Por Anahí Perez Pavez /// Fotos* Carmen Herrera.
El ingreso a la Galería La Ruche, de Jorge Mara, no es fastuoso. Cemento alisado y una vidriera minimalista de caracteres borravino con el nombre del artista en trastienda, son todos los elementos que se distinguen de la obra. Los dibujos del pintor surrealista argentino Roberto Aizenberg lucen cual espectros a la espera de ser observados. Nos recibe un joven extranjero que se pierde en la búsqueda de Nelly Corral que aparece luego de minutos desde el fondo. Su atuendo en rojo resalta la distinción del lugar y nos invita a pasar a la sala en que realizo la entrevista. Anaqueles de piso a techo cubren dos paredes. Libros de importante grosor señalan contenidos de alta talla.
Nelly Corral de Mara se dedicaba al periodismo antes de comenzar su labor de galerista. Junto a Jorge delineó esa profesión que según sus palabras “se está perdiendo”. La Galería La Ruche funcionó en Buenos Aires sobre Av. Alvear, en los años ochenta, para luego mudarse a Madrid, donde trabajaron hasta 1998. De vuelta en Buenos Aires se configuró como una de las galerías más destacadas. Su actividad, privada y comercial, permite la mostración y colocación de artistas a nivel internacional. Representan a figuras como Carlos Arnaiz, Fidel Sclavo, Eduardo Stupía, Marcolina Dipierro, Estrada, José Antonio Fernández-Muro, Sarah Grilo, Alfredo Hlito, KIRIN, Juan Lecuona, Amalia Nieto, Macaparana, Ana Sacerdote, entre otros. Conversar con Nelly fue ameno y el contexto cautiva. Hay flores naturales, objetos de vanguardia, detalles que son indicios de la calidad del mundo donde la galerista se desenvuelve. Me brindó este panorama para Tónica:
¿Cuál es la situación del mercado del arte en la actualidad?
Pésima. Muy mala, por la economía. Este es un mercado muy chico. No es como en otros países latinoamericanos, como Brasil, México o Colombia, donde existe realmente un mercado del arte. Acá no hay uno para decirlo así, que entre dentro de la palabra mercado. Se venden obras. Hay gente joven que empieza a comprar, que empieza a hacer un coleccionismo, pero son contados con los dedos de las manos.
¿En qué capitales de Latinoamérica puede vislumbrarse un mercado?
Básicamente en México y en Brasil, sobre todo en San Pablo. Acá hay más mercado que en Chile y en Montevideo, pero es chico. No hay gran coleccionismo. Últimamente han abierto galerías. Abre gente joven, que no tiene experiencia y así como abren, cierran. Están orientadas hacia un público más joven y entonces tienen obra de artistas más jóvenes, que recién empiezan, que no son consagrados, cuyos precios son distintos al tipo de obra que nosotros vendemos. Si bien es de arte contemporáneo, nuestro perfil de galería maneja obras de artistas consagrados. No son artistas jóvenes que conseguís una obra por $500, $1000 o $3000, trabajamos con artistas de alrededor de 50 o 60 años. Son consagrados que tienen un precio que en relación a los precios de la pintura brasilera, te morís de risa. Es mucho más barato acá, mucho más accesible. Nosotros vamos bastante afuera, a ferias en el exterior, y ahí nos va muy bien. Sobre todo en una que se hace en Miami Beach, que es una sucursal de Art Basel en Suiza, es Art Basel Miami Beach, que es una feria internacional, que van muy buenas galerías de todo el mundo. Captan coleccionismo latinoamericano.
¿Moverla afuera es la forma de sostener la actividad?
Últimamente, nosotros vendemos acá más que a argentinos, a extranjeros. Viene gente de afuera y compra, porque le resulta buena calidad de obra y precio. El equivalente de un artista como ese –señala un cuadro de Eduardo Stupía valuado en diez mil dólares-, que tiene mucho éxito y renombre internacional, en otro lado vale mucho más. Entonces, la gente se lanza y compra. No es mover. Nosotros trabajamos acá, tenemos la galería, hacemos exposiciones, por lo menos cuatro por año. Normalmente con un catálogo, por cada exposición, lo cual también es bastante complicado, porque es muy caro hacer catálogos, casi ninguna galería hace catálogos.
¿Tienen publicaciones a partir de la exposición, libros de arte?
Claro, hacíamos eso en España también. Los catálogos son lo que queda de una exposición y trabajamos acá porque tenemos nuestros clientes. No digo que acá nadie compre.
¿Se complementa el trabajo de las galerías con el de los museos nacionales?
Teóricamente el trabajo de una galería es promover a los artistas y tratar de que expongan en museos. Lo que pasa es que últimamente la figura del galerista se está perdiendo, porque la gente va poco a las galerías y los galeristas mucho no promocionan porque no pueden o no saben. Promover a los artistas fuera del país es difícil. Acá las galerías no tienen apoyo del Estado. Te vas a una feria afuera y, aunque representes artistas argentinos, lo tenés que hacer por tu cuenta y eso en otros países no es así, porque hay un cierto apoyo.
¿Cuál es su fin como galeristas más allá del comercial? ¿Consagrar a los artistas?
