Por Adela Salzmann // adelablew@gmail.com
El artista Juan Carlos Toressi presenta su muestra Solidaridad en el bardo en la galería Naranja Verde. Atado con una soga a la pared entrega las plaquetas y conversa con todos, los besa, los ata y sonríe. El espacio está superpoblado, vamos a la sala contigua, acá hay menos gente pero la densidad se siente igual, el cuarto está oscuro, las paredes están tapadas de palabras escritas sobre cartones, se escucha música electrónica, un buzón activa un tacho que hace rebotar una pava haciendo mucho ruido a lata, un cartel amarillo de la gestión de la ciudad “disculpe las molestias”, es la muestra Dudas Lujambio de Leo Estol. Nos acostamos con Toressi en el colchón del piso a charlar.
¿Cuál es la idea de Solidaridad en el bardo?
Es la consecuencia de la muestra anterior que se llamaba Conchuda y fue en el momento justo que me estaba separando después de veinte años y generó un kilombo que no se salvaba nadie. Después de eso pasé tres meses como el artista que sufre (es chamuyo que crea, cuando estaba en pleno agujero no podía crear nada). Solidaridad en el bardo es esto, no me dejés tirado. A vos también te puede pasar, solidarizate, si no la querés contar, vení.
¿Cómo salís del pozo?
Por las obras que empiezan a circular en internet. “Justicia, mi hermana se transó a un represor” es un retrato de Videla, una obra autoreferencial porque mi hermana se había transado a alguien que había sido un represor. ¿Justo a un represor te vas a garchar? Después con el tiempo la entendí. Otra obra que dice “Vayansé a la puta que los parió”, fileteada, se comenta y empiezo a chatear con una chica. Y me pasa esto que te empezás a enamorar desde la virtualidad, yo no sabía ni dónde estaba el enter. Fueron diez días de estar ahí, la ilusión, la virtualidad y el salir. Haciendo esta cosa que era chatear, que yo no sabía ni que era, ella quería que le haga un retrato pero ¿qué retrato? Con esto hago obra, está ahí en la sala todo ese diálogo y lo está interviniendo la gente, entonces ya es otra cosa. Ese deseo de decir “quiero salir de esto” hasta que nos encontramos. En esta muestra están los últimos cuadros que hice de la relación anterior que ahí aparece donde yo quiero asesinar ¿por qué no matar? ¿por qué matar? Matamos por la patria, sí. Entonces hay una pared que es muy heavy. Pero ese pasaje de Conchuda la muestra anterior a esto que estoy re contento, conozco a una piba que tiene veinte años menos que yo, mis galeristas tienen veinte años menos que yo, a la muestra vienen pibes de diecisiete años, alumnos míos, se da esto y entonces el tema es “me quiero atar al momento”. Mi obra es autorreferencial, cuando tuve que decir que quería salir a matar dije eso y ahora quiero “atar las agujas del reloj”. Por eso lo bardeo a Manzanero con su temita. Los chicos de la galería sostienen que yo soy obra hablando y hay un poco de eso. También la gente participa de la obra y se me va de las manos, quizás estamos hablando y me da la obra. ¿De quién es la obra? Le doy una vueltita de tuerca y ya está. En este juego de “todos somos Toressi”, de alguna manera todos estamos en esta historieta y no la decimos por pudor pero al menos haceme el aguante.
¿Cuál es tu relación con el fileteado?
Yo me inicié como letrista, pintor de letras, laburé catorce años y después me metí con el tema del arte y sentía vergüenza de ser letrista hasta que Pablo Siquier me sacó el palo y me dijo “loco, vos sos alguien de hablar mucho ¿por qué no usás eso?” y él no sabía que yo era letrista porque yo tenía un prejucio de lo barrial y pintaba, hacía una abstracción muy gestual. Cuando de alguna manera en el mundo del arte me empiezan a dar un poco de pelota es cuando me hago amigo de esto, de ser letrista, fileteador (aunque como fileteador nunca hice carros pero he hecho laburos). Ahí me encuentro con lo que tenía para decir. A Siquier lo conocí estudiando en el iuna, él supo mirar ahí y decir “ésta es la tuya”.
¿Quiénes más te marcaron como Siquier?
