigación, a tal editorial o revista, a tal institución cultural pública o privada. Parece todo lo mismo.

Hay poco espíritu de debate, de polémica, de encuentros de gente diversa, posicionada desde distintas ideologías/idearios y tendencias artísticas, entonces cada cual elige quedarse en un sitio seguro con amigos o personas afines; autoafirmarse, quizá porque el afuera es bastante hostil. Se dice… como una cultura del gueto o más, porteñamente hablando, del kiosco.

Una cosa que me pasaba cuando viajaba como jefa de redacción de Conjunto era que cuando me reunía con los artistas al final de una función, sentía que querían de mí una especie de evaluación, como si uno fuera un médico que pudiera recetar tal fórmula, tal pócima mágica, detectar “lo maligno”. Y no es así, la verdad es que yo en esos momentos lo que más tengo son preguntas. Creo que muchas de estas preguntas y asociaciones del crítico, sí es un espectador muy entrenado, forman junto a la obra y los artistas una experiencia específica a la que le tengo mucha fe y que es parte de un proceso de construcción colectiva que es el teatro.

¿Qué incidencia tiene en el público?

Pienso que la crítica que incide en el público es la periodística, la que juzga, califica, evalúa, pone estrellas. Es muy fácil orientarse así y decir sí o no, me gusta o no me gusta, comparto o no comparto. Hay pocas instancias de encuentro con el público a partir de  la crítica, es decir, reconocibles, institucionales, educativa. Queda más librado al azar, a la iniciativa individual y a la lógica del poder.

¿Qué diferencia a un crítico de un periodista cultural?

Creo que el rótulo lo da el medio, siempre la mirada del afuera sobre el sitio de pertenencia o desde donde se produce la crítica. Pero un periodista cultural puede ser un crítico y viceversa. Y también un investigador. Lo que sucede es que las instancias de la gestión y la promoción parecen protagonizar una trama donde el mercado laboral deja a la crítica afuera, al pensamiento crítico, a la reflexión. Buenos Aires es una ciudad donde existe la tradición de la formación artística aficionada y cuesta mucho la profesionalización. Los estudios o talleres privados de los artistas están llenos de psicólogos, contadores, de gente que puede adornar su vida con unas horas semanales de “arte”, igualmente ese grupo heterogéneo (¿heterogéneo?) es el que más consume cultura (como consume Prüne, cocina de autor, Disneylandia).

La persona-crítico es la que es distinta, su formación, lo que le interesa hacer con esa formación, los vínculos que establece, lo que propone a su sociedad como su trabajo, la vida profesional que se inventa. No hay malas palabras aquí: admiro a determinados periodistas, críticos, investigadores, gestores culturales. A veces una sola persona cumple todos esos roles y otras no, se queda en una determinada parcela del terreno y desde ahí acciona, actúa.

¿Puede un crítico ser además un artista?

Sí, un crítico puede ser un artista. Y los artistas (conceptuales) han sido de los críticos más lúcidos e inspiradores. Críticos en tanto producen pensamiento crítico, instancias de reflexión, complejidad a nuestros argumentos y no porque publiquen notas necesariamente. Los artistas producen crítica todo el tiempo en sus estudios o talleres, cuando dan clases pero esa crítica circula en esos espacios y para ellos es suficiente, no sienten la necesidad de “fijar” esas palabras en ningún otro soporte.

¿Existe una nueva generación de críticos de teatro en Argentina? En caso que existen ¿En qué medios circulan?

Circulan por todos lados. Hay investigadores, periodistas, que publican sus textos en diversos soportes: libros de corte académico que reúnen ponencias o papers, hay notas en diarios, revistas, blogs. Lo que no distingo claramente es un corte o un gesto de cambio en relación a la crítica anterior. Me da la impresión de que se siguen viendo modelos muy muy fuertes que se siguen imitando o funcionando como pautas (¿dogmas?) para que ese manto o techo te proteja, te cobije. Y el rol de las instituciones, de las revistas, de las editoriales, es hacer de la emergencia que propone un cambio (no de la domesticada)  una nueva estética, del chirrido, música. No puede quedar librado al poder de turno, a la iniciativa personal que termina siguiendo una lógica empresaria.

¿Cuáles son los lugares de formación de los críticos? ¿Existen por fuera de las instituciones formales?

El crítico se hace a sí mismo más allá de una formación específica, se inventa su propio entrenamiento. Puedo contar de cómo me formé en Cuba: en el Instituto Superior de Arte, en la Facultad de Artes Escénicas nos formamos actores, directores, diseñadores, dramaturgos y teatrólogos en un mismo lugar, con clases comunes, en el marco de una enorme crisis económica que no ha parado. El programa de estudios era el mismo para todos los dos primeros años de la carrera. La licenciatura en Teatrología existe en Cuba desde la fundación del ISA en 1976. Creo que la crítica evoluciona, se transforma, es profundamente local, se posiciona, tiene identidad en relación a la producción artística desde donde se genera, de cómo se piensa en la sociedad a la que pertenece. En Cuba, por ejemplo, esa licenciatura tuvo sus orígenes en el deseo, la fe, de un periodista/historiador del teatro como Rine Leal, la crítica de arte Graziella Pogolotti y el crítico (sobre todo de cine) y por un tiempo rector Mario Rodríguez Alemán. Es decir, para mí lo interdisciplinario es algo natural, así como pensar la crítica teatral desde el ámbito artístico y no de los estudios filológicos. Creo que la clase de actuación fue fundamental para mí, construir escenas, desmontarlas, aprenderlas a mirar, a leer, en un grupo donde todos hacíamos de todo.  Asimismo, mientras estudiaba en el ISA, me iba haciendo escritora, poeta sobre todo. La crítica (entendida en un sentido amplio: notas editoriales, reseñas, entrevistas, ensayos, etc.) que más me ha gustado  es la que se puede encontrar en revistas como han sido El Público, Primer Acto, Tablas, The Drama Review, Conjunto, Paso de gato, El tonto del pueblo, entre otras.

¿Por qué sos crítico?

Porque me gusta contar lo que me pasa cuando voy al teatro; escribir, elaborar algo con eso: puntos de vista, asociaciones, cuestionamientos. Crear una instancia para que el otro (el lector, el interlocutor) participe, entre al juego, se haga preguntas él también. Y, sobre todo, porque tengo una gran vocación política, creo que es lo fundamental en mi caso.

 


“Las fronteras se disuelven cuando uno piensa en digital”

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Por Leticia Martin

Outsider Ediciones nació en noviembre de 2010 y lleva publicados cinco títulos. En un intento por dar a conocer la nueva narrativa contemporánea, la editorial buscó el cruce entre autores más y menos reconocidos, publicando antologías y novelas en papel. Este año, tras una incesante búsqueda de los formatos más viables de edición y circulación de los textos, Outsider relanza su modelo editorial en versión digital e incorpora dos nuevos nombres al staff editor que lidera Valeria Iglesias: Jorge Churio y Francisco Cascallares. Conversamos con ellos.

 

¿Cuál fue el nacimiento de la editorial Outsider y por qué eligieron en aquel momento el formato papel?

Outsider, antes que nada, fue un ciclo. La idea —que tratamos de continuar en la editorial—  era que en cada evento uno de los invitados no perteneciera al círculo literario. Lo de “fundar una editorial” surgió después de dos años, cuando le pregunté a Enzo Maqueira, que trabajaba en una editorial, si era viable que esa editorial publicara una antología de todo lo que se había leído en el ciclo. Y como él no lo veía posible, me propuso crear una editorial ad hoc. Armamos un proyecto, nos presentamos al subsidio que otorga la Ley de Mecenazgo y nuestro proyecto fue seleccionado. Publicamos cuatro libros y luego financiamos uno más por Panal de ideas. En su momento no elegimos el formato de papel, creo que no había elección. O si la había, al ser tan incipiente, no estaba entre nuestras cabezas como alternativa para ser elegida. Crear una editorial era pensar en libros de papel. En algún momento se nos cruzó la idea de hacer e-books y tuvimos reuniones con empresas que se dedicaban a esa tarea pero sólo los pensábamos como un complemento del libro en papel. Exactamente al revés de como lo pensamos ahora.

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¿Por qué relanzan el proyecto en la actualidad?

Outsider siempre fue un proyecto que hicimos por amor a la literatura y del que nunca obtuvimos ni un centavo. El problema es que el día a día te exige tiempo y energía para las actividades que producen el dinero con el que te comprás la comida y pagás los impuestos. Por eso entramos en stand by por un largo tiempo, hasta que decidimos darle un cierre a aquel primer formato editorial. Sin embargo, yo siempre tuve mi afecto con Outsider, así que cuando Francisco me propuso hacer algo nuevo dije, por qué no, veamos.

¿Cuál es el primer paso de la nueva versión de la editorial?

Desde aquella primera etapa de la editorial teníamos en carpeta un libro que nos gustaba pero que había quedado sin salir. Estaban casi todos los textos trabajados y la idea central que reunía esa antología. Pero el carro se había detenido y todo había quedado en la nada. Por eso, apenas retomamos la actividad, conversamos sobre ese material y pusimos manos a la obra. Este primer libro de la colección Escrituras se llamará “La frontera durante”. Es una antología que pensamos como un muestrario del estilo y la forma de escribir de los autores que participan. Por eso, cada autor publica más de un texto. Para este primer número hay textos de Ana Ojeda, Analía Medina, Flavia Pantanelli, Natalia Zito,  Yamila Bêgné, entre otros.

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¿Qué ventajas le encontraron a lo digital y cómo van a trabajarlo?