Como galeristas, a la galería le conviene porque se va a valorizar la obra. No lo hacés por amor al arte, la verdad. Pero ese es su trabajo también. Tratar de promocionarlo. Mostrar y promocionar al artista. Ese es el trabajo de una galería. Hacer catálogos. Tratar de que el artista sea visto lo más posible. Es un trabajo todo eso, que también va haciendo la carrera del artista. Porque un galerista vende una obra y tiene una comisión pero esa comisión indica que uno está haciendo un trabajo, no es solamente poner las paredes.
¿Cómo es su relación con el Estado? ¿En algún momento plantearon alguna demanda o, por una cuestión de orgullo, no?
No, qué orgullo, no. No existe. Lo hemos intentado pero acá no existe. Es muy caro ir a una feria. Tenés que pagar el stand, que es carísimo; el transporte de obra, los seguros. Nosotros hemos pedido pero no hay partidas. Alguna vez nos han ayudado, por ejemplo, en una exposición que hicimos de Horacio Coppola, un fotógrafo muy conocido que nosotros representamos en España, y ahí fue la Embajada de Argentina en España que pagó creo que el transporte de los catálogos, una cosa así. Y otra vez, fuimos a una feria en Río de Janeiro y el Consulado Argentino en Río nos dio un dinero, el 5 %, pero bueno, algo fue y muy bienvenido, porque si no, nada. Cuando teníamos la galería en Madrid, era española porque vivíamos en España y teníamos artistas españoles, íbamos a las ferias y el Ministerio de Cultura nos pagaba parte del stand, el 50%, todo el transporte de obra, todo el seguro de obra, en los noventa, en la época de Felipe González y después con Aznar. El Ministerio de Cultura pensaba, con mucho criterio, y así pusieron a España en el mapa, que el arte es parte del país, entonces lo tiene que apoyar y promocionar. Nuestra galería era española y que estuviera en una feria como Basilea implicaba mostrar el arte español en Basilea, que es muy importante. Lo ven a largo plazo, lo ven así, un gobierno lo tiene que ver así, pero bueno, acá no es así, no hay partidas.
¿Y ahora, con la creación del Ministerio de Cultura, quizá?
No. Tienen otra visión. Desde que se fundó el Ministerio ni preguntamos, porque alguna vez hemos consultado en cancillería, pero no. En la Bienal de Venecia al haber un pabellón argentino hay un envío nacional y tiene que pagar todo el Estado, pero en la última Bienal de San Pablo, de acá fue Eduardo Stupía y el envío lo pagó la Bienal, el resto nosotros.
¿Cuáles son los hitos anuales del arte?
La Bienal de Venecia y de San Pablo. Después hay muchas ferias internacionales a las que van las galerías que se postulan y son aceptadas. Ahí es donde hemos pedido porque llevamos artistas argentinos y nos podrían dar una mano, pero no pasa nada.
¿Qué lugar ocupa la galería en el panorama actual de la mostración del arte?
Nuestra galería es muy considerada porque hacemos buenas exposiciones, buenos catálogos y viene gente a las muestras, pero hay un parate general en este momento. Los artistas me dicen “Che, ¿Qué pasa que no se vende?”, y no se vende. Pero es una cosa que no tiene que ver con el arte, es un problema de economía. Acá hay una feria que es ArteBA. Ahí se vende siempre muy bien, porque mucha gente no va a las galerías pero va a ArteBA, que es una vez al año. Normalmente en fin de mayo. Este año se vendió muy bien pero bajó mucho y no sólo yo, le preguntás a otras galerías y pasó igual.
¿Qué artistas le resultan fundamentales en la historia de la galería?
El que ha tenido más trayectoria ha sido Horacio Coppola. En mayo del año que viene se va a hacer una muestra en el MoMA, de Nueva York, con un catálogo muy bueno.
¿Ustedes hicieron esa conexión?
Nosotros fuimos los que lo propusimos, lo representamos a Coppola. Le hicimos la primera muestra en el 2002, hemos vendido fotos suyas al MoMA y ahí empezó una relación. Lo propusimos y decidieron, los curadores de fotografía, hacer la muestra.
Leí que representan la fotografía de Grete Stern, hace poco estuvo en el MALBA ¿Tuvo que ver La Ruche Mara?
Sí. Y en el MoMA será una muestra combinada de Horacio Coppola y Grete Stern.
No soy el público que compra arte pero me gusta. Admiro la fotografía de Grete Stern y de Coppola. Stern por su mirada hacia el interior y hacia la mujer y por la Bauhaus. Es como un boom.
Sí, se hizo una en el MALBA también de Coppola cuando cumplió 100 años en el 2006, porque el murió hace poco, tenía 108 años.
¿Alguna anécdota con él?
Coppola era un hombre muy afable. La última muestra que hicimos acá fue en el 2009, Los viajes de Coppola. Fueron fotos que el sacó del `32 al `34 en Europa y vino a la inauguración y decía: “Che, Jorge, ¡Qué buenas fotos! ¿Quién las sacó?”. “Horacio, son tus fotos”, le decía mi marido, “Ah, con razón”, decía Horacio. Era un personaje, muy simpático.
¿Por qué recomienda los dibujos de Roberto Aizenberg hoy?
Porque son dibujos de gran destreza y humor. Era un gran dibujante aparte de pintor. Son muy originales. En su momento no vendía mucho, pero pasa eso con los artistas, después la gente los empieza a buscar.
