Laura Vazquez es autora de los libros El oficio de las viñetas y Fuera de cuadro, en los que toma la historieta como campo de estudio y crítica desde los años dorados del primer peronismo hasta una actualidad ambigua. Directora del Congreso Internacional Viñetas Serias y una de las coordinadoras del Área de Narrativas Dibujadas y Animadas de la carrera Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires, Vazquez opina sobre el presente de un género acostumbrado a victimizarse, el abandono paulatino de la orfandad crítica y los aportes realizados al kirchnerismo.
Por Mariano Zamorano // @zamoranoconz - Fotos: Luis Andrade
En Mendoza acaban de prohibir “por escenas de sexo, violencia y zoofilia” una serie de historietas que se repartían como material de estudio en los colegios secundarios. ¿La historieta está condenada a trascender siempre que haya un poco de humo, ya sea esto o una tira de Gustavo Sala?
Sí, lamentablemente aparece como de mala prensa y no sé si termina siendo positivo que se conozca de esta manera. En el caso de Gustavo aparece con esa tira puntual y personificado. Lamentablemente no se discutió sobre el sentido del humor gráfico en general, sino el por qué Sala publicó ese chiste en Página/12. El problema es mucho más amplio. ¿Podemos reírnos de todo? ¿el humor tiene límites? ¿quién lo pone? ¿una agrupación que dice ‘con esto no’? ¿el autor tiene libertad o el medio pone la pauta y tu creación está cercenada de antemano?
En el caso de la prohibición en las escuelas me parece que el error fue claramente del Ministerio de Educación, no por haber mandado las historietas sino porque hay que leerlas antes. Me parece que el material no se dio a conciencia, se sorprendieron de lo que encontraron y trataron de justificar el error. El Facundo tiene escenas de violencia, pero hay programas de educación y manuales que justifican su presencia ante otra obra. Acá no pasó así. Hay otro problema: yo trabajé en Colihue y conozco la línea política con claridad. Aunque las obras son maravillosas esa colección nunca fue un material exitoso, y se distribuyó por un convenio de alianza con el Ministerio de Educación. Yo soy crítica de eso. Que se hayan distribuido Perramus (Alberto Breccia y Juan Sasturain) y Sin novedad en el frente (Patricia Breccia) me parece fantástico, pero no es ni mi criterio ni mi gusto el que tiene que decidir. ¿Cuál fue el criterio por el que se eligió a ese libro y no a otro? ¿por qué quedaron afuera otras editoriales que también editan historietas? Acá me parece que fue una cosa más del tipo contubernio/alianza con una editorial que juega a favor del gobierno y no estoy de acuerdo. El lado positivo es que este gobierno metió las historietas en los colegios. La intención fue muy buena pero el modo en el que se operó no.
¿Qué le aportó la historieta al kirchnerismo?
Liturgia y fuegos artificiales. Pero El Eternauta como historieta elegida por el kirchnerismo no es LA historieta. Es un tipo de historieta más cercana a la cultura popular, a la historieta masiva, generacional y, en algún punto, anacrónica. Es evidente que el Estado no se ocupa de toda la historieta que ocurre o se está produciendo actualmente. Tampoco estoy tan segura de que debería hacerlo porque una cosa es incentivar al mercado y otra muy distinta es subsidiarlo. ¿Qué hace un autor que estilísticamente no juega con lo que quiere el mercado? Ahí creo que los concursos, los premios, las becas y los programas de desarrollo deberían funcionar mucho mejor. Que exista más y mejor competencia, garantizar la transparencia y que ganen los mejores. Si al final el dinero se reparte entre los amigos es otra cosa.
En Fuera de cuadro mencionás un incipiente cambio de una crítica caracterizada por la orfandad o el “homenaje laudatorio y la autocelebración”. ¿Qué rol le asignás a la crítica de historieta actual y qué opinás de aquellos autores que muestran su rechazo?
Creo que hay un coqueteo del artista maldito con la crítica que es una cosa muy infantil. Me parece una chicana por parte de algunos actores del medio y lo tomo con humor. Si lo tomase en serio, debería escuchar una posición seria de por qué un autor rechaza la crítica de un especialista y recibe con halago el comentario celebratorio de un lector. A mí me parece una tremenda estupidez porque yo soy lectora antes que crítica. ¿De dónde piensan que sale una crítica de historietas? Todos somos críticos, lo que pasa es que no siempre lo ponen en palabras ni adornan sus impresiones con teoría. Se trata de un derecho y no de una competencia especializada. Por supuesto, luego habrá que diferenciar funciones dentro de la crítica. Los periodistas, los investigadores, los divulgadores juegan su rol necesario e interdependiente. En mi caso, nunca leí una historieta para poner estrellitas y gran parte de la historieta que analizo no me gusta.
¿Observás un marcado predominio del comic autorreferencial y una tendencia a la retromanía?