Con lo digital existe cierta contradicción o paradoja. Desde hace un tiempo, todo el mundo está digitalizado textos para su lectura. Sin embargo mucha gente se resiste al e-book. Leemos blogs, nos bajamos cuentos de Ciudad Seva, conseguimos en pdf libros que ya no se consiguen en papel, leemos de la compu, de las tablets, y hasta del celular. Pero el e-book, no. Eso no. ¿Por qué esa resistencia al e-book? ¿Por qué el escritor todavía siente que si no publica un libro en papel, no publicó nada? ¿Qué es lo más importante de un libro? ¿El contenido? ¿El soporte? Desde Outsider nos proponemos explorar esa zona conflictiva y surfear la paradoja. Intuimos que con un buen trabajo de difusión, podemos hacer que nuestro mercado vaya despegando de Buenos Aires para ir llegando a todo el país y -por qué no- al mundo. Es ambicioso, sí. Pero no menos que hacer tiradas de libros en papel, con lo caro que está.

¿Qué lugar pretende ocupar Outsider en el mapa editorial porteño?

En principio, nos alcanza con recuperar el lugarcito que ocupábamos antes de desaparecer, o de entrar en este letargo. Tal vez por eso volvemos con libros y con un ciclo, all inclusive.

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¿Cuándo comienza el nuevo ciclo y de qué se trata?

El 28 de agosto arrancamos con “Temas”. La idea es estrenar un formato más íntimo y cuidado. En cada encuentro se presentará un músico y un escritor, con la intención de poner a funcionar un diálogo entre ambos. El Tema 01_CIUDADES. La cita es en Carmela, Sarmiento 3685, a las 20hs. Después de la música y la lectura tenemos pensada una entrevista, de la que también puede participar el público.

¿Cómo piensan correr la frontera de los autores que están publicando vía otros círculos literarios del exterior?

Asumimos ese desafío con mucho entusiasmo y convicción. Aprovechando las redes sociales, los amigos en el exterior y haciendo un relevamiento de medios digitales en otras ciudades y países. Vamos a buscar y encontrar canales de difusión en Lima, Santiago de Chile, Bogotá y Madrid. Aprovechando estos puentes, también tenemos en carpeta la publicación de ciertas antologías de escritores de otras provincias y países. Las distancias y las fronteras se disuelven cuando uno piensa en digital.

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“El” feminismo no existe

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Por Leticia Martin

Florencia Angilletta es periodista, crítica cultural y docente. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, donde participa de la cátedra Teoría Literaria III, investigó en el Centro Cultural de la Cooperación (CCC) y fue becaria del Fondo Nacional de las Artes. Sus artículos han sido publicados en diversos medios especializados y su interés gira en torno al estudio de los vínculos entre la comunicación y los géneros. Dictó cursos de literatura y feminismos en el Centro de Estudios Contemporáneos y en la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino. También está atenta a las representaciones femeninas que suelen responder a la visión de los sujetos dominantes de una sociedad que denomina como “patriarcal”. Conversamos con ellas algunas cuestiones.

¿Qué es el feminismo antes del feminismo?

Hay cierto consenso en el pensamiento feminista de historizar y proponer al feminismo como un movimiento político cuya emergencia coincide con la Ilustración y la Revolución Francesa. El sintagma “el feminismo antes del feminismo”, entonces, tiene al menos dos acepciones posibles. La primera es más bien sencilla e intenta mostrar –como mucho abultado trabajo de archivo señala– que el “protofeminismo” comprende muchas “mujeres” y “varones” que en distintos momentos de la historia de la humanidad lucharon por modos de producción de subjetividad alternativos. La segunda acepción visibiliza los modos en que, desde tiempos remotos hasta la actualidad, las personas construyen formas de disidencia, no siempre contenidas por todas las expresiones feministas. Las transacciones de muchas amas de casa, por ejemplo, son excelentes casos de feministas no siempre reconocidas por las líneas canónicas del feminismo.

En uno de tus seminarios sostenés que *el feminismo no existe*. ¿Qué quiere decir ese enunciado?

El enunciado quiere decir algo muy simple: “el” feminismo no existe. Porque no existe en singular. Por eso insisto tanto en referirnos a los feminismos, en plural. Y no lo pienso como un simple cliché lingüístico: me parece que la visibilización de la pluralidad del feminismo ayuda a mostrarlo como un espacio de consenso, pero también como un espacio de guerra, de fantasías, de poder, de hegemonías y contra-hegemonías y de frustraciones. Si no hubiese litigio “dentro” del feminismo, no podría existir como espacio político. Porque lo político por definición, tal como señala Rancière, ancla en el desacuerdo. Por eso detesto esa representación lavada del feminismo, como un espacio de total acuerdo y armonía teñido de rosa clarito.

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¿De qué nos liberamos las mujeres cuando “nos liberamos”?

De muy poco. La tan publicitada “liberación femenina” fue un refrescante ejercicio de ciencia ficción, que cambió algunas pautas, algunos lenguajes, algunos acuerdos específicos pero que reimprimió nuevas expectativas y estándares a la socialidad, la convivencia y el sexo. Muchas “mujeres” fluctuamos entre preferir algunas de las obligaciones/derechos de los acuerdos previos –que los varones cedan el asiento en el transporte público–, o preferir radicalizar las obligaciones/derechos de las ficciones igualitaristas. Varios de los escritores y escritoras más interesantes del siglo XX como Houellebecq, Preciado y Coetzee exponen en sus obras las esquirlas infecciosas de las contradicciones de estos procesos.

¿Creés que una sociedad *heterocentrada* –tomo el término de Beatriz Preciado– es una sociedad que debemos abandonar? 

La sociedad heterocentrada, al menos en sus prácticas más virulentas, es una sociedad que creo ya hemos abandonado. Básicamente por tres fenómenos muy progresivos que se han radicalizado en el siglo XX: las “mujeres” hemos ganado el espacio público, la heterosexualidad va perdiendo su hegemonía y las masculinidades han entrado en una profunda crisis. Por supuesto, no son procesos completos ni plenos pero sí sintomáticos de una vertiginosidad en los cambios inaudita en siglos anteriores.

¿Qué es lo que viene después?

Muchas lecturas epigonales de la “posmodernidad” postulan la fantasía de que la sociedad pueda organizarse sin ningún centro. Yo prefiero pensar que el centro existe, pero que vivimos en una guerra cada vez más justa por apropiarnos del centro –en la cama, en la escritura, en los kilos, en las banderas, en el dinero–.

¿Creés que podríamos vivir sin las normas?

Incluso en el amor, incluso en el cuidado, incluso en la ternura más genuina hacia por ejemplo, un niño o un abuelo, hay espacios de negociación y tensión. Ni siquiera hay que usar ejemplos tan sofisticados como los de las reglas de tránsito. Hay una ponderación siniestra de la “espontaneidad” que me parece peligrosa. ¿Qué es ser yo misma? No es menor, porque muchas veces la supuesta espontaneidad puede transformarse en una excelente ocasión para la reificación de la norma.

¿De qué modo opera el falo-logocentrismo sobre el género femenino? 

Muchos autores de la mal llamada posmodernidad como Barthes, Derrida, o Foucault, han contribuido, de modo más o menos indirecto, a la emergencia del concepto “falologocentrismo”. En los feminismos, las aguas se dividen entre el pensamiento del sistema sexo/género –de tendencia anglosajona– y el pensamiento de la diferencia sexual –de tendencia europea continental–. Hacia fines de los 90, el pensamiento de Butler –no es la única, pero es la autora hit– y el de Braidotti retuercen estas divisiones. Braidotti, en especial, conceptualiza el “falologocentrismo” entendido como un sistema logocéntrico y falocéntrico. Mientras que en el logocentrismo la subjetividad está atravesada por el “ingreso” al lenguaje y centrada en la razón, en el falocentrismo los varones son asimilados a una postura universalista y a las mujeres “se las limita a la especificidad de su género” (Braidotti, 2004: 126). En este sentido, esta teoría plantea “redefinir la subjetividad femenina” (Ibíd.: 22)

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¿Cuál el principal problema en la construcción de *masculinidad* del Siglo XXI?

Todos. Y muchas “mujeres” y “varones” se están ocupando. Entre otros, señalo que la ficción igualitarista no ha producido formas eficaces de cortejo. Hasta los perros que se huelen el culo ejercen entre ellos formas más sutiles de conocimiento. Las narrativas transitadas del amor son obsoletas para este mundo, un poco más bello, en el que vivimos hoy.

¿Cabe alguna responsabilidad o habilidad a la mujer que elige vender su cuerpo en la calle o su imagen en los medios? ¿Es siempre una víctima?

En los debates feministas contemporáneos hay, a grandes rasgos, dos líneas de pensamiento: las que abogan por el abolicionismo y las que abogan por el reglamentarismo. Si me tiran contra las cuerdas, mi forma de vida está con el reglamentarismo. No obstante, más allá de esta díada amigo/enemigo, me parece interesante legitimar y horadar ciertas experiencias que desestabilicen lo conocido. Sin dudas, las redes de trata, la esclavitud sexual o la pedofilia son acciones de por sí condenables, pero muchas veces la rapidez en la condena “moral” inhabilita reflexiones en torno a otras prácticas más porosas. ¿Por qué utilizar el mismo laboratorio de pensamiento para defender a una víctima de una red de trata que a una “botinera”, a un “gato”, a una “actriz porno”, a una “escort”, o una “mujer” que prefiere la minifalda al pantalón? Hay que luchar también por otros protocolos de lectura.

¿Cuál es a tu juicio la forma de violencia hacia el género femenino que habría que atender con más premura?

Las “mujeres” que se pasan el día hablando mal de otras minas. Es decir: la dificultad que tenemos las “mujeres” para ser amigas entre nosotras. La amistad femenina es una experiencia del ámbito público inédita que hemos conquistado en el siglo XX, pero que nos falta potenciar, defender, aumentar. Y ejercer mayor fraternidad entre todas aunque elijamos diferentes formas de vivir, de conquistar, de acordar o de criar.

¿En qué situaciones te sentís cosificada (vos, no otras mujeres)?

En muchísimas. Menciono sólo una: cuando mis amigas me dicen “qué flaca que estás”.


