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“La poesía nos permite acomodar ideas y entender”

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Por Leticia Martin // @leticiamartin

Escritora y poeta argentina, Patricia González López nació en la Ciudad de Buenos Aires, el 7 de agosto de 1986. Es licenciada en relaciones públicas por la Universidad de La Matanza y magister en Comunicación, Cultura y Discursos Mediáticos. Trabaja como docente e investigadora de la misa casa de estudios. Publicó los libros: Indecible (Milena Caserola, 2009) y Dos de azúcar (Milena Caserola, 2010)

¿En qué momento escribiste Maldad, cantidad necesaria?

Los textos de Maldad, cantidad necesaria son de comienzos de 2009. Mientras escribía no sabía en qué iba a terminar todo, se me cruzaron varias ideas, y en el medio de la escritura y las lecturas nació el título. En marzo más o menos empecé a armar el libro, viendo cosas que tenía perdidas, releyendo lo nuevo y terminando algunos textos que tenía colgados. Luego lo armé, se lo pasé a Matías Reck de Milena Caserola y a Diego Cortés, que también me pidió material. Así nació la co-edición.

¿Qué buscás cuando agregás imágenes, tachás los versos, variás el tamaño tipográfico o incluís íconos en tu poesía?

Cuando escribo con distintos tamaños tipográficos busco retratar distintas voces. Mi voz, una voz de afuera o de adentro, la voz del inconsciente como algo que retumba y  habla mientras se sienten otras cosas.  A veces busco, simplemente, marcar un grito, mostrar que no me da la voz. Respecto a tachar, es un juego, es algo así como “salió esta palabra, este título pero lo censuro”. Hay un texto en esa línea que se llama “Yo taché lo que escribías”, donde el recurso fue idea de Matías Reck. Con las imágenes y la iconografía pasa un poco lo mismo. Al principio pensaba en algo más tradicional como incluir dibujos, pero surgió lo de pegar el isotipo de Twitter en vez de la palabra. Hay una cuestión de reconocimiento de la palabra a través de los íconos que señalan algunas cuestiones de tipo social o comunitario. Si todos entendemos algo que no se nombra hay algo ahí. ¿Por qué entendemos la ausencia de palabras? ¿Qué tiene el ícono? ¿Cómo juega en mi poesía? En el texto intervenido con recortes de noticias pasa algo similar. O eso espero. Me gusta exponer el juego de la comunicación y reírme de eso. También es una forma de hacerlo más dinámico, como el libro no tiene capítulos o partes es encontrar puntos donde poder parar. Por lo menos a mí me gusta que el libro tenga algo lúdico.

¿La idea de la tapa es tuya?

No. La tapa es de un director de arte chileno que se llama Marcelo Vásquez Parga. Él maquetó con un equipo, fotografió y diseñó después. Me gusta saber que el libro también es obra suya, de alguien más que yo.

¿Qué poetas reconocés como influencias?

Sé que Francisco de Quevedo me marcó por lo menos al principio. Yo arranqué a escribir a los 12 años y sólo tenía lecturas de manual de lengua. En mi casa no había libros, si diccionarios, enciclopedias, pero la literatura empezó a aparecer cuando mi vieja vio que me interesaba el tema. Ahí empecé a leer a Lope de Vega porque ella me regaló sus libros. Pero si soy muy sincera la verdad es que no leí tanta poesía de chica, trataba de aprender recursos, los ejercitaba, sentía que el sentir sólo no alcanzaba. En la adolescencia leí a Rilke. Cartas para un joven poeta fue un refugio al que volví varias veces. También me gustan mucho volver a Kalil Gibran, Calderón de la Barca (La vida es sueño, El alcalde de Zalamea) Diana Bellessi y Baudelaire.

¿Qué leés?

Leo mucha filosofía, sociología, libros relacionados con medios y novelas. Algunas lecturas de ese tipo me ayudaron a entender un poco más el día a día, y por supuesto me llevaron a escribir.

¿En qué circunstancias escribís? ¿Tenés una rutina armada?

Escribo cuando se me cruza una idea, una imagen, en lo primero que encuentre, un flyer, una hoja, el celular. Quizás termino de desarrollar la idea a la noche. La noche es un gran momento para escribir. Escribo generalmente de noche. Rutina no tengo, quizás escuchar música , buscar un ritmo para los versos, tomar alguna infusión. No mucho más.

Hay marcas no “literarias” en tu trabajo, como twitts, nombres de productos de consumo masivo y recortes de diarios y revistas. ¿Qué buscás con esas incorporaciones?

A veces me surgen frases o una idea que se queda ahí por mucho tiempo, entonces trato de no forzarlo, eso a veces es un twitt, a veces algo que queda pegando vueltas en un word, o en el pendrive, o en mi cabeza. Creo que esas marcas, por ejemplo de producto masivo, tienen o muestran un momento, algo que pasó, que fue, un recuerdo. No otra cosa. Es poder decir algo de otra manera, que haya una idea.

¿Por qué decidiste que el libro debía contener relatos breves en prosa?

Es un vicio que tengo. Yo no lo tomo como un cuento porque pareciera que siempre falta algo para tener un cuento. Entonces relato nudos o escribo ciertas descripciones. A veces cuando escribo me sale ese formato y quedan así, perpetuados para siempre. No puedo clasificar muy bien qué son esos relatos.

¿Por qué pensás que hay que escribir y publicar poesía?

Una vez escuché que escribir poesía era “una manera no corriente de decir lo corriente”, para mí es eso, adopté esa definición. A veces lo que sucede no me entra en el cuerpo y necesito buscar otras formas de decir para expulsarlo, y en algunos casos salvarme. Hay que escribir poesía para buscarnos y encontrarnos en las cosas que nos pasan y no sabemos bien qué son. Tal vez otro sí lo sabe, sí puede verlo, o sencillamente la poesía nos permite acomodar ideas y entender. Para mí es una forma de socialización, una instancia más después de los padres y las instituciones, donde uno ve que al otro le puede pasar lo mismo y salir del dolor. Y hay que publicar poesía para poder ver qué pasa en este tiempo, en este lugar, cuáles son las inquietudes y las nuevas búsquedas en el lenguaje, para vernos, que muchas veces, en la “velocidad de la certidumbre” no caemos.



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