Por Anahí Perez Pavez. Foto: Martina Mendez.
María Wernicke es una dibujante argentina nacida en 1958, hija de los escritores Enrique Wernicke y Rosa Dror Alacid. Ilustra cuentos para niños y es miembro del Foro de Ilustradores de Argentina y de la Asociación de Dibujantes. Trabajó para la serie Libros del Quirquincho y para gran cantidad de editoriales del rubro tales como Sigmar, Santillana, Alfaguara, Estrada, Atlántida, Longseller, A-Z, Puerto de Palos y Edebé. Para Colihue ilustró dos libros de su padre: Hans Grillo y otros cuentos y Los jardines de Plácido. En 2001 participó en la Muestra de Ilustración para Niños de Bratislava, Eslovaquia. Tónica le preguntó sobre diversos aspectos de su labor:
¿Hace cuánto y cómo surgió tu inquietud por el dibujo?
Respuesta trillada: dibujé siempre y no dejé de dibujar.
¿Qué materiales te gusta más usar?
Acrílico, collage, témpera, lápiz, tinta. Cambio y busco nuevas técnicas. No me quedo con un solo material.
¿Vivís de dibujar?
Sí. A veces mejor, otras peor, pero ya hace muchos años que vivo de esto.
Colaboraste en muchos libros. ¿Cuáles recordás como paradigmáticos en tu carrera?
Rutinero fue uno, con poemas de Níger Madrigal. Haiku, que hicimos con Iris Rivera. Y, por supuesto, mi primer libro como autora integral; Uno y Otro.
¿Tenés libros propios, específicamente plásticos?
Sí propios y, si es que entiendo a qué te referís con específicamente plásticos, no. No son libros de pintura, ni sólo imágenes. Son libros álbum donde la narrativa está tanto en la palabra como en la imagen.
¿Qué cosas te inspiran a la hora de comenzar a dibujar? ¿Tenés alguna disciplina laboral en ese sentido?
Cuando trabajo con un texto escrito por otra persona, es el texto el que me dispara sensaciones, imágenes, climas. En los libros en los que texto e imagen son míos, es diferente, a veces es una frase, un recuerdo, una fotografía o un mamarracho, el disparador. Otras veces, cuando no trabajo en un libro y hago cosas sueltas por el placer de hacer, el material puede serlo o lo vida de todos los días. Y soy indisciplinada. Me siento a trabajar cuando estoy entusiasmada, con ganas de hacer.
¿Cómo ves el estado actual del campo de los ilustradores? ¿Te juntás con otros?
Cada vez hay más ilustradores, por suerte, con excelente nivel. El tema es que nuestra profesión está bastante bastardeada. Falta reconocimiento. Seguimos trabajando para ser reconocidos como autores y tener contratos con derechos, sobre todo quienes recién empiezan, y también, mejor pago. La mayoría de mis amigos son ilustradores o escritores, pero además, más allá de lo social, me reúno con colegas para intentar cambiar esa falta de reconocimiento. Formo parte activa del colectivo Dibujantes Trabajando, desde donde hace más de tres años nos movemos en equipo y, de a poco, vamos logrando cambios.
¿Qué ilustradores admirás más o tenés como referentes?
Hay dos ilustradores que me gustan mucho, ya hace bastante, a los que sigo: Pablo Aulladel y Gabriel Pacheco. Me interesa el trabajo de ambos porque no responde a modas estéticas, son personales, cada uno con su estilo, y tienen una narrativa profunda. Creo que lo que más me gusta de ellos es lo sugestivo de sus trabajos, son ilustradores que abren puertas. Admiro a los buenos dibujantes, aunque no sean ilustradores, a pintores y fotógrafos: Federico Aymá, Carlos Alonso, Cartier Bresson, Robert Frank, Weegee, por nombrar a algunos.
¿Qué lugar creés que ocupa el dibujo hoy en las diferentes manifestaciones culturales y cuál creés que debería ocupar?
El campo del dibujo es muy amplio. Hay humoristas, artistas plásticos, historietistas, ilustradores y el dibujo está en diarios, revistas, libros, museos, publicidad. Si bien es cierto que en los últimos años muchos dibujantes argentinos son reconocidos acá y en el mundo, creo que hay muchísimos otros que, más allá de su visibilidad, aportan a la cultura y deberían ser reconocidos tanto como los más exitosos. Para que esto ocurra, el Estado tiene que hacer su parte. Es probable que, si se logra que el proyecto de ley de la creación del INAG, Instituto Nacional de las Artes Gráficas, se apruebe y sea ley, logremos revertir eso.
Uno de los caminos para disfrutar del dibujo es la historieta. ¿Qué opinás de referentes como Liniers o REP, entre otros que resuenan hoy?
Si bien muchos de mis colegas son historietistas, es un campo que conozco poco. Así y todo es innegable que muchos de ellos abren camino. La historieta, para muchos, es la puerta de entrada a la lectura, tanto de palabras como imágenes. También en este terreno hay cambios, muchos generados a partir del movimiento de Banda Dibujada, llevando la historieta a la escuela por ejemplo, y también desde el Estado, incluyendo a la historieta entre los libros que compra el Ministerio de Educación.
¿Qué opinás del fenómeno de los dibujantes que surgen como historietistas de éxito a partir de publicar en redes sociales? (Ej. Julieta Arroqui/ Ofelia, etc.)
Lo siento, pero no los conozco, como te comentaba antes es un terreno bastante desconocido para mí. Internet fue y sigue siendo un buen espacio para darse a conocer. Es un lugar donde cabemos todos. Claro que hace falta autocrítica, tener computadora y conexión, cosa que no todos tienen.
¿Cómo ves el futuro de tu actividad? ¿Qué proyectos se te ocurren más factibles, viables o atractivos para desplegar la creatividad de tu arte?
Deseo y espero seguir escribiendo y dibujando, y por supuesto, haciendo libros.
¿Te atraen las manifestaciones del dibujo en el espacio público o preferís plasmarlos en los formatos tradicionales del género?
Sí, me gustan como espacio para compartir, tanto al hacer con colegas como para disfrute del que pasa y mira. Pero mi fuerte no es ese, son los libros.