“Lo más difícil es que dejen de llamarme mina”

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Por Leticia Martin / Fotógrafo Ernesto Ávila

Mercedes Gómez de la Cruz nació en Rosario, en 1974, es poeta, ensayista y editora. Milita un feminismo ligado a la cuestión del parto y la reproducción por vía “natural”. Es vehemente, ansiosa, y bastante activa en las redes sociales. Forma parte de la Asamblea por el derecho a elegir cómo parir. Entre sus actividades favoritas se encuentran la cocina y el baile. Publicó los libros Soy fiestera (2006), 100 muñecas (2004), y Lo que huye (2003), entre otras antologías y plaquetas.

¿Qué significa para vos ser feminista?

No me definiría como feminista. Diría en todo caso que tengo un interés por los derechos de las mujeres y también por contribuir al pleno ejercicio de esos derechos.

¿Qué pensás de las categorías de varón y mujer?

Me resulta antipático establecer categorías al respecto. Creo que se trata de clasificaciones propias de la cultura, más allá de cualquier género. No considero que existan roles ni categorías establecidos de antemano, sino que esos roles tienen que establecerse en relación con el propio deseo y las necesidades de cada unx así como los acuerdos que cada sujeto pueda establecer con los miembros que componen su grupo familiar y su entorno.

¿Tenemos que tender a la igualdad o a la diversidad?

Tenemos que tender a la igualdad de oportunidades en el desarrollo de una vida plena en todos los aspectos. Creo que esa igualdad de oportunidades deseada también debería atender a la diversidad. Es decir, si yo mujer tengo un trabajo remunerado fuera de mi hogar y deseo tener un hij@, tengo derecho a usufructuar mi licencia por maternidad que, óptimamente, debería tener una duración de seis meses y creo que eso no debería ir en desmedro de mis posibilidades de desarrollo profesional, por ejemplo.

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¿Por qué creés que hay que “naturalizar” el parto?

El parto es un acontecimiento que sucede desde hace miles de años en los cuerpos de las hembras humanas que tienen hij@s. Está dado por nuestra biología. El cuerpo de la hembra humana está preparado genéticamente para parir. Es decir el parto está dado por la naturaleza, ya que las hembras humanas nacemos con un útero para alojar a un feto que luego de aproximadamente nueve meses será expulsado de nuestro cuerpo por el propio órgano que lo aloja, es decir: parir es natural, es parte de la naturaleza. De modo que no hay que naturalizar nada. Sucede que actualmente al parto se lo toma como un acontecimiento médico, como una situación de riesgo en sí misma. El parto es un acontecimiento vital, biológico, saludable, sexual e involuntario. Como todo proceso involuntario (igual que dormir, igual que el orgasmo, por ejemplo) puede ser favorecido o perturbado. Cuando el parto es favorecido suele transcurrir sin inconvenientes. Cuando el parto es perturbado, empiezan las complicaciones. En el parto interviene el sistema nervioso central, la parte más primitiva de nuestro cerebro, la misma que controla la respiración y el movimiento cardíaco.

¿Cómo se favorece el parto?

Lo primero que habría que hacer (o no hacer) cuando una mujer entra en trabajo de parto es no hablarle para no estimular su neocortex (la parte del cerebro que interviene en el lenguaje), ya que al activarse el neocortex se inhibe el funcionamiento del cerebro primitivo y por lo tanto se inhibe la producción de oxitocina y, como consecuencia, se enlentece o se detiene el trabajo de parto. Como hembras mamíferas que somos, para favorecer el parto es preciso que estemos en penumbras y sin preocupaciones, con agua y alimentos disponibles, acompañadas y asistidas en silencio, para favorecer el nacimiento de la cría. Es cierto que hoy en día existen tantas opciones de parto como mujeres hay en el mundo. No todas las mujeres necesitamos lo mismo. Por eso lo importante es informarse y poder elegir en base a esa información, teniendo en cuenta los riesgos, los costos (no sólo el precio) y los beneficios que implica cada práctica tanto para la mujer como para su hij@.

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¿Es mejor parir con dolor? ¿Por qué?

La pregunta pareciera ser tan capciosa como ingenua ya que plantea una dicotomía que no existe. El parto es doloroso. En todo caso, una cosa es el dolor y otra, muy distinta, es el sufrimiento. Puedo estar con anestesia, no sentir ningún dolor, no sentir nada de la cintura para abajo y estar sufriendo. El dolor se transita, se atraviesa y se disipa, se va. El sufrimiento permanece, deja una marca que a veces no sana nunca. Entonces, decía, el parto incluye el dolor físico. El tema es cómo transitar ese dolor que bien puede ser gozoso por la llegada del hij@. Para atravesarlo hay diversos métodos que van desde la convencional peridural en cualquiera de sus variantes, y con sus efectos secundarios, hasta sumergirse en agua caliente, o con posturas, o con masajes. Cuando la mujer tiene libertad de movimientos durante el trabajo de parto y cuando puede estar acompañada por alguien de su confianza, puede tomar agua e ingerir alimentos durante el proceso, su dolor disminuye. Cuando puede expresarse y gritar libremente, su dolor también disminuye. El movimiento favorece el descenso del bebé y lleva a que la mujer vaya adoptando las posiciones más adecuadas para que eso suceda. Por otra parte, las contracciones producidas por el propio cuerpo siempre son y serán tan dolorosas como la mujer y su bebé puedan soportar. Las contracciones provocadas por el llamado “suerito”, “goteo”, “oxitocina sintética” son artificiales, por lo tanto tienen una intensidad y una frecuencia ajena. En el trabajo de parto y parto sin goteo, las contracciones son espaciadas en intervalos que permiten la reoxigenación del sistema, dan descanso, dan respiro. Mientras que en las contracciones provocadas por el goteo eso no sucede, sino todo lo contrario. Si a eso se le suma la imposibilidad de moverse y de ingerir agua y alimentos, la continua presencia de extraños, los tactos reiterados, el parto se convierte en una tortura.

¿Qué entendés por “empoderamiento del parir”?

Es la capacidad de tomar decisiones sobre lo que es propio. En lo que refiere al parto es el poder de elegir y decidir cómo, dónde y con quién parir.

¿Por qué creés que se demora tanto la reglamentación de la ley 25.929 de “parto humanizado”?

Creo que hay muchos intereses en juego y que su “no reglamentación” deja espacios y resquicios para una libre interpretación de la ley y el ejercicio del paradigma de parto medicalizado vigente en gran parte de las instituciones.

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¿Qué es para vos lo más dificultoso de ser mina?

Creo que lo más difícil es que dejen de llamarme mina.

¿Cuál es a tu juicio la forma de violencia hacia el género que habría que atender con más premura?

No tengo ni hago ningún juicio al respecto. Sí tengo una opinión. No considero que exista una forma de violencia hacia el género femenino que debiera ser atendida con premura por sobre las demás. Creo que, en todo caso, no debería verse opacada ninguna. Actualmente, al día de hoy, la forma más extendida e invisibilizada de violencia hacia la mujer es la violencia obstétrica. Dicha violencia es ejercida por el personal de salud en todas las prácticas, desde la atención del aborto (tanto espontáneo como voluntario) y post-aborto, como en la atención ginecológica y en la atención durante el parto/nacimiento. En lo que respecta al parto, la violencia obstétrica también incluye a la que se ejerce sobre el recién nacido en las prácticas de rutina que se le realizan durante la primera hora de vida: separación de su madre, medición, peso, vacuna contra hepatitis B, vitamina k inyectable, nitrato de plata en los ojos, sonda nasogástrica, sonda anal. Prácticas que podrían postergarse y algunas incluso no realizarse. La violencia obstétrica está naturalizada, especialmente en lo que respecta al parto/nacimiento, a saber: está naturalizada la ablación de los genitales femeninos (episiotomía, a la que se llama “un cortecito”), la infantilización (que te llamen “gordi”, “mami”), la violencia verbal (“bien que te gustó el dulce cuando lo hiciste, ahora bancate lo amargo”), los tactos reiterados y realizados por distintas personas, la prohibición de expresarse durante el parto y cualquier otra práctica realizada sobre el cuerpo de la mujer y el de su hij@ sin su consentimiento.

¿En qué situaciones te sentís cosificada (vos, no otras mujeres)?

Cuando una persona, varón o mujer, me habla con familiaridad habiéndome visto una sola vez y en trato circunstancial. Trabajo en atención al público desde hace veinte años, me irrita que me llamen con motes de cariño en ese trato (“mi amor”, “querida”, “mamucha”, por ejemplo). También cuando estoy compartiendo una mesa con gente amiga y hay alguno por ahí al que no le dí cabida y me tira la bronca haciéndome callar cuando hablo de fútbol.

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“A la mujer, además de ser feminista, le conviene avanzar haciendo lo que quiere”

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Por Leticia Martin

Rosario Blefari nació en Mar del Plata, en vísperas de las navidades de 1965. Es cantante, actriz, escritora, y se la considera referente del rock independiente desde la década del 90. Lideró el grupo pop experimental, Suárez, y desarrolló varios papeles como actriz, destacándose su participación en la película Silvia Prieto, de Martín Rejtman. Actualmente lidera la banda Sué Mon Mont, y en abril de este año publicó el libro de relatos El cuerpo mártir, en el Exposición de la Actual Narrativa Rioplatense, que puede descargarse gratis, acá.

¿Sos feminista?

Sí, soy feminista por instinto y a conciencia pura.

¿Qué significa ser feminista para vos?