La historieta autobiográfica está instalada hace tiempo a nivel mundial. No sé cuánto va a durar pero es uno de los géneros al que más apuestan las editoriales. El fenómeno de las tiras es un caso aparte. Si un diario tiene a Yo, Matías claramente el autor tiene un contrato con el medio y a ese tipo hasta que se jubile no lo van a sacar. También está el rol de los humoristas dentro de los diarios como empleados y es difícil que los artistas roten. Clarín y La Nación de por sí son conservadores pero no todas las tiras aplican a su modelo. Tiempo Argentino tiene otro juego claro de apostar a una historieta diferente. No estoy tan segura de que las historietas que se publican sean anacrónicas. No sé si Fontanarrosa vende más que Liniers. Otra cosa es cómo aparece la historieta a nivel museístico en la escena pública: si van a hacer una estación de subte te van a poner al Loco Chávez y Mafalda, y si van a hacer una estatua a Macanudo y Gaturro. La retromanía tiene eso: un volver innecesario a las fuentes y la nostalgia siempre es peligrosa.
¿Por qué no incluís webcomics dentro de tus críticas?
Soy de la generación del papel y es una limitación física mía acceder a la lectura en pantalla. Creo que la historieta digital va a tender a desarrollarse y a convivir con el papel. No se trata de suplantar una por la otra. De todas maneras el modo en el que circula actualmente la historieta es en libros como objetos bellos que querés aprehender, como el muñequito que te comprás de la serie que te gusta. Los editores piensan en eso. Es algo que creo que juega en contra de la historieta digital –que tendría que buscar el modo de competir con ese tipo de producción coqueta que se vuelve cada vez más inútil y deseada-.
¿A medida que pasan los años se agranda la figura de Dante Quinterno -creador de Patoruzú e Isidoro Cañones-, como empresario conservador nacionalista hábil que quiso exportar la historieta nacional?
Pienso que si hay que pensar a un empresario hábil a nivel empresarial y editorial, aunque me gusten más los productos de Dante Quinterno, yo pensaría en García Ferré. Dante Quinterno es un tipo de otra generación que se queda a medio camino y no llega a conformar un oligopolio. García Ferré sí; no es un editor, es un empresario que funda un oligopolio increíble y tiende hacia todos los sectores de la industria cultural: te va al cine, te va a la televisión, a la publicidad, al kiosco de revistas. No le faltó nada, ayudado también en otro momento de la industria con la historieta en baja que necesita abrirse camino hacia otros sectores. Dante Quinterno puede considerarse un antecedente. Ferré empezó con una tira en un diario al servicio de Constancio Vigil, y de ahí fundó su propio emporio editorial, con todos los productos, personajes, un sistema fordista de trabajo y publicidades. En García Ferré hay avanzada técnica y anacronismo temático a la vez.
En El oficio de las viñetas hablás de la historieta como un género nunca ponderado en la academia. ¿Qué significa la apertura del Área de Narrativas Dibujadas y Animadas en la carrera Ciencias de la Comunicación (UBA)?
En un proyecto colectivo dedicado a historieta, humor gráfico y la animación. Es un espacio en formación muy promisorio y buscamos encarar muestras, desarrollar una revista digital de crítica de historietas, digitalizar un archivo de materiales y hacerlo circular en una plataforma de acceso libre. Los investigadores tenemos un problema con los archivos de historietas. Los editores no dejaron durante años el ejemplar obligatorio en la Biblioteca Nacional. Yo tuve que comprar muchos por internet y el corpus de trabajo tiene que estar en las bibliotecas públicas. El lugar de trabajo de un investigador de historietas son las librerías de la calle Corrientes. La idea es ver si podemos llevar adelante el proyecto en la Facultad. Hay un Museo de la Historieta, pero no una Biblioteca de la Historieta. Eso es un problema, porque la historieta no está muerta.
¿Por qué decís que “la historieta es como una mujer que siempre quiso ser querida por los otros y ya es hora de que la niña haga terapia”?
Está esta cosa de la parienta pobre o la chica que pide el vestido de 15 prestado a la prima rica. La historieta como cenicienta con respecto a las hermanas mayores que son las artes legitimadas por un cenáculo de intelectuales que dicen que esto es arte y esto no. El cine ya entró a formar parte de esas artes legitimadas y mayores. A la historieta le cierran la puerta en la cara. Esta discusión es estéril porque el arte en sí mismo no existe, sino los artistas y la toma de posición creativa. Hay que ser un poco más rockero y no tener esa actitud que tienen algunos autores de victimizarse permanentemente. Quedarse en todo caso del lado de la rebeldía y el under. Si la historieta tiene que formar parte de los lenguajes no aceptados por las bellas artes está buenísimo. Siempre vas a ser joven, rebelde, contracultural y está perfecto. ¿Para qué querés ser literatura o artes plásticas?
