Mariano Pensotti nació en Buenos Aires es 1973. Es actor, director y dramaturgo. También estudió cine y en su último trabajo, Cineastas, une estos dos universos que tienen en común “ser ficciones que nos constituyen”. Para este artista “producimos ficción a medida que la ficción nos produce a nosotros”. Además, Pensotti se refirió al sistema teatral porteño y a la necesidad de producir cambios.
Texto: @NatiCGauna
Fotos: Luis Andrade
El disparador de Cineastas es un interrogante ¿la ficción alimenta a la realidad o la realidad alimenta la ficción? ¿Ya encontraste la respuesta?
Nosotros construimos ficciones permanentemente, también hacemos obras de arte pero construimos ficciones cuando narramos nuestra vida, contamos lo que hicimos, modificamos los hechos reales dependiendo de cómo los contamos y eso implica de alguna forma crear una ficción. Si vos me contás ahora cómo fue tu día seguramente vas a incluir elipsis, artilugios narrativos que van a convertir a tu día en una especie de ficción para mi y, a la vez, todos nosotros estamos construidos a partir de ficciones. Si pensás en las formas que nosotros reaccionamos frente a las experiencias o reaccionamos frente a lo que vamos viviendo, implícitamente siempre hay una construcción de la identidad a partir de las ficciones que hemos visto. Ahora me estás haciendo una entrevista a mí y yo inevitablemente no puedo dejar de pensar en todas las entrevistas que vi en una serie de la televisión o en una película, mi actitud seguramente está influida por ese tipo de cosas. Me parece muy interesante corrernos de la imagen más clásica de que nosotros construimos ficciones a pensar que las ficciones construyen a nosotros. No se si la pregunta tiene una respuesta inequívoca pero si me parece que es un proceso en el que una cosa se está mezclando con la otra permanentemente. Producimos ficción a medida que la ficción nos produce a nosotros.
Y ¿cómo funciona esto en el proceso creativo?
En mi caso, cada vez que empiezo a hacer algo estoy cruzado por todas las cosas que a mi me gustan ya sea obras de teatro que ya hice o que fui a ver o por el cine. Las influencias cinematográficas están puestas en esta obra que trata de llevar un poco al extremo esta idea de cómo determinados sucesos personales de la vida de los personajes van metiéndose en la ficción y cómo en algunos casos pasa lo contrario, realizar esas películas transforma sus vidas privadas.
¿Hay un método de trabajo adquirido o cada obra se configura de modo distinto?
No, la verdad que cada obra se configura de un modo distinto. Lo que si hubo ciertas similitudes entre ésta y una obra que hice antes El pasado es un animal grotesco en el sentido que yo escribí el texto pensándolo más como una novela no tanto como una obra de teatro, no tenía un desarrollo muy claro de las escenas. Entonces, el proceso del trabajo con los actores consistió en justamente empezar a encontrarle la teatralidad a ese texto que básicamente era una colección de cuentos, una novelita. Este proceso fue similar al de la obra anterior pero es en las únicas dos obras en que trabajé más o menos de manera parecida porque en el resto fue diferente.
Además en algunas el eje es la intervención de los espacios…
Claro. En algunos casos la idea tenía que ver más con eso, con la intervención en un espacio público. A veces el disparador es un espacio, un texto incluso el deseo de trabajar con un grupo de actores. En realidad, cambia mucho y trato que cambie el método en cada obra porque es algo que a mi me sirve para mantener vivo el espíritu y no hacer siempre lo mismo.
Subrayas que lo temporal es una de las diferencias entre el cine y el teatro, lo duradero y lo efímero ¿en qué otras cosas estos lenguajes se alejan y en qué se acercan?
Cuando estaba empezando a hacer Cineastas venía de releer algunos textos de cuando estudiaba cine. Hay un texto –creo que es de [Roland] Barthes- que dice que en el teatro el actor construye todo a partir de su cuerpo, de sus relatos mientras que en el cine, el actor está dentro de una maquinaria en el que hace falta que el actor sea más símil a si mismo y no tanto que construya un mundo o que el mundo se construya a través de sí. Algo de eso claramente es una gran diferencia. En el teatro vos estás viendo a partir de un recorte, implica muchísima imaginación por parte del espectador. Entra un actor a una cajita vacía y dice “Desde que llegué a Moscú” y vos tenés que imaginarte Moscú. En el cine, vos estás viendo Moscú. Hay menos trabajo por parte del espectador para construir la ficción. Eso me parece una diferencia fundamental más allá de la problemática del tiempo que es trabajada de otra manera. Voy a decir una obviedad absoluta pero el hecho de que el teatro sea un hecho vivo y por lo tanto expuesto a ser modificado cada noche, que cada función sea diferente por la presencia del público es algo que tampoco existe en cine. Una vez que está terminado el trabajo, el resultado no varía con el tiempo.