Prestar atención a todas las situaciones en que una mujer es menospreciada, marginada, condenada, estigmatizada, apartada o utilizada en mayor o menor medida por el sólo hecho de ser mujer. Poner esas situaciones en evidencia de alguna manera, por la palabra o con alguna acción. Es algo que fui aprendiendo a lo largo de la vida, cuando era muy joven no me daba cuenta de muchas situaciones, o trataba de dejarlas pasar para no desmoralizarme, o desanimarme, o enojarme demasiado y desistir, o llenarme de odio. Ser feminista es algo que hubiera preferido que no fuera necesario ser. Hubiera preferido que ese conflicto no existiera en la especie humana, hubiera preferido no tener que lidiar con eso, ni siendo hombre siquiera. Es algo absurdo y que me avergüenza de los seres humanos, aunque tampoco me hubiese gustado que existiera el conflicto racial y ni el de clases, pero todos están estrechamente relacionados y nos encierran. La conciencia humana nos evidencia al menos estos hervideros y agradezco de todos modos el conflicto y la conciencia. No me conformaría con la aceptación resignada de comportamientos construidos en base a generalizaciones por comodidad de organización, o por  fuerza  y orden social que posterguen la libertad en pro de un funcionamiento establecido previsible, ni bajo la excusa de la naturaleza predominante animal. Ya se reconoce que en los animales también hay excepciones que evidencian -en los comportamientos- una diversidad que relativiza muchas categorizaciones. Las etiquetas que tratan de hacer encajar mujeres, hombres, jóvenes, viejos, nacionalidades, generaciones, etc. en bolsas donde no hay diferenciación, me sacan de quicio y al conversar con cualquiera están siempre presentes.
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¿Tenemos que tender a la igualdad o a la diversidad?
A la igualdad de derechos de género y a la diversidad como individuos.

¿Qué pensás de las categorías de varón y mujer?

Siempre, desde muy chica, lo recuerdo, me parecieron arbitrarias (tenía seis años y estaba subida a un árbol y un tipo me dijo marimacho, no sabía que quería decir pero sentí que lo dijo como algo agresivo y odié a esa persona). A pesar de las imposiciones socio culturales que nos moldean, creo más en la diversidad individual que subyace y emerge a pesar de cualquier cohersión categórica. Quien no puede detectar esa particularidad que lo diferencia -en la combinación individual de características de gusto y comportamiento- o no puede ejercerla libremente por alguna razón, se siente mal, sometido/a, frustrado/a, disconforme. Ninguna persona encaja totalmente en una definición categórica aunque se haya criado bajo las más estrictas normas de comportamiento aceptado. Somos diferentes, en algunas cosas nos parecemos a quien tenemos al lado. Hay que aprender a vivir sin categorías, es difícil porque la sociedad de consumo refuerza a diario vestuario, gustos, comportamientos aceptados que necesita para clasificar, dividir, y agrupar, según lo requieran las estrategias de venta, facilitando la promoción y adquisición de bienes. Esas categorías terminamos aceptándolas y generándolas nosotros mismos ya que somos parte de esa sociedad de consumo (compramos y vendemos) construyendo y reafirmando nuestra personalidad según gustos y preferencias en cuanto a qué, dónde y cómo consumimos algo (comidas, ambientes, películas, casas, sábanas, bicicletas, música, sexo) y lo que ofrecemos. Eso está más presente de lo que creemos en nuestra vida personal. Construimos nuestra identidad en base a lo que “nos gusta” y lo que “no nos gusta”, lo cual conviene grandemente a los mercados que así pueden segmentarnos en distintos grupos para vendernos direccionadamente más rápido y fácil, más y más cosas.
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¿Qué es lo más dificultoso de ser mina?
Sin perder de vista las características que arbitrariamente nos asignan, advirtiendo la construcción impuesta o codificada, poder a la vez hacer caso omiso de todo eso para detectar libremente qué puede construir nuestra identidad sin necesidad de mantener una coherencia completa dentro de alguna de las categorías reconocibles. Otra de las dificultades es reconocer en el hombre un otro pero a la vez no extranjerizarlo, o alienarlo al punto de dejar de comprender la naturaleza humana que prevalece, y nos emparenta. El desafío es reconocer más allá del poder -o nuestro posible empoderamiento- las diferencias y similitudes, entender que nadie nace con un pecado original, no focalizar exclusivamente en la prevalencia del machismo como un enemigo permanente,  más o menos disfrazado, olvidando que en la medida que cumplamos con nuestros objetivos en lo que respecta a las aspiraciones vocacionales, afectivas, sociales, artísticas, lograremos no sólo ser más felices sino ganar históricamente la batalla del sometimiento y la marginalización, cuidando de no auto postergarnos, como bien le convendría al orden establecido, perdidas en el puro ejercicio del discurso reivindicatorio o la denuncia. A la mujer, además de ser feminista, le conviene avanzar haciendo lo que quiere, estudiando, ejerciendo, concentrándose en sus asuntos, sin descuidar los afectos o la salud pero ejerciendo todas sus posibilidades, o hasta inventando las que no tiene, abriendo nuevos caminos, siendo ejemplo para las que nos siguen.
¿Cuál es a tu juicio la forma de violencia hacia el género que habría que atender con más premura?
La más urgente es la de la violencia física y psicológica. Pero es todo parte de lo mismo, es la desvalorización del ser humano que nos lleva al ejercicio de la violencia doméstica, no solo contra las mujeres sino también contra los niños, el maltrato permanente que se naturaliza entre las personas en la forma de hablar por ejemplo ya se nota, el egoísmo, y otra forma de violencia de género impostergable porque es formadora, es la que ejerce la publicidad de manera muy agresiva de continuo, mujeres limpiando, cuidando y cocinando, hombres estudiando o con maletines, en autos, con mujeres jóvenes de adorno como bienes preciados alimentando continuamente la violencia y la separación de los géneros, el enfrentamiento.
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¿En qué situaciones te sentís cosificada (vos, no otras mujeres)?
Cuando veo publicidades, es decir todo el tiempo, en la calle, en el cine, en la tele, dentro de las películas muchas veces, en ciertas lecturas, en las revistas de consultorio médico, las revistas de actualidad que le llaman, en la radio a veces también en esos programas donde se habla de que el hombre es así y la mujer es asá, a veces son mujeres las que se refieren a eso, a veces pasa en una conversación donde alguien dice “eso es de minita”, en la calle muchas veces en el trato con algunos hombres taxistas, colectiveros, choferes de larga distancia, vendedores, yo trato de romper eso, de sacarlos de ese plano en el que me ven de tal o cual manera, ahora que soy más grande es peor, soy una “señora”, nada más despreciado por un hombre machista y por muchas mujeres también. Una señora es algo feo, una cosa, ya sin atractivo sexual, que molesta porque no se deja pasar por arriba así nomás, porque discute o no responde todo “sí” a las opiniones más aberrantes, porque no se calla y ya no interesa como mujer deseable. Trato de sacarlos en general de plano, y muchas veces lo logro sin enojarme, tranquila, aunque el corazón me late a mil como siempre en este tipo de situaciones, y lo sufro y sufriré eternamente.

Barbú: “Soy un escritor de raza”

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El primer gorila escritor habla sobre su obra, su visión de la humanidad y las dificultades de adaptación en un país peronista. Declara que ha tenido trabas para expresarse libremente y que le da bronca que lo asocien con genocidas. “Los gorilas somos pacíficos”, asegura. En diciembre publica su cuarto libro, El Orador (para más información: laguaridadebarbu.com.ar)

Barbú, ¿sos el primer y único gorila escritor?

Sí, soy el primer gorila escritor pero hay otros animales artistas también.

¿Te dan celos los otros animales artistas?

No me dan celos. Hay elefantes pintores figurativos, hay otros como el gorila Koko, el que se sorprendió con la muerte de Robin Williams. Koko sabe más de 200 lenguajes de señas.

¿Te sentís identificado con Koko?

No tuve la posibilidad de conocerlo personalmente pero me siento identificado, no igual porque yo me aboco más a la escritura. Soy un escritor de raza.

¿Pensaste en ser otro tipo de artista?

Escribo cuentos, novelas, guiones, y me gustaría en algún momento escribir canciones. No componer porque creo que rompería un par de guitarras.

¿Tenés otro trabajo además de ser escritor?

Hago changas. En verano levanto equipaje, aprovecho mi fuerza. He hecho doble de riesgo también.

¿Te gustaría ser actor?

Es chocante pagarle los derechos a un gorila. En Indonesia un mono se saco una selfie y no saben de quién es el copyright. Tenés el caso de Christian El León, ya adquirieron los derechos para hacer la película. Christian es un leoncito que es adoptado no sé cómo por una pareja de australianos.  Cuando ya crece demasiado, el conservacionista George Adamson lo libera a la vida silvestre. Un año después los dueños querían verlo y la gente les decía que no era seguro que los fuera a reconocer. Y cuando los ve, se les acerca y los empieza a abrazar. Con las garras escondidas, el león es muy inteligente.

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¿Extrañas a tu familia?

Sí, los extraño y extraño la libertad. El ser humano evolucionó con la prevención de enfermedades, al descubrir la ducha, logró una expectativa de vida de 80, 90 años. Pero no vive esos 80 años, ¿cuánto tiempo pasa viajando o trabajando en algo que no le gusta? Cuando estaba en la selva los días se me hacían más largos.

¿Te sentís cómodo en Buenos Aires, en Argentina?

Argentina me permite hacer cosas que en otros lugares no podría hacer. En Inglaterra no podría salir a la calle tranquilo, presentarme al público. Además acá hay un público muy lector.

¿Te gusta vivir en Balvanera?

Me gustaría recorrer más el mundo, quiero que me lea todo el mundo y que los libros sean traducidos en varios idiomas. Ese es el sueño de cada escritor, de compartir su arte, y que te digan “leí tu libro y me hizo bien”. Si decís que escribís sólo para vos, no terminaste de definir tu personalidad, no querés salir al mundo a mostrar lo que sos.

¿Te encontraste con humanos que no entienden tu mensaje?

Sí, muchas veces me ha pasado. En campañas políticas me gritan cosas como “Ahí va Lilita Carrió” o cosas peores.