Bissolino, Baragli y Gásperi, ella había flasheado con mi obra antes de ser mi obra. A ella le gustaba mi parte gestual cuando todavía no me había encontrado. Recién con Bissolino y con Siquier hago el quiebre y me encuentro con el texto.
¿Cómo interviene la palabra en tu trabajo?
Ahora me doy el gran sueño, porque siempre estaba pintando kiosko, remis, y decía qué lindo sería pintar esto pero poner otra cosa, lo que me está pasando. El primero que hice fue uno que decía “Vayansé a la puta que los parió” y ahí arrancó la cosa. Ahora no puedo separar vida de obra, es una transparencia. Me pasa que la palabra, la cotidiana, se me figura tan ambigua como una obra de arte y me divierte la multiplicidad de sentido. Entonces, lo que digo en una conversación cualquiera puede ser obra y los que me conocen me interrumpen y “hacen el recorte”. Es muy gracioso porque yo pienso que el otro es el autor, en ocasiones prospera y registro las palabras. Al hacerlo aparece algo del orden de lo visual y busco que amplíe el sentido, eso sí tiene que darme gracia y dar cuenta de mí exclusivamente. ¿Paradoja? El otro siente que hablo de él.
¿Qué relación hay entre arte y lenguaje?
Yo creo que la relación es que comparten la imposibilidad de comunicar lo real, ¿no?
Das clases de ciudadanía y arte en La Matanza ¿Cómo es tu experiencia de enseñanza?
Mirá, a mi me encanta. Casualmente este año tengo en ciudadanía a un grupo de alumnos de 6to año que ya había tenido en arte. Lo primero que se me cruzó fue escribir en el pizarrón: profesor de arte-artista-profesor de ciudadanía-tutor (porque también lo soy y me encanta). Después traté de explicarles y explicarme qué carajo sostenía todo eso, además del mango. Y concluí diciendo que lo que unía todo eso era mi pasión por “provocar” y posta que son espacios que te lo permiten. En las clases genero un poder, porque los pibes me dan pelota pero no desde el autoritarismo, sí hay cierta fascinación. Creo que eso es parte de la obra. En la escuela tengo esta cuestión discursiva o anecdótica mechada con los contenidos de la materia que a veces es arte y a veces ciudadanía “los valores, la moral”. Se genera un clima bastante performático.
¿Encontrás una relación entre Solidaridad en el bardo y los happenings de los ’60?
¿Cómo contestarte sin caer en una posturita que me deje en “orsai” teórico? El otro día conocí a Leopoldo Estol que está exponiendo en la sala de al lado, pegamos muy buena onda y celebraba cuando yo le decía que iba a hacer una performance aunque no sabía muy bien qué carajo era. Por ahí dio más happening porque se me fue de las manos, ¿no? Yo solo quería generar un diálogo con el público tipo: “a vos también te puede pasar o te pasó de querer asesinar y después volver a decir las mismas boludeces del amor”. La onda era “solidarizate, no me dejes tirado”. El recorte lo hicieron los chicos de Naranja Verde que la vieron y me tiraron que la obra era yo hablando. Bueno, después surgió lo del texto de Juan Terranova y la impresión de cien plaquetas. Elegí decir cien cosas y cagarme un poco en “la obra”. Después publiqué en facebook dando la opción de que reservaran su ejemplar. Lo más copado fue la llegada de casi treinta alumnos que ya habían intervenido escribiendo en la escuela las 121 páginas de chamuyo en facebook en las que nos conocimos con mi novia, y el día de la muestra explotaba de pibes la sala. Yo “atado al momento” con una soga y en una aparece Rodrigo Alonso a buscar su plaqueta y me tira: “Yo vine a ver la muestra, no a hacer pogo”, jajajaja.
¿Qué harías para arteba 2013?
“Recorto” lo que comenté el otro día en facebook a alguien: “me casaría en naranja verde y haría en arteba la despedida de soltero para que me paseen en bolas en un carrito. Esa sería la obra, todos harían su exégesis pedorra conmigo y yo no sabría qué estoy haciendo.
¿Dónde poner una bomba?
En uno mismo. Cuando te volvés seguro y no te animás a desconfiar de vos mismo. Ahí hay que poner una bomba. Cuando te pega el Dios que llevás adentro y te volvés un pelotudo. Ahí hay que poner una bomba.