Siendo que Cineastas capta a estos dos universos ¿cómo es la recepción por parte del público de cine y de teatro?
Con esta obra me pasó algo que no me venía pasando con otras obras y es que me doy cuenta que le viene interesando tanto a gente del teatro, o que tiene tanto trainning en ver teatro, como a aquellos relacionados con el cine, un poco porque la obra trata sobre algo de eso. Si bien para mi, tampoco es el tema excluyente porque no es una obra sobre cine, si se habla del cine. Pasa algo que la gente de cine, se sorprende con algo que tiene que ver mucho con el teatro y esto de que con mínimos recursos se puede armar un gran universo cuando para hacer lo mismo en cine necesitas un despliegue carísimo de cosas y difíciles de conseguir. En esta obra vos todo el tiempo estás viendo la vida privada de esos cineastas mientras ves las películas que van haciendo y que, además, son muy diferentes entre sí. Algunas son películas muy experimentales, otras son unos musicales rusos. Ese contraste que visto a lo largo de una hora y media no es frecuente en el cine. En general, cada película tiene su estética y es difícil que una película cambie mucho a lo largo de la hora y media que dura.
¿Por qué crees, te cito, que “el teatro independiente tiene formas de hacer muy estructuradas”?
Todos hacemos obras en teatros independientes de Buenos Aires donde, para mí, se hacen las cosas más interesantes pero eso implica que las hacemos con muy poca plata y que, fundamentalmente, las hacemos pensado en espacios muy pequeños. Cualquier idea escénica que tengamos tiene que ser armable y desarmable en 25 minutos porque, en general, las salas programan ocho obras por fin de semana. Entonces, inevitablemente, con esas condiciones de producción las obras se empiezan a parecer. Eso me parece que es algo de lo cual tenemos que corrernos. No porque me parezca que haya que hacer un teatro con más guita o con escenografías más grandotas. No es ese el objetivo pero si corrernos de un sistema de producción que parecería estar produciendo obras que se parecen cada vez más. Quizás las salas independientes deberían decidir no programar ocho obras por fin de semana sino dos o, en vez de programar seis meses programar tres. No lo sé, habría que verlo. Para los que hacemos teatro sería interesante que podamos hacer una obra muy pequeña de dos actores y para 20 espectadores y también tener la posibilidad de hacer una para 200 espectadores o en la calle o en un departamento. A mi me interesa ver obras que desafíen ciertas cuestiones un poco ya asumidas. Me gustaría ver una obra que dure 15 minutos y una obra que dure 12 horas. Pero por algún motivo todos estamos acostumbrados a hacer una obra de una hora y cuarto en una sala de 60 espectadores. Yo defiendo mucho el teatro independiente y esa forma de hacer teatro pero me parece que no puede ser la única sino es donde se vuelve todo lo mismo.
¿Y cómo se podría abrir el camino para otras posibilidades de creación?
Me parece que cómo cambiar esto es una mezcla de cosas. Por un lado, las instituciones deberían apoyar mucho más al teatro. Creo que es un escándalo la diferencia que hay entre el apoyo que se le da en Argentina al cine y al teatro. Habría que revisar estructuralmente la política de subsidios, cómo están organizados los teatros oficiales -tanto los dependen del gobierno de la Ciudad como del nacional-, porque en general están cercano al desastre. Pero no sólo tienen que ver con lo oficial, también no hay que olvidarse de –como decía antes- el manejo de las salas independientes que no dejan de ser pequeños espacios privados, pequeñas empresitas que tampoco están produciendo obras de teatro propias. No es que las salas independientes le dan plata a un grupo para que produzcan sino que simplemente le dan el espacio que obviamente cuesta mucho sostener. Hay un montón de salas que ya están consolidadas y básicamente lo que están dando es un espacio. Sería interesante que esas salas generaran líneas estéticas, le dieran plata a las compañías para hacer una obra de teatro y que luego la recuperaran de alguna forma. Luego está el sistema de subsidios estatal que implica darle democráticamente a un montón de grupos de teatro muy poquita plata. Con ese sistema nos venimos sosteniendo desde hace bastante tiempo y no está mal porque en algunas cosas funciona pero en otras no funciona para nada. Me parece que habría que diseñar algunas cosas, para ver cómo se pueden crear condiciones nuevas para que sigan apareciendo obras nuevas.