Es difícil ser un gorila en un país peronista…

De los simios, el gorila es el que tiene más fuerza pero es el más pacífico. Que te relacionen con genocidas te da un poco de bronca. También encontrás trabas. Tuve un problema en el stand del SADE (Sociedad Argentina de Escritores) en la Feria del Libro. Me habían dado permiso para firmar mis libros y a último momento una persona del SADE no le gustó la idea de un gorila firmando libros en el mismo lugar que había escritores  humanos de prestigio y me negó la posibilidad. Me enojó mucho, fue de mala fe.

¿Te enfureciste, te violentaste?

Me enfurecí pero sobre todo me puse triste.

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Eso demuestra que los gorilas son pacíficos.

Sí, somos pacíficos. Un día fui a la puerta de “El Ateneo” de Santa Fe y Callao a promocionar El Narrador, que se vendía en esa librería justamente. Repartía volantes con el logo de “El Ateneo”. Se me acercó uno del lugar y me preguntó si le había pedido permiso para usar la imagen de la librería. He tenido algunos problemas con la seguridad privada pero con la policía nunca tuve problema. Yo voy a eventos que dicen “entrada libre y gratuita”, sobre todo por lo libre y al parecer no siempre es tan libre. No es que voy a vender lapiceras, me han prohibido la libertad de expresión varias veces.

¿Cuáles son tus escritores favoritos?

Me gusta el thriller, el policial, la ciencia ficción y otras cosas. Ray Bradbury,  Asimov, Michael Connelly, Paul Auster, Cortázar son algunos que me gustan mucho.

¿Hay alguna frase o línea literaria que te represente?

Hay varias. Una que siempre la uso: “sin misterios la vida carece de sentido”. Algunas muletillas para promocionarme como “en estas pascuas no rompas los huevos y comprá La Fuga del Tiempo”.

¿Qué relación tenés con las mujeres humanas? ¿Se asustan?

Les causo impresión pero también se quieren abrazar. Creo que es lo que le pasa al humano hoy en día. Lo que llaman histeria, la mujer está interesada pero no da pelota.

¿Se dejan tocar las mujeres?

Me abrazo como me puedo abrazar con vos.

¿No te seduce ninguna mujer?

Me seduce por su forma de pensar y porque no deja de ser una hembra. La mujer está llena de secretos.

¿Qué extrañás comer?

Los gorilas nos alimentamos de follaje, estamos comiendo como 10 horas por día, como 30 kilos de plantas y de cañas de bambú para sacarles el azúcar. Cuando vine acá al principio iba al baño todo el día por el cambio de alimentación, después mejoré. Allá tenía todo al alcance de la mano, la heladera me cuesta.

¿Probaste la carne?

La probé en África con los insectos porque los follajes están llenos de insectos. Acá probé la empanada de carne. Me dijeron tomá esta empanada y yo no sabía de qué era. Después me dijeron que era carne de vaca y les dije que a mí no me gusta comer animales. Pero yo sobre todo estoy en contra del hombre que mata para vestirse, por moda. Por suerte el furor de usar tapados de piel ya fue. Al único que podría tolerarle eso es a un esquimal porque el esquimal cuando está viejo, cuando ya no tiene fuerzas, abandona la familia y se pierde para ser devorado por un oso polar. Es como un intercambio que tienen entre los esquimales y los osos polares. Lo leí en El juicio de los animales, de Jorge Ledesma.

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Una cosa es arriesgar tu vida para comerte un animal y otra es la matanza sistemática de animales. ¿Cómo lo ves?

Yo creo que en el día a día nos estamos arriesgando. Creo que es más fácil cambiar el sistema económico que el alimenticio.

¿Sabías que cada argentino come alrededor de 60 kilos de carne por año? ¿Crees que influye en su comportamiento?

No estaba al tanto de esos datos. No sé si hay relación entre el consumo de carne y el comportamiento. Los latinoamericanos son de por sí sanguíneos.

¿Qué te enoja mucho?

No encontrar objetos.

¿Tu momento de paz?

Tengo dos momentos. Creo que la máxima paz la logro cuando estoy escribiendo y siento que no estoy escribiendo a la vez. Que estoy tan detenido poniendo palabras que me olvido que estoy escribiendo, que hace calor, frío, o que la comida está en el horno. Y otro momento de paz es cuando tengo un ocaso o un amanecer.

¿De qué se trata tu próximo libro?

Para diciembre ya sale El Orador. Es como la continuación de El Narrador pero se puede leer por separado. Está a punto de generarse una guerra santa entre Occidente y Oriente, y un ciego narrador trata de evitar esta guerra con sus relatos.

Barbú, ¿algo más que quieras decir?

Que visiten laguaridadebarbu.com.ar. Ahí hay cuentos para bajar gratis, las librerías donde pueden conseguir mis libros, fotos y otras cosas.


“La mujer no existe”

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Por Leticia Martin

Helga Fernández es escritora y psicoanalista. Forma parte del directorio de la Escuela Freudiana de la Argentina fundada Oscar Masotta en el año 1974. Está cargo del grupo de trabajo: Schreber, ¿un escritor?. Metáfora delirio y letra además de dictar cursos y seminarios. Publicó artículos en La carta del Inconsciente y El hilo en el Laberinto, (Editorial Kliné) y en revistas como El Sigma, Acheronta, Con-versiones, Revista Umbra y Carta Psicoanalítica. Conversamos con ella algunas ideas sobre lenguaje y feminismos.

¿Sos feminista?

No lo soy en tanto “ser feminista” es estar de acuerdo con que la diferencia hombre-mujer se establece desde la noción de género. Esa diferencia, a mi juicio, no se sostiene sólo en los comportamientos y roles determinados -sociocultural e históricamente- sino que se asienta en la historia subjetiva e inconsciente de cada quien. Sí lo soy en tanto “ser feminista” significa que mi posibilidad de pronunciarme en contra del trato de niñas como mercancía para la prostitución, en tanto estoy en contra de que se apedree a una mujer porque fue infiel, en tanto me opongo a la práctica de coser la vagina o cortar el clítoris, o en tanto me pronuncio en contra de que las mujeres sean retribuidas con un sueldo menor al de los hombres ocupando el mismo cargo o función. También alguna vez soy feminista, de manera más atenuada, cuando me encuentro con el desconocimiento de los hombres ante lo que, como mujer, me parece evidente; o cuando escuchó a hombres y a mujeres juzgar moralmente la sexualidad femenina, como si las mujeres no tuviéramos o no debiéramos desear. Aunque también tengo que reconocer que muchas veces tampoco yo entiendo la lógica con la que piensan, entienden o viven ciertas cosas los hombres. Ni unos ni otros somos capaces de comprender cabalmente la lógica femenina o masculina. Los seres humanos somos tan complejos que la mayor parte de las veces ni uno mismo se comprende a sí mismo. Entonces, ¿por qué esperarlo del otro? Es fácil decir “no soy feminista”, en este tiempo y en esta geografía. Por suerte pasaron varios siglos y mucha agua corrió bajo el puente desde la sentencia teologal de la Iglesia que rezaba que “la mujer es un pozo sin fondo de lascivia”, aunque no tanto desde que tenemos el derecho a votar.

¿Qué significa ser feminista para vos?

No puedo definir qué es el feminismo con una única y global definición. Hacerlo sería traicionar a las mujeres e, incluso, a esa enorme diversidad, que a los fines de cierta pertenencia y/o reconocimiento de su existencia, se nombra y es nombrada como feminismo. Incluso, de modo establecido, existen heterógenas y hasta contrarias clases de feminismo: feminismo separatista, feminismo francés, feminismo marxista/materialista, ecofeminismo, anarcofeminismo, feminismo radical, feminismo pro-pornografía, feminismo filosófico, feminismo de igualdad, feminismo clásico u original. En fin, debe haber tantas definiciones de feminismo como mujeres existen y existieron en este mundo. Por lo que, definirlo bajo una definición única, implicaría reducir la singularidad femenina a la lógica macho. Una lógica que cuenta con la práctica pragmática y necesaria de construir conjuntos y totalidades, pero que en este caso aplana y, entonces, desdibuja eso a lo que quiero apuntar.

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¿Cómo define a la mujer Lacan?

Cuenta el mito que un día Lacan entraba a su consultorio en el mismo momento en que algunas feministas, acompañadas por ciertos medios de comunicación, le preguntaron: “Dr. Nos gustaría saber qué piensa de la mujer”. Lacan se dió vuelta y, con la capacidad que tenía de resumir en aforismos una larga elaboración, contestó: “La Mujer no existe”. Porque La Mujer (así con mayúsculas) no existe. Contamos una por una. ¿Qué tenemos en común mi abuela, Simone de Beauvoir, yo, Hannah Arendt, mi amiga Silvana Valle, Sor Juana o Marguerite Duras? Todas somos mujeres, sí, pero eso ¿qué otra cosa quiere decir más que, que somos distintas y singulares? Cada mujer, cuando tiene un deseo, desafía u objeta el poder fálico, incluido a Dios, porque si algo nos define es que no cabemos en el Todo  totalizante, somos no-Todas.

¿Cuáles son todas esas clases de feminismos que detectás cuando decís que hay tantos feminismos como mujeres?

Así, arriesgando algunas posibilidades, diría que el feminismo puede ser el nombre del odio a los hombres, el nombre del odio a las mujeres salvaguardado en la lucha por la igualdad hasta borrar la diferencia; el nombre de una idea que cree que la “mujer” es el antónimo de “hombre”, o-puesta a ellos -como siendo lo que los hombres no tienen-; el nombre de una lucha para mejorar los roles asignados a la mujer por la cultura; una lucha que logró el sufragio femenino, el empleo igualitario, el derecho de pedir el divorcio, el derecho de las mujeres de controlar sus propios cuerpos y decisiones médicas, la lucha por la conquista de un “salario igual por igual trabajo”. Pero, el feminismo, también puede ser el nombre de una idea que considera que tanto los hombres como las mujeres somos distintos y que esa diferencia no se explica ni por la complementariedad, ni por la oposición. Que no hace de hombre o mujer una jerarquía ni una superioridad y, por tanto, tampoco una rivalidad, reivindicación o competencia.

¿Tenemos que tender a la igualdad o a la diversidad?

A la diversidad. La única igualdad posible es la que cuenta e incluye la diferencia. Una búsqueda de la igualdad que rechaza la diferencia se aleja de eso mismo que dice querer alcanzar. Por ejemplo, algo que pregonaba el feminismo de antaño es que no existen los orgasmos vaginales, que todos los orgasmos son clitorianos. De manera que esta idea, basada en la supuesta igualdad del pene y el clítoris, no hace más que desconocer la sexualidad femenina. Tampoco estoy de acuerdo con esa tendencia que intenta igualdad al hombre con la mujer, por ejemplo, cuando se dice: “quedaron embarazados”. La que se embaraza es mujer. Ellas es quien lo siente en y con su cuerpo. Por más sensibilidad, contemplación y comprensiónn de la que sea dueño un hombre, jamás sentirá lo que una mujer embarazada siente. Como así tampoco una mujer sentirá lo que implica ser padre y ejercer la paternidad. Lo que me recuerda a dos preguntas que Freud “confesó” que  nunca pudo contestar y que, quizá, siguen siendo un enigma: ¿Qué es ser un padre? ¿Qué quiere una mujer?

¿Qué pensás de las categorías de varón y mujer?

Que no son solo categorías. La identidad sexual trasciende lo orgánico, lo cultural y lo sociológico para constituirse y construirse a partir de lo inconsciente y también de lo irrepresentable e indefinible. Es cierto que existen parámetros más o menos instalados socialmente,  pero no creo que la diferencia se sostenga en la categoría. Entonces, ¿qué marca la diferencia sexual? ¿Se es o se deviene hombre/mujer? ¿Alcanzan dos palabras para dar cuenta de las diferentes posiciones desde donde se vive la sexualidad? La geografía sexual tiene que ser pensada más allá de sus coordenadas biológicas, pero también culturales. Estoy de acuerdo con Judith Butler en cuanto a que no es suficiente una matriz heterosexual para comprender el deseo, de hecho lo que llamamos identidad sexual tampoco se define por la elección de objeto. Nada dice de mi identidad sexual el hecho de que yo esté con un hombre o una mujer. La diferencia sexual se despliega en múltiples direcciones, heterosexuales, homosexuales, vouyeristas, exhibicionistas, sádicas, masoquistas, queers, entre otras. Tal diferencia no es asible en una definición. A Uno le es necesario Otro, Otro que no es ni la media naranja, ni el enemigo. No hay dos sexos, pero tampoco hay un solo sexo, o un transexo. De existir no habría más sexo ni  sexualidad.

Fotografía: Isabel Gruppo

¿Cuál es a tu juicio la forma de violencia hacia el género que habría que atender con más premura?

En el caso de nuestro país, eso que tan feamente se llama “trata de personas”.

¿En qué situaciones te sentís cosificada (vos, no otras mujeres)?

Me siento cosificada muchas veces, de diferentes formas. Pero puedo decir que, en mi caso, siempre fui y soy responsable de tal cosificación. Siempre que fui cosificada hubo un orden de participación de mi persona, lo supiera o no. Con el solo hecho de desmarcarme de tal cosificación salí o se me sacó de ese lugar. Creo que habría que considerar que no solo se cosifica a las mujeres, en su forma extrema de la trata, sino que es posible que también se cosifique a los hombres valiéndose de ciertas cualidades/atributos que ellos portan. Es así que en el caso de que haya guerras los hombres son “reclutados” o se los llama a que lo sean. También se cosifica al hombre cuando se reduce a su capacidad de engendrar sin su consentimiento, o se los piensa en su rol de proveedores. Sobre todo se cosifica a los seres humanos, sin distinción de sexo, en el caso del trabajo esclavo, cuando se hace de hombres y mujeres mercancía. El capitalismo nos cosifica. Quiero aclarar, por otra parte, que no considero cosificación a ese momento, más o menos extenso, en el que una mujer va al lugar del objeto de deseo de un hombre. Lo que no significa, de ningún modo, que este último sea nuestro propietario o disponga de nosotras como de su automóvil, sino de hacerse hacer y dejarse hacer una metáfora del deseo, y entonces, disfrutar de eso. Una de las cosas más lindas de la feminidad.



“Nuestro mejor instrumento, el cuerpo que habitamos”

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© www.jorgelara.com

Por Anahí Pérez Pavez

“A cada rato me preguntan chicas trans que cuando planeo cambiar mis documentos y/o títulos profesionales. wat? eso no es lo que dictamine seas mujer.” Del timeline de Ophelia Pastrana.

Ophelia Pastrana Ardila nació hace 32 años como Mauricio en Bogotá, Colombia. Es Licenciada en Física y Magíster en Econometría por las Universidades de Florida y Sidney y se desempeñó como profesora de redes sociales y negocios en el Instituto Tecnológico de Monterrey. Dio conferencias TEDx sobre su cambio transgénerico y dado su carácter de estratega digital y empresaria del área disertó junto especialistas como Randi Zuckerberg, de Facebook, y Daniel Sieberg, de Google. Trabaja, además, de editora en la Revista Vice de México, su país de residencia actual, donde en dos artículos geométricamente difundidos contó su experiencia sin tapujos. Los tituló: “Así salí del clóset” y “Mujer en pastillas”.

No pasa desapercibido que es hija de una familia representante del Partido Conservador Colombiano que la hizo portadora de “apellidos secuestrables” y que históricamente se opuso al movimiento LGBT y al matrimonio igualitario. Siguiendo un derrotero tradicional como el joven empresario Mauricio era muy exitoso, estaba casado desde los 25 y ganaba mucho dinero. Sin embargo, se travestía en privado “para desestresarse”. Esto pasó hasta que, hace más tres años, se lo comunicó a quien era su esposa y su decisión se hizo pública en poco tiempo. Actualmente, continúa su tarea comunicadora en las redes y trasciende la información “nerd”, o específica del mundo tecnológico, para erigirse como una referente indiscutida de la transformación de género. Para lograr sentirse Ophelia, tal como se nombró porque le pareció un nombre fuerte y señorial, asumió diferentes intervenciones quirúrgicas y psicológicas. Este cambio y su biografía le otorgan una perspectiva digna de ser consultada en el marco de nuestras conversaciones sobre feminismos.

¿Qué es para vos ser mujer?

La definición de mujer es fenomenalmente compleja ya que es una construcción social. Aunque entiendo que me estoy posicionando en el incorrecto, tiendo a otorgarle la validación de esta definición al tercero por encima de mi opinión. El mejor modo que he aprendido para entender cómo funciona el sistema de validación es así. Es un sistema de “puntos” y cada quien tiene la regla más alta o baja en cuanto a puntos-requisito para poder cumplir con esta labor. O sea, para unos, con solo ver cabello largo, ya se es mujer. Para otros se requiere de cabello, tacones, voz fina, etc. Sobra decir que el juez más fuerte en el sistema de puntos soy yo. De todos modos, considero que las cosas funcionan así:

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¿Sentís a “las mujeres” como un colectivo de personas en inferioridad de condiciones frente a los hombres?

 No. Esto no está abierto a debate. No hay motivo científico con validez para sostener esto.

¿Qué opinás de la idea de patriarcado? ¿Qué pensás sobre las personas que se sienten sometidas por un “régimen patriarcal”?

Disponemos de una cantidad inmensa de creencias vestigio que se crearon para poder armar un orden de sociedad que nos trajo a donde estamos hoy. Está muy en duda si el patriarcado era necesario, yo apuntaría a que no, pero el sistema de gobierno y planeación de comunidad que dio pie a la existencia del patriarcado definitivamente es también el sistema que nos dio nuestra vida de hoy. Acerca de un sometimiento al patriarcado solo podría especular que quien entrega su libertad para este creer, del otro lado estará pensando que recibe algo a cambio. Así sea paz interior (si es por elección propia) o paz exterior (si es por sometimiento a digamos, violencia). Como miembro de un segmento minoritario mi acuerdo implícito con la población en general es permitir la existencia de cosas que no me gustan a cambio de que se permita la existencia de un amplio ecosistema de posibilidades. Por más que no me agrade conocer mujeres misóginas, tampoco he de cruzar a someter mi existir como superior ahora.

Judith Butler distingue género anatómico, identidad de género y actuación de género. Tu condición subvierte parámetros. ¿Tu objetivo es igualar los tres al género femenino?

 No. El creer que existe capacidad de unión de estos tres también asume que hay mujeres que son perfectamente excluyentes de una capacidad de retención masculina en su actuar. Entiéndase, ese dicho que “hay un poco de mujer en cada hombre y un poco de hombre en cada mujer”. El buscar una realización 100% femenina sin permitir una existencia masculina es un imposible. Cuando se vive como yo, es muy fácil ver esto en acción.

© www.boudoirenmexico.com

¿Qué opinión te merecen aquellos que subvierten el género fuera del dualismo varón/ mujer?

 Lo vivo. Así que sólo puedo ofrecer la máxima opinión de estos personajes.

¿Te parece posible ejercer la sexualidad fuera de ese dualismo?

Por supuesto. Pobre es aquel que no se permite un crecimiento de su conocer. ¿Quién no quisiera nutrir a su cuerpo por una mera limitación arbitraria? (como por ejemplo, los chicos heterosexuales que se rehúsan a recibir penetración). Somos animales sexuales pero al tiempo intelectuales, mientras más amplio sea nuestro rango operativo sexual, más fértil es nuestro campo de investigación y aprendizaje acerca de nuestro mejor instrumento, el cuerpo que habitamos. Mi relación de pareja, por ejemplo, se presenta en múltiples dimensiones si entiendes que a veces nos acostamos como dos hombres, como dos mujeres, o mezclado.

Algunos feminismos discuten la “cosificación femenina”. ¿A vos qué opinión te merece esa concepción?

Siempre me he considerado un poco desconectada del aspecto femenil de la “cosificación” ya que igual se sufre por fuera del ser mujer. Soy transgénero y he conocido gente que explícitamente me moldea a su deseo sexual sin asumirme como mujer, mucho menos como hombre. Esto solo ha de confirmar que la creación de un objeto de deseo por encima de un querer de conexión no hace uso del espacio femenino para existir.

Históricamente la izquierda política tomó la bandera del respeto a la diversidad sexual. ¿Te parece que la discusión de género debe transgredir ese límite ideológico?

En lo que quizás es la ironía política más grande de igualdad en nuestra época, los derechos LGBT los representa la izquierda. ¿Cuáles son los derechos que busca el segmento de la bandera? matrimonio, vida en pareja, adopción, igualdad de derechos como negociantes, apoyo a empresas, etc. ¡Queremos una vida conservadora! Siento yo que esta distancia con la derecha es basada en creencias religiosas y su apego con este estilo de relacionarse con la sociedad en general.

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¿Te sentís satisfecha con tu cambio?

Por supuesto, con muchos motivos para explicarlo pero quizás dejando por enfrente que el cambio no es físico sino una adopción de un sistema de vivir más completo y desarrollado.

¿Te sentís más cerca de un estado de felicidad? ¿Sufrís menos que antes?

No sufro. Antes tampoco. En mi origen viví un sistema agnóstico de apreciación y sentimientos que me tenía desconectada de algún dolor. Ahora sé que mi vida era gris, pero hoy está llena de colores. De hecho, siempre he considerado que buscar sufrimiento en esta condición es una búsqueda de atención nomás.

¿El concepto “travesti” tiene una connotación negativa para vos?

En cuanto a que soy una persona sexual, no. Pero entiendo que el concepto del travestismo desarrolla un fuerte componente del aspecto de euforia de género que se da cuando alguien se entrega rienda suelta a su comportar. El rechazo travestista entonces es nada más que moralino. En mi opinión proviene de dos sistemas en conjunto. Número uno, la imagen de la mujer que genera una persona travesti es misógina (no siempre) y por consecuencia hay culpa y dos, la imagen sexual siempre conlleva a un abuso de cuerpo que luego genera culpa. Algo así como lo que sucede cuando hay culpa por masturbación. De paso, hay posiblemente más mujeres travestis que hombres travestis. Se les llama “lesbianas butch”. El momento que una mujer decide ponerse pantalones o algún look masculino no se ha de diferenciar de un hombre que se pone una falda. Solo uno de estos dos conlleva a humillación desafortunadamente. Soy de la fiel creencia que si el travestismo masculino fuera menos “fantasioso” y menos “sexual” podría tener una puerta a ser más aceptado y, por consecuencia, podríamos encontrar del lado del hombre un vivir con tanta paz como del lado lésbico donde hay cientos de miles de mujeres que visten masculino y no hay problema -aparente- alguno.

¿Te considerás una privilegiada por acceder a los recursos que posibilitaron tu cambio?

Sí. Mi transición la paga la Ciudad de México. Tenemos en existencia un programa de medicina pública que me regala mis hormonas (unos US$300 el mes), mi servicio endócrino, mi psicólogo, pruebas de sangre y hasta mis mastografías. Tener acceso a este programa, aún que sea nacida en Colombia, es un tremendo golpe de suerte. Adicional, luego de vivir en Miami, Sydney y Bogotá, no me topo con mejor lugar para transicionar. Por fuera de la Clínica Condesa de medicina pública, México dota de ley de reasignación sexo-genérica en documentos, matrimonio igualitario, leyes de defensa por discriminación, miembros abiertamente gay y trans en televisión y una comunidad LGBT tan fenomenalmente grande que es difícil encontrar a alguien que no esté expuesto a esta cultura o vivir.

¿Qué sensación te merecen aquellos que por una cuestión económica no pueden acceder a su transformación? ¿Te gustaría impulsarlos de alguna manera?

Mis respetos y admiración a la banda que por estas condiciones resume su vida sin transicionar. De todos modos, me ha sido complejo encontrar a alguien así ya que en mi ciudad vivo un sistema de transición con costo casi cero. Acerca del impulso, he logrado convencer a varias personas a acercarse a la ciudad de México y los he visto transicionar. Idealmente la gran parte de mi trabajo ha sido rodeando el tema de visibilidad y normalización al tema trans.

¿Algo que desees agregar?

Estoy siempre disponible en http://twitter.com/OphCourse y http://facebook.com/OphCourse para seguir esta discusión. No olviden siempre tener un psicólogo en mente y me presto para hacer recomendaciones de gente con experiencia en este tema (solo contáctenme y les guío).

View More: http://jorgelara.pass.us/ophelia-boudoir

Esta “Media girl”, seguida por más de 11 mil personas en facebook y de 28mil en twitter, lleva ese espíritu de conectividad en expansión por donde se la escuche. Difunde, responde y representa la condición trans desde una actitud humana a la que conviene atender: “Siempre hay algo que brilla así estés en el peor de los desastres. Sigue. No sufras. Sufrir es buscar un apapacho que lo puede entregar otro camino. Ser víctimas no ayuda a solucionar problemas y eso lo sé de corazón. Encuentren a su Mauricio. Busquen a su Ophelia. Porque no sólo se trata de liberarse ustedes sino de tener impacto en la gente que los rodea”, es su llamado.


“Todas las causas de abuso tienen el mismo grado de urgencia”

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Por Leticia Martin

Agustina González Carman (32) es Licenciada en Ciencias de la Comunicación y periodista. Trabajó en el Servicio Penitenciario Bonaerense entre 2004 y 2009 coordinando un taller de comunicación con internos de la Unidad N°39. Actualmente colabora en la revista digital Paco y escribe el blog Libertad Condicional, en donde desmitifica los discursos que circulan sobre la maternidad. A partir de esos textos nos interesó conocer su opinión sobre algunos temas del género. Conversamos con ella.

¿Sos feminista?

Hay en la actualidad tantos feminismos que no tengo claro qué es lo que engloba o representa ese concepto. De lo que estoy segura es de que no me siento víctima de un sistema patriarcal opresor. Más bien creo en la importancia de indagar algunas cuestiones que se juegan mucho más en espacios invisibilizados como el ámbito doméstico y el de la sexualidad.

¿Qué significa ser feminista para vos?

Muchas veces se ignoran todas las conquistas que se consiguieron a lo largo de las últimas décadas y se considera al hecho de nacer hombre como algo patológico. Creo que el descrédito que sufre el movimiento feminista actual tiene que ver con la circulación de información falsa o exagerada que perjudica la credibilidad y la imagen de una causa absolutamente justa y necesaria; y por una descontextualización de los reclamos que omiten las particularidades geográficas, culturales y de clase. No estoy tan segura de que la realidad de la gran mayoría de las mujeres se corresponda con el discurso feminista que tiene mayor visibilidad mediática. Esos discursos tienen visibilidad porque no tocan ningún interés: hablar de los piropos no molesta a nadie, hablar de extender las licencias por paternidad, sí. Además, creo que hay una postura muy poco problematizada en relación a lo que significa actualmente ser mujer. Pareciera que yo, clase media hiperescolarizada en CABA, fuera lo mismo que una madre adolescente del conurbano bonaerense o una alfarera de la puna. Por otra parte, si bien creo que todas las causas de desigualdad son importantes, se pone sobre la mesa la cuestión de la “violencia de género” mucho más que, por ejemplo, la desigualdad entre hombres y mujeres en el ámbito doméstico, un lugar en donde creo que el feminismo también se juega muchas cosas. ¿Por qué no se cuestiona que en un matrimonio dónde ambos trabajan igual cantidad de horas, la mujer se ocupe en un 80% del cuidado de los hijos y de las responsabilidades domésticas y asegure que su marido “la ayuda”?

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¿Qué es lo más dificultoso de ser mina?

La sociedad tiene la vara demasiado alta con las mujeres actuales y no cumplir con los parámetros establecidos genera mucha inseguridad. Hay un “deber ser” muy fuerte aunque creo que a los hombres también les pasa en otros rubros. Profesional exitosa, matrimonio feliz, madre presente, flaca, bella y con la cola dura, buena vecina, ávida lectora, divertida e integrante de la cooperadora de la escuela, ¿no será mucho?

¿Tenemos que tender a la igualdad o a la diversidad?

Tengo 32 años y todavía no sé si somos todos diferentes o somos todos iguales. Creo que todos tenemos que tener las mismas oportunidades pero no esperar de hombres y mujeres los mismos resultados. En una sociedad que reconoce la diferencia, sigue habiendo mucho campo para el feminismo de la igualdad, que puede sonar medio arcaico pero sirve infinitamente más que el denuncismo simplista tan corriente hoy en día. Pretender la igualdad de resultados –dadas las diferencias biológicas y de configuración cultural entre hombres y mujeres– creo que nos llevaría a otra clase de discriminación. Por ejemplo, cuestionar a una mujer que –después de ser madre- decide poner una pausa en su carrera profesional para cuidar a su bebé, considerándola un retroceso en la conquistas del feminismo me parece muy dañino. Acá no es tan común, pero en Estados Unidos hay una corriente muy fuerte de padres que se vuelcan hacia la modalidad de home office o deciden ser los “cuidadores” mientras las madres trabajan fuera de la casa y creo que lo valioso de esas experiencias está en la posibilidad de elegir.

¿Cuál es a tu juicio la forma de violencia hacia el género que habría que atender con más premura?

La legalización del aborto.

¿En qué situaciones te sentís cosificada (vos, no otras mujeres)?

Cuando cojo con mi marido.


Un lugar de subordinación natural

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Gabriela Cabezón Cámara es periodista y escritora. Su actitud curiosa y sagaz la llevan a moverse en diversos escenarios de la cultura porteña. Estudió letras en la Universidad de Buenos Aires, participó con relatos en diversas antologías, y publicó las novelas: La virgen cabeza, -finalista del Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón-, Le viste la cara a Dios y Romance de la negra rubia. En 2013 impulsó junto al ilustrador Iñaki Echeverría la realización de un mural de 10 metros contra la trata de personas. Allí se reprodujeron imágenes de diversos fragmentos de su novela gráfica.

¿Sos feminista?

Sí.

¿Qué significa ser feminista para vos?

Trabajar en mi vida cotidiana por la igualdad de derechos.

¿Tenemos que tender a la igualdad o a la diversidad?

Igualdad, en el terreno de los derechos y su ejercicio: mismo salario por el mismo trabajo, una distribución igualitaria del trabajo doméstico y de la crianza de los hijos, el mismo acceso a la educación, la misma libertad sexual.

¿Qué pensás de las categorías de varón y mujer?

Que son muy estrechas y que su sobredeterminación es una pesadilla para todos.

¿Qué es lo más dificultoso de ser mina?

El peso de algunas tradiciones culturales que suponen que tenés un lugar de subordinación natural y que de un modo u otro, más o menos violentamente, en algún momento te lo imponen.

¿Cuál es a tu juicio la forma de violencia hacia el género que habría que atender con más premura?

Todas.


“Hoy creo que ser feminista es lo mismo que ser machista”

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Karina Beorlegui 2013-ppp-by Nicolas Foong

Por Anahí Pérez Pavez

Karina Beorlegui se define como cantante, actriz y “autogestora de lo que quiere que ocurra”. Tiene tres álbumes editados, trabajó en distintos ciclos de TV junto a Alejandro Dolina y actualmente se presenta en el Club Atlético Fernández Fierro. También incursiona en política desde la agrupación Tango descamisado que desarrolló actividades en la Villa 31 y en el Centro Cultural de la Cooperación. Ese carácter activo y su trayectoria como referente femenina del tango y el fado hacen que Tónica se interese en conversar con ella cuestiones de género.

¿Sos feminista?

No, en eso sé que puedo traer debate. No soy feminista. Si hubiera nacido en otra década lo sería a capa y espada, pero hoy creo que ser feminista es lo mismo que ser machista. En un punto lo entiendo como un movimiento necesario que logró poner a la mujer en un lugar de mayor igualdad social a través de su lucha, respeto a las feministas que lograron tanto, pero siento que hoy suena un poco anacrónico preguntar esto. Creo, en este sentido, que es un arma de doble filo, porque a veces el feminismo extremo hizo crear un estereotipo de la mujer feminista como asexuada o resentida, sin la esencia sagrada de la femineidad o la condición ancestral de ser mujer, que es la de contener y dar vida. Creo que hoy estoy más cerca de recuperar esto: la igualdad de derechos y obligaciones como ciudadanos o habitantes de este planeta, cualquiera sea el género que portemos.

¿Qué significa ser feminista para vos?

Si algo tengo de feminista es la reacción. Cuando en público no se deja el asiento a una dama embarazada o anciana, ahí salto como la más feminista del mundo. Cuando un amigo hace un comentario machista, me pongo de la nuca. Pero no creo que sea por feminista sino por estar en contra de los abusos de poder. Hay muchas mujeres que también abusan de su poder ocupando cargos y hasta pegan a sus maridos, o los someten.

¿Tenemos que tender a la igualdad o a la diversidad?

A la diversidad y a la igualdad, depende de que estemos hablando. A la hora de votar, o ser ciudadanos, somos iguales. Pero somos diversos todos y cada uno, distintos del otro y a la vez iguales. Hay que apuntar a la dualidad del ser en este sentido. Aunque diversidad es mi respuesta, si tengo que elegir.

¿Qué pensás de las categorías de varón y mujer?

Nada. Hay varones y hay mujeres, con pito y vagina. Sirve para identificarnos, para ir al baño y para poder procrear naturalmente como mamíferos. Para amarnos y admirarnos en la diferencia, los que somos heterosexuales.

¿Qué es lo más dificultoso de ser mina?

Depilarse (risas), que nos venga una vez por mes y bancarnos los cambios de humor que esto trae. Además de la incomodidad o el malestar al que estamos acostumbradas, las pautas de la belleza standard, que creo que son más crueles en la mujer que en el hombre. Ser flacas, por ejemplo.

¿Cuál es a tu juicio la forma de violencia hacia el género que habría que atender con más premura?

Que sea habitual tomar a la mujer como objeto. Se ve a diario en la televisión masiva un culo en primer plano. Me parece que la batalla más difícil y urgente es la cultural. Que todos terminemos con los abusos sutiles y cotidianos. Yo soy de las que esperan que se vaya el tipo que pega papelitos ofreciendo sexo por Corrientes y voy atrás y los despego, aunque no soy condenatoria de la profesión más antigua del mundo. Sí creo que no cualquier mujer se encuentra en condiciones de elegir si quiere vender su cuerpo y ahí vienen los abusos que todos ya sabemos, el negocio y las aberraciones. Es muy difícil desterrar este pensamiento de la mujer como objeto sometido porque hay sutilezas cotidianas difíciles de cambiar. Pero todo cambia y tengo fe en que esto también.

KARINA BEORLEGUI

¿En qué situaciones te sentís cosificada (vos, no otras mujeres)?

Cuando me hice unas fotos para promocionar que cantaba en el Club Atlético Fernandez Fierro, en el año 2004. Lo hice por una apuesta, en joda. Unas fotos como de almanaque de gomería, con la remera de la orquesta y en tanga roja, para atraer al público. Desde ese entonces, por momentos, eso me hizo sentir en un lugar de objeto. Pero no me molestó el hecho puntual en sí, sino lo que acarrea. Se supone que una mina que se saca esas fotos es trola, superficial, fácil o tonta. Esa es la peor cosificación o prejuicio que deben tener las mujeres que venden sexo, o su cuerpo, como producto. Que no se las pueda poner también en el lugar de madre, poeta o abogada inteligente, por ejemplo. Por suerte, es la única vez en la vida que lo sentí en carne propia, porque en el tango esto está cambiando.


“Tiendo a rodearme de mujeres y hombres feministas”

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Laura Leibiker es periodista, locutora y directora editorial de la sección Literatura Infantil y Juvenil del Grupo Kapelusz-Norma. Fue directora de la revista Madres & Padres, jefa de redacción de La Nación de los Chicos y conductora del canal infantil Cablín.

¿Sos feminista?

Por supuesto. Sin dudarlo ni un minuto. Y estoy criando hijas feministas. Si tuviera hijos varones, también serían feministas. En mi zona de influencia, siempre invito a la reflexión sobre cuestiones de género porque creo que tengo la obligación de estimular a quienes no hayan tenido oportunidad de pensar estas temáticas.

¿Qué significa ser feminista para vos?

Ser feminista es ser consciente de los derechos que, como seres humanos, corresponden a las mujeres y trabajar para hacerlos conocer y que se cumplan. Es por eso que, para mí, ser feminista no es una opción de todas las personas,  y no solo de las mujeres. Tiendo a rodearme de mujeres y hombres feministas.

con bodoc y canela

¿Tenemos que tender a la igualdad o a la diversidad?

Yo creo que hay que partir de la igualdad para ir hacia la diversidad. La igualdad de derechos es el piso; desde allí, cada persona debería poder elegir qué decisiones toma (si trabaja o se deja mantener; si dedica tiempo a embellecerse y/o a cultivarse; si pelea por un puesto gerencial en el que le paguen lo que le corresponde por desempeño o trabaja ad honorem, etc).

¿Qué es lo más dificultoso de ser mina?

Esa percepción me fue cambiando con el tiempo. En la infancia, la cuestión de la fuerza (la idea de que éramos más débiles) me pesaba, como la sensación de que no podía ensuciarme, revolcarme, o chiflar. En la adolescencia, la idea de que “ir al frente” era una cuestión masculina. En la juventud, la cuestión de la belleza como herramienta de seducción. Hoy, en la “madurez” (la puta madre), se me hace patente el hecho de que el envejecimiento de hombres y mujeres va por caminos diferentes. En todos los casos, desafié esas dificultades a mi modo: me embarré, fui al frente cuando me gustaba un tipo, busqué desarrollar otras estrategias de seducción y, ahora, me enfrento a no dejarme avasallar por los modelos de éxito imperantes. En términos de formación y de trabajo, no he tenido dificultades que no haya podido enfrentar. Creo que uno de los secretos para evitar las dificultades es no validar el desprecio o el ataque del otro: no aceptar la desvalorización que quieran imponernos.

con antonio en mx

¿Cuál es a tu juicio la forma de violencia hacia el género que habría que atender con más premura?

La violencia doméstica es, creo, un flagelo gravísimo porque se transmite de generación en generación y se naturaliza un modo de vínculo familiar que deja huellas muy hondas. Quizá sea utópico, pero creo que hay que trabajar fuertemente en contrarrestar la erotización precoz de las niñas propuesta desde los medios de comunicación, que desemboca en muchos casos en la cosificación y en falta de autoestima. Otra cuestión que me preocupa es el modelo de mujer que transmite especialmente la tele pero también el cine y la literatura; en mi campo, la literatura infantil, siguen apareciendo nenas hadas y varones futboleros, modelos familiares únicos y características supuestamente asociadas al género (varones valientes, audaces, veloces; mujeres chismosas, románticas, miedosas, bonitas).

¿En qué situaciones te sentís cosificada (vos, no otras mujeres)?

Cuando los hombres hablan, delante de mí, como si yo no estuviera. En situaciones en las cuales se ignora mi opinión o mis saberes presuponiendo que, por ser mujer, no puedo conocer el tema. Una pavada: hace poco vendí un auto y compré otro; sentí que todos miraban por arriba de mi hombro para ver cuándo aparecía el hombre que se iba a ocupar. La verdad es que no sé nada de mecánica, como le pasa a mucha otra gente. ¿Y qué? Yo necesito un auto que ande y saber manejar: no tengo que conocer al dedillo cada cosa que voy a usar.

cami, male, lau 122

 


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